Por Emanoella Campello
Lavarse las manos con agua y jabón o con alcohol en gel. Mantener una buena higiene es la recomendación básica de las autoridades sanitarias para prevenir la contaminación por el coronavirus. Las manos limpias previenen varias enfermedades, no sólo Covid-19, pero cuando el virus llega a la periferia vuelve a quedar claro que el acceso a los servicios básicos no siempre es un derecho adquirido por todos.
En muchos hogares en la periferia de Fortaleza no hay agua potable y cuando llueve el barro toma el suelo y las paredes de las casas más precarias. En esa zonas la tasa de mortalidad por Covid-19 es mayor, de acuerdo con estadísticas de la Secretaría Municipal de Salud (SMS).
La comunidad Lagamar es una de las tantas que, de acuerdo con la Compañía de Agua y Alcantarillado de Ceará (Cagece), no tiene un sistema de alcantarillado suficiente para todos. En contraste con la realidad revelada por el informe, el Cagece ha informado que Fortaleza tiene una cobertura de 98.65% del servicio de suministro de agua y la cobertura de alcantarillado es del 62,54%.
Adriana vive en Lagamar desde su nacimiento. Es trabajadora social y participa de Lagamar en Acción, una entidad que recoge alimentos, artículos de higiene y máscaras para los vecinos. De acuerdo a ella, en su zona dos personas murieron de Covid-19. Otros numerosos casos siguen bajo sospecha.
La ausencia de aislamiento social se percibe claramente en la rutina de Lagamar y muchas otras comunidades de Fortaleza. “Las casas son pequeñas, sin circulación de aire. Nosotros intentamos hacer reducción de daños. Tratamos de que los materiales de higiene lleguen al mayor número de residentes. Aquí, la calle es la extensión de nuestra casa”, dice.
Unos metros más adelante de la casa de Adriana vive, hace 37 años, Regina Jaqueline da Silva. “Desde que tengo memoria la situación es precaria. En mi casa hoy solo trabaja mi marido. Aquí, gracias a Dios, tenemos agua y jabón. Es agua residual. La canilla más cercana está en la esquina “, dice.
Las dificultades de los residentes de Lagamar también están presentes en la Comunidad Ginger, en el barrio Manuel Dias Branco. Según el estudio de Desarrollo Humano Fortaleza, la comunidad tiene el peor índice de desarrollo humano (IDH) del capital con respecto a la esperanza de vida.
Vivir en chozas
En Gengibre, a orillas de la laguna, decenas de personas viven en chozas con paredes de tablas. Sin agua, sin alcantarillado, sin energía y sin baño. Los vecinos de los alrededores les ayudan a sobrevivir.
Silvanete Rodrigues vive allí, en una casa construida a unos 50 metros de la laguna.
Cada día agradece por no tener la confirmación de otra persona infectada en la comunidad. “Tratamos de prevenir con el lavado de manos y vamos sobreviviendo con la ayuda de voluntarios”, dice. “Lo que tenemos de alcohol y máscaras es por las donaciones. El camión de la basura no pasa. Viene un chico en una bicicleta tres veces a la semana y se lleva lo que puede. Tampoco están limpiando la laguna y eso afecta a todo la comunidad: muchas personas usan todos los días ese agua estancada”.
En el caso de Gengibre, Cagece admite que no hay una red de alcantarillado. La empresa añade que “de acuerdo con la legislación, en lugares donde no hay red de saneamiento disponibles, los propietarios son responsables de la eliminación adecuada de los residuos generados.”
Bom Jardim
El Bom Jardim es otro barrio que sufre de la desigualdad y el miedo a la expansión de Covid-19. La ciudad es considerada de los peores ingresos de la zona. De acuerdo a Rogério Costa, del Centro de Defesa da Vida Hebert de Souza, hay 41 favelas en el Gran Bom Jardim y la mayoría de las familias viven con menos de un salario mínimo.
Leda María Menezes, de 52 años, entiende esta realidad. Ama de casa, madre de 12 hijos y abuela de tres nietos, es diabética y vive en una región de Bom Jardim, donde la distribución del agua es un problema cotidiano. La familia no tiene tanque de agua en el hogar y depende del suministro regular. Y cuando no hay agua, depende de la buena voluntad de los vecinos o de utilizar el poco dinero que tiene para comprar agua y lavarse las manos.
Rogério Costa, hace trabajo voluntario en Bom Jardim y en otros barrios de las afueras de la ciudad. “La gente se siente abandonada”, dice. “Son comunidades que ya estaban en crisis y con el Codiv es todo más difícil. Cuando llegan equipos de higiene también les llega la sensación de no estar olvidados por completo”.
Esta nota se publicó en el marco de la Beca Cosecha Roja. Una versión en portugués se publicó en el periódico Diário do Nordeste. Fotos de Natinho Rodrigues.-