Mi nombre es Romina*. Estudio para ser profesora de Lengua y Literatura. Curso en Berazategui, en un instituto de formación docente. En el horario en el que salgo los lunes, el colectivo que me trae hasta las equina de casa ya deja de pasar. Por eso mi mamá manda un remís con mis hermanas arriba. Lo espero en la parada del colectivo, donde voy con todos mis compañeros: el lugar no es muy lindo como para quedarme sola.
Ayer salí un rato antes del horario normal y le avisé a mi mamá que iba hasta la parada porque el instituto cierra cuando nos vamos nosotros. El remís tenía que llegar a las 22:45.
Yo esperé sola, obvio, porque los demás ya se habían tomado sus colectivos.
Un rato después, a las 22:50 más o menos, un tipo se acerca en auto hasta donde estaba yo y me hace señas. Lo primero que pensé fue que no podía creer que mi mamá haya mandado el remís sin mis hermanas. Ella no confía ni en su sombra.
– Vamos, yo te llevo- dijo el hombre.
Era un tipo canoso, de unos 40, grandote, medio gordito.
Ahí pensé un poco en la situación, y me puse en alerta. No quería preguntarle si era el remís porque pensaba: si le digo eso me va a decir que si, obviamente. Tampoco quería darle la dirección de casa para saber si efectivamente venía de ahí. Era otro riesgo.
– Disculpá que desconfie- respondí- pero no. Voy en colectivo.
Tomé distancia del auto y él ahí me dijo:
– Soy el remisero, me mandaron buscarte. Dale, subite, yo te alcanzo.
Me sonreía -creo yo para generar más confianza- y eso me dio más miedo.
– No-le dije- No confío, me voy sola.
– Vos sabrás- me dijo- en un tono sobrador.
Después de esto me corrió un escalofrío por el cuerpo. No podía creer de la que me había salvado. Cuando se fue, me puse a llorar ahí mismo. Estaba sola, con un miedo que no puedo explicar en palabras, y no sabía qué hacer. A las 23 yo seguía esperando mi remís, y el tipo pasó tres veces más por donde yo estaba, haciéndome señas desde el auto. Me guiñaba el ojo, me decía “vení, vení” con sus manos.
La esquina donde estaba es el lugar en donde todos esperan colectivos. La gente estaba cada cual en la suya, unos iban, otros venían. Quizás pensaron que era una tontería. Inclusive a mí me ha pasado de ver gente llorando en la calle, y no pregunto para no quedar como “metida”, porque lo que menos te imaginás es que alguien está llorando por algo así.
Un rato después llegó el remís que mandó mi mamá con mis hermanas adentro. Tristemente es la realidad de miles de mujeres, a todas nos pasa, no podemos vivir tranquilas. Tenemos que vivir alertas siempre, una desconfía muchísimo sabiendo todo lo que pasa, lo digo por todas las pibas que salieron y nunca volvieron, todo te hace salir a la calle con miedo.
Agradezco muchísimo estar acá para contarlo y que sirva para estar más prevenidas. Tenemos que ayudarnos entre nosotras, ¿quién más lo haría sino?
*Por motivos obvios, se preservan algunos datos de la identidad de la autora.