La guerra que se desarrolla es “eminentemente cultural”, ya que la guerrilla en el monte es “sólo la manifestación armada del proceso subversivo y no la más importante”, afirmó alguna vez con sinceridad brutal el general de brigada Acdel Vilas, quien estuvo a cargo del Operativo Independencia, ordenado por decreto del gobierno constitucional de Isabel Perón. Aquella declaración bastaría para dejar en evidencia que no se trató de una guerra entre dos demonios sino de la sistemática aplicación desde el poder estatal de un plan de persecución, detención, desaparición y muerte de trabajadores, artistas, intelectuales, científicos, religiosos y todo aquel que fuera identificado con expresiones organizativas del pueblo.
“Vilas, usted no me ha dejado nada por hacer”, dicen que le dijo el general de brigada Antonio Domingo Bussi a su antecesor poco después de que lo relevara el 18 de diciembre de 1975.
Pero el general Bussi encontró qué hacer: durante su gobierno de facto, desde marzo de 1976 a diciembre de 1977, se perpetraron 371 desapariciones forzadas. “Es una verdadera epopeya contra la agresión marxista-leninista que acosaba al país”, diría tiempo después.
Centros clandestinos de detención, multiplicación y profesionalización de los grupos de tortura, persecución de dirigencias sindicales, políticas y estudiantiles ajenas al accionar de la guerrilla, ataque con explosivos a la Universidad Nacional de Tucumán, la Legislatura y sedes de partidos políticos. Secuestro, prisión ilegal, vejaciones, tortura y desaparición fueron el resultado del plan que se inició con aquel decreto del gobierno constitucional que sería depuesto poco tiempo después.
Entre 1974 y 1979, 656 personas fueron desaparecidas en Tucumán. Tres de cada cuatro personas secuestradas y desaparecidas desde el Operativo Independencia fueron obreros de fábrica y surco de la industria azucarera, peones rurales y obreros de la construcción. Una de esas desaparecidas en Tucumán es Diana Irene Oesterheld, hija del escritor y guionista Héctor Oesterheld (1919-1978), quien estaba embarazada de seis meses en el momento de su desaparición. El padre de Diana, Héctor Oesterheld, fue secuestrado en 1977 y asesinado en 1978.
En momentos en que se lleva adelante la megacausa Operativo Independencia, integrantes de ese operativo fueron parte, en Tucumán, del desfile por el Bicentenario de la Independencia, al tiempo que en Buenos Aires el carapintada Aldo Rico desfilaba mezclado entre los ex combatientes en Palermo y, para alegría de Cecilia Pando, otro tanto hacía el teniente coronel Emilio Nani, quien alguna vez dijera que “los derechos humanos en nuestro país siempre estuvieron en manos de los terroristas”.
¿Podemos pensar que se trata de expresiones aisladas y nostálgicas carentes de raigambre y de vínculos con el poder político que hoy gobierna nuestro país? Creo que no. Más allá de algunos moderados repudios de ocasión, las decisiones políticas, los mensajes y la gestualidad del actual gobierno tienen plena coherencia con la velada o manifiesta reivindicación de la dictadura cívico militar y sus políticas.
Un presidente que pone en el banquillo de los acusados a los trabajadores y sus conquistas gremiales, que en consonancia con el pedido de disculpas de su ministro Alfonso Prat Gay a España, le expresa al rey Juan Carlos la angustia de los patriotas por tener que independizarse de España y que en cada decisión de gobierno retoma el rumbo político y económico que se instauró en nuestro país a partir del Proceso, es claramente sentido como propio por los responsables del genocidio, reaviva las ansias de impunidad y las expresiones de revancha y abre la puerta a nuevas manifestaciones de discriminación, violencia y muerte, como lo demuestran los grupos neonazis que actúan en Mar del Plata, el ataque al a redacción de Tiempo, el agravamiento del gatillo fácil, el paulatino retorno de la represión como herramienta de control social y la sistemática campaña política, mediática y judicial de persecución, deslegitimación y demonización de diversos referentes y expresiones populares.
Esto no quiere decir que cada uno de los votantes de Mauricio Macri o quienes sin haberlo votado mantienen aun algún atisbo de esperanza en su gobierno, hagan propia de manera expresa y rotunda esa ideología. Pero desgraciadamente, los sectores populares están dispersos y desmembrados. Como nunca antes había sucedido en nuestra historia, los grupos que instauraron la dictadura militar y que han logrado mantener y consolidar su poderío económico y sus privilegios aun después de doce años de ampliación de ciudadanía y derechos, llegaron al gobierno mediante las urnas.
El desfile nos puso cara a cara con la crudeza de la derrota. Quizá sirvan para encontrar el camino a seguir las palabras de Taty Almeida luego que se lograra la renuncia de Darío Lopérfido: “Tenemos que juntarnos porque en solitario no se consigue nada”. Construir el mayor marco de unidad posible para cada una de las luchas será mucho más fructífero que desgastarse en la estéril búsqueda de traidores.
0 Comments on "Bicentenario: el desfile de genocidas no es un hecho aislado"