Cosecha Roja.-
En algún momento, antes de que el armado de la Causa Candela cayera como un castillo de naipes, se lo consideró un testigo estrella. Ahora, acaba de denunciar haber sido secuestrado y muchos dudas de que incluso eso sea cierto. Roberto Arturo Aníbal primero declaró bajo identidad reservada. Más tarde, el fiscal Marcelo Tavolaro, quien llevó adelante la investigación del secuestro y crimen de la nena de once años, reveló su nombre para que la investigación fuera más contundente.
Ahora, aquel testigo que alimimentó la tesis de la justicia y la policía en el caso, dice que el fin de semana fue secuestrado durante quince horas y que pudo escapar luego de una distracción de sus captores. Aníbal ya había denunciado que en una oportunidad le habían baleado el frente de su casa y hace pocas semanas se encadenó en Tribunales para que algún funcionario judicial lo escuchara y le diera protección.
Según la versión aportada por Aníbal a los investigadores, un grupo comando, integrado por varias personas encapuchadas que llevaban armas de grueso calibre, lo obligó a subirse a un vehículo en las inmediaciones de su actual vivienda, en la localidad de Villa Trujuy en el partido bonaerense de Moreno. El hombre dijo que apenas lo interceptaron, en la esquina de Santos Dumont y Virgen de Luján, a unos 300 metros de la Ruta Provincial 23, le vendaron los ojos por lo que no pudo identificar a los secuestradores.
La odisea duró unas 15 horas hasta que la víctima logró escapar aprovechando un descuido de los delincuentes. Cosecha Roja pudo saber que Aníbal fue hospitalizado y se encuentra fuera de peligro.
Desde la Dirección Departamental de Investigaciones de Morón analizaban las imágenes captadas por las cámaras de seguridad de la zona. Hasta el momento no había resultados.
Aníbal no siempre se movió por Moreno. Antes de que estallara el caso Candela, vivía en Hurlingham, a pocas cuadras de la casa de la madre de la nena asesinada, Carola Labrador. El testigo clave de la fiscalía trabajaba como carnicero en un supermercado Chino donde solían cruzarse delincuentes del barrio con policías supuestamente dedicados a investigar a las bandas organizadas.
Fuentes del caso coincidieron en destacar que en ese negocio, el carnicero ofrecía financiamiento a los delincuentes de la zona para cometer diferentes hechos delictivos y luego, obtenía jugosas ganancias a la hora de repartir el botín: que podía ser en mercadería o dinero en efectivo.
Pero con el caso Candela todo cambió. Aníbal se sintió presionado por la policía y comenzó a compartir datos con los investigadores. Visitado en varias oportunidades por agentes que lo conocían, el hombre fue entregado en bandeja en el escritorio de Tavolaro y a partir de sus declaraciones las detenciones de los sospechosos no tardaron en concretarse.
Gracias a la información que compartió, se blindó la investigación contra muchos de los imputados y en algunos casos él los mencionó por primera vez en la causa. Reveló, por ejemplo, datos precisos para imputar a Leonardo Jara, supuesto noviecito y entregador de la nena; a Fabián Gómez y Fabián Espíndola quienes según los pedidos de detención aportaron la logística del secuestro; a Hugo Bermúdez, presunto autor material del homicidio por tener un perfil psicológico de perverso sexual; e incluso, Aníbal también mencionó a Héctor El Topo Moreyra, considerado por Tavolaro como el ideólogo del secuestro de la nena para llevar a cabo una “venganza no convencional” contra su padre, Alfredo Rodríguez, preso por una causa de piratería del asfalto.
Una fuente allegada a la investigación sostuvo que “desde un primer momento la declaración de Aníbal tuvo muchas imprecisiones, pero su testimonio le servía al juez y al fiscal para detener a los supuestos autores del crimen”.
Ahora, dice la fuente, no sabe si creer o no en su denuncia de secuestro.
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