Asado, contagio, pueblo aislado: una caza de brujas

Un festejo en plena cuarentena generó una ola de contagios y dos muertos en Loncopué, una pequeña localidad del interior neuquino.

Asado, contagio, pueblo aislado: una caza de brujas

Por Cosecha Roja
16/04/2020

Por Sofia Sandoval.-

H. dice que prefiere no dar reportajes, que los medios fueron muy injustos con su propia historia. Hace una semana que perdió a su padre por coronavirus y el pueblo donde vive está aislado con más de veinte contagiados. Todo, dice la prensa, empezó en su casa, en una fiesta de cumpleaños que convirtió a Loncopué, una localidad de seis mil habitantes, en una noticia nacional.

H. jura que no fue así, que apenas organizó un asado familiar y que los medios agrandaron todo. Que convirtieron su íntima celebración en una fiesta de 30 invitados donde se tomaba la cerveza del pico. Él dice que sólo recibió la visita de sus familiares más cercanos.

Entre ellos, su papá, un ex fumador que hoy engrosa el número de muertos por la pandemia.

Ese mediodía del 22 de marzo, el papá de H. prefirió recorrer las escasas cuadras del pueblo para desearle un feliz cumpleaños en persona. Atravesó un par de calles de tierra seca y canto rodado para ver a sus hijos y sus nietos. No sabía que estaba infectado con COVID19 y que iba a contagiar a algunos de ellos. Tampoco sospechaba que el virus acabaría con su vida y llevaría a las autoridades provinciales a bloquear el pueblo por completo.

Después de la comida, el hermano de H. visitó a otro vecino para ayudarlo a limpiar el calefactor, justo antes de que los primeros fríos del otoño comenzaran a apretar la zona precordillerana. Días después, y a partir de un malestar que fue confundido con un dolor de estómago, el dueño del calefactor fue internado en Zapala. Su cuadro empeoró con rapidez. A los 64 años, murió como víctima del virus.

Desde la zona urbana de Loncopué pueden vislumbrarse, a la distancia, los primeros cerros de la precordillera, las alturas más tímidas y más áridas de los Andes. La mayoría de los pobladores trabaja lejos: guiando a ovejas y chivos hacia las mejores pasturas del verano o extrayendo el cobre en las minas de Campana Mahuida. Adentro, en el pueblo, todos parecen conocerse o tener al menos algún grado de conexión.

Con 26 personas contagiadas y dos muertos, Loncopué quedó en la mira de todos. El Comité de Emergencia de la provincia decidió aislar por completo la localidad. Nadie podía entrar ni salir del pueblo. Las calles de tierra seca no recibirían más pisadas por un período de 5 días.

La zona urbana se convirtió en un hervidero. Los vecinos decían que los que habían hecho el asado eran unos inconscientes, y denunciaban hasta a las personas que salían a hacer las compras. El intendente Walter Fonseca pidió detener la caza de brujas que se había desatado con el país entero como testigo. “Lo que se vio la semana pasada fueron las colas en los supermercados; la gente tiene que aprovisionarse de mercadería para poder quedarse en su casa”, dijo.

En lo últimos días, los únicos que ingresaron a ese terreno ahora desolado fueron los profesionales del Comité de Emergencia provincial. Visitaron el lugar para tratar de dar con el paciente cero, aquel que introdujo el virus en Loncopué. Aún no tienen ninguna certeza, pero afirmaron que las transmisiones se produjeron en tres encuentros sociales: en dos de ellos se carnearon animales. También afirman que los contagios se produjeron en un círculo estrecho. Los casos positivos viven repartidos en 9 domicilios del pueblo.

Con el correr de los días los vecinos se repartieron entre el miedo y la comprensión. Aunque juzgan la inconsciencia de aquellos que rompieron con el aislamiento, sienten que esa comunidad de vínculos entrelazados no puede romperse ahora, cuando es necesario unirse para evitar nuevas víctimas en la localidad.

Por eso suspendieron los asados. Ya no carnean más corderos. Tampoco celebran los cumpleaños, que pasan como una fecha imperceptible en medio del dolor.

El último domingo, H. tuvo otro cumpleaños: su hijo alcanzó la mayoría de edad. Esta vez, no hubo festejos.

Esta nota fue escrita en el marco de la beca Cosecha Roja y se publicó en La Mañana de Neuquén.-