El primer testigo no pudo declarar porque no escuchaba ni entendía lo que los jueces le decían. El segundo recordó poco y el tercero aportó datos importantes pero sobre el final se confundió y resultó poco convincente. Esto ocurrió en la audiencia 37 del juicio que debe probar irregularidades en la investigación del atentado a la AMIA, en la que los testigos hablaron de llamada “pista siria”: la línea de investigación se encubrió, se cree, por orden el ex presidente Carlos Menem, porque vinculaba a la familia de origen sirio libanés, Kanoore Edul, con el atentado.
Abdala Nasra, un hombre mayor que llegó a la sala acompañado por quien parecía ser su hijo, fue uno de los testigos escogidos por la policía para controlar los allanamientos de agosto de 1994 en los domicilios de la familia Kanoore Edul, sospechada en el marco de la investigación del atentado. No sólo por sus vinculaciones con la comunidad árabe sino por un llamado a Carlos Telleldín, último poseedor conocido de la Trafic cuyo motor fue encontrado en la AMIA después del atentado.
Pero el intento de tomarle juramento a Nasra por parte del presidente del Tribunal Oral Federal 2 -Jorge Gorini- fue fallido ya que el testigo decía no escuchar ni entender lo que le decían. No se perdió más tiempo, se lo excusó y se hizo pasar al siguiente.
Norberto Godoy tampoco dijo mucho en la media hora que duró su testimonio. Durante ocho años, trabajó para los Kanoore Edul como empleado administrativo en su empresa Aliantex junto a otras cinca personas. El local, ubicado en la esquina de Constitución y Catamarca, pertenecía a Alberto Jacinto Kanoore Edul (hijo de Alberto Kanoore Edul), del que vagamente recordó un arresto. “Sí, creo que había sido detenido después del atentado”, esbozó.
Eso no conformó a los abogados de las querellas quienes siguieron indagando acerca de los allanamientos de agosto de 1994 a los domicilios de los Kanoore Edul ordenados por el ex juez Juan José Galeano con el fin de buscar documentación y explosivos. “Recuerdo que llegué un día y había policías en la puerta preguntando por Kanoore Edul. Y cuando me fui, seguían en la calle”, dijo. Y, por último, admitió que para la época buscaban comprar una camioneta nueva, dado que la que tenía Aliantex “se quedaba en todos lados”.
“La empresa cerró. Fui el último en enterarme y desde ese momento no volví a hablar con ellos”, dijo y concluyó así su presentación.
Sin ningún receso en el medio entró a la sala Carlos Gardiner, cuyo testimonio fue el más extenso del día y el que más aportó al juicio. Hablaba con muy buena predisposición, tanta que sobre el final, su entusiasmo lo llevó a confundir fechas y le restó credibilidad al testimonio.
Desde 1973 y hasta 1996 trabajó como secretario en la Cámara de Comercio Argentino Árabe, donde Alberto Kanoore Edul (padre) era el tesorero. Allí, comenzó una buena relación con la familia de origen sirio libanés hasta que dijo haber sido testigo de “cosas extrañas”.
Se refería, por ejemplo, a los encuentros que “semana de por medio” mantenía Kanoore Edul con el entonces presidente Menem en la Casa Rosada. “Le llevaba las típicas empanadas árabes y entraba sin ningún tipo de control o registro”, contó. De la misma forma ingresaba con frecuencia a la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), ubicada a metros de la Cámara. “Lo vi entrar y salir muchas veces y además me mandaban a mí a dejar sobres cerrados para el director”, explicó Gardiner. Aclaró además que por la época los organismos extranjeros debían enviarle información a la SIDE y que, a su vez, las relaciones con los altos poderes del Estado le servían al ente como resguardo ante irregularidades que cometían, como no cumplir con requisitos administrativos.
Tras el atentado, Gardiner recordó que Kanoore Edul (hijo) lo citó en su casa y le contó que investigaban a su familia. Según sus percepciones, “estaba muy nervioso y preocupado por lo que pasaba” y en su opinión, “algo no cerraba”. Fue ahí que el testigo comenzó a entrar en confusión ya que dijo haber sacado fotos del encuentro ocurrido por el año 1995 con la cámara de su celular. El episodio fue motivo de risas de toda la sala que duraron hasta que el juez Gorini tuvo que pedir silencio.
Más allá de eso, Gardiner siguió y aportó otro dato: habló de reuniones que se mantenían en la Cámara de Comercio a las que concurrían representantes de embajadas de países árabes, funcionarios del gobierno nacional y de la SIDE. “Yo sólo servía el café”, aclaró tímidamente y explicó que, después del atentado, comenzó a pedir explicaciones pero le advirtieron que dejara de hacerlo o podría perder su trabajo.
A pesar de lo aportado, los abogados de los trece imputados intentaron continuar confundiendo a Gardiner y deslegitimar su relato. La abogada del ex jefe de la División Protección al Orden Constitucional salió de la sala al grito exagerado de “no sé si hay que denunciarlo por falso testimonio o internarlo”.
Rodrigo Borda, abogado querellante de Memoria Activa dijo que, más allá del derrape del testigo, los aportes brindados fueron muy valiosos, pero que las defensas intentarán restarle credibilidad.
El próximo lunes se espera declaren tres ex policías federales que se desempeñaron en el Departamento de Protección del Orden Constitucional: Carlos Heise, José Portaluri y Humberto Almerich.
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