Santo remedio

Lidia Laguna Murillo, de ochenta y un años, no cree mucho en las calaveritas, pero asegura que su San Martín de Porres —una figura de mediano tamaño que preside el living de su casa— se encarga todos los días de que no le asalten. Lidia vive en El Alto, una de las localidades más peligrosas de Bolivia, una ciudad en la que el cuarenta y seis por ciento de la población ha sufrido alguna vez un atraco en plena vía pública, una ciudad injusta, donde los pobres, según Lidia, “se dedican a robar a otros aún más pobres”. A la anciana le desvalijaron esta misma casa justo cuando estaba a punto de jubilarse. “Me morí de rabia porque se lo llevaron todo: la televisión, la radio, plata. Fue cuando mi San Martín no estaba, porque desde que lo tengo acá no me ha pasado nada”.
“Yo a mi San Martín siempre le charlo: ‘negrito quiero esto, negrito bendice a mis hijos’, le digo. Y él me cumple. Hace mucho tiempo, cuando era joven, el negrito hizo aparecer al que le había robado las joyas a mi madre. Se trataba de uno de los ahijados de nuestra familia, que volvió completamente arrepentido, con el rabo entre las piernas, después de que yo acullicara coca frente al santo, como me había recomendado una comadre. Y años más tarde volvió a echarme una mano: alejó de mí al padre de mis tres hijos, que tenía un problema feo con la bebida. Por eso confío tanto en el negrito”.
Cada fin de mes Lidia acomoda junto a su San Martín incienso, mirra y flores y se asegura de que esté vestido con las telas más finas. Y todos los martes le prende un cirio. Pero además tiene un extenso recetario para hacer escapar a los extraños. “En la puerta he clavado unas tijeras boca abajo porque dicen que eso les ahuyenta. Y en mi patio tengo espino. Porque el espino también cuida: bota sus púas si alguien se acerca”.

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En la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen de la ciudad de La Paz, el teniente coronel Jaldibeck Escobar, jefe de recursos humanos, tiene fe ciega en el Señor de la Exaltación. “Cuando estaba en homicidios —recuerda—, investigábamos todo con los métodos científicos que teníamos a mano, pero yo, además, me encomendaba al Señor y te puedo decir que funcionaba. Aquella fue una buena época, ya que pudimos resolver bastantes crímenes. Y no me cabe duda de que contábamos con su inestimable ayuda”.
“Este es un oficio duro —prosigue—, en el que somos testigos cada día de actos realmente atroces y salvajes, como descuartizamientos y apuñalamientos. Y pienso que sin confiar en una instancia superior seguramente se volvería inaguantable. Yo siempre tengo aquí, en el cajón de mi oficina, esto (saca una caja de Kleenex) y esto (saca una botella de agua), porque ante todo somos personas y debemos apoyarnos unos a otros”.
Uno de los casos más difíciles que le tocó vivir a él fue el de los denominados “cogoteros de La Cumbre”, que enterraron en 2002 en más de una decena de cadáveres —de taxistas, en su mayoría— mirando hacia el suelo con el pantalón enredado hasta las rodillas. “Lo hacían así para despistarnos —explica—, porque en el mundo andino se considera que es difícil hallar un cuerpo cuando éste apunta hacia la profundidades”.
Según el policía, los allegados de las víctimas, “también ponen en marcha sus propios rituales cuando se produce un hecho violento”. Existe la convicción, por ejemplo, de que si uno amarra los pies del finado antes de que lo entierren es como si se los amarrara también al que le ha matado para que no pueda escaparse. Se cree además que recoger tierra del lugar de los hechos y vaciarla en el ataúd antes de que metan el cadáver es bueno para que se detenga pronto al asesino, que colocar el cuerpo boca abajo sirve para aplastarlo, para que la justicia caiga sobre él lo antes posible. Y que hacer un velorio de seis días ayuda a los yatiris a dar con el nombre de los responsables.
“Yo respeto mucho todo eso, pero me cuido de hacer cábalas —dice Escobar—. Algunos vienen a marearnos con pistas falsas tras recurrir a adivinos truchos. Y jamás me fío de buenas a primeras. Pero si el indicio es verósimil, le hacemos seguimiento”.

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