Cosecha Roja.-
Al chapista Carlos Landívar la empresa de transportes en la que trabajaba le liquidó mal el aguinaldo. Según cuentan algunos, los dueños le debían plata por un “favor” que les había hecho. El hombre, cansado de que lo “forreen”, agarró una pistola calibre 38, fue hasta la empresa, asesinó a sus dos jefes y a un empleado, prendió fuego la oficina y se suicidó. Para la perfiladora criminal María Laura Quiñones Urquiza, el hombre tuvo un deseo de “justicia reivindicativa” dirigido a “las figuras de autoridad”.
Cerca de la 1.30, el chapista Carlos Landívar, de 54 años, llegó hasta la empresa Transportes Bascoy en la que trabajaba, en el límite entre Don Torcuato y Bancalari, provincia de Buenos Aires. A esa hora no había mucha gente, la mayoría de los empleados estaban en la Plaza de Mayo en el acto convocado por el líder de los camioneros, Hugo Moyano.
Landívar cruzó el galpón donde guardan los camiones y fue hasta la oficina administrativa. Ahí estaban Marcelo y Gabriel Gascoy, los dueños de la empresa, y Juan Etcheverry, un empleado administrativo. El hombre entró gritando que le habían liquidado mal el aguinaldo y que le debían plata.
En la mano izquierda llevaba un frasco de edulcorantes con thinner. Con la derecha sacó la pistola calibre 38 que llevaba oculta en la cintura y gatilló al menos ocho veces. Los dos jefes y el empleado murieron en el acto. Landívar roció con el combustible un escritorio en el que había papeles y una computadora y prendió fuego la oficina. Después se suicidó.
Cuando llegó la policía al lugar tuvo que rescatar a otro empleado que había quedado atrapado por las llamas.
Minutos antes de la masacre, el hombre estuvo hablando con una vecina del barrio. Le llevó de regalo una sidra y un pan dulce. La mujer lo invitó a brindar más tarde, cuando saliera del trabajo.
– Me parece que la vas a tomar sola porque hoy hago un desastre- le respondió Landívar.
El móvil del crimen sería la mala liquidación del aguinaldo –unos dos mil pesos- y una deuda anterior que tenían los jefes con Landívar. Según Tiempo Argentino, el hombre le contó a la vecina con la que habló antes de entrar al trabajo que los jefes lo estaban “forreando”, que le debían un aguinaldo y 170 mil pesos por un “favor” que les había hecho.
El “favor” sería una participación en una causa judicial en la que Landívar habría intervenido a favor de la empresa.
“El sujeto”, explicó la perfiladora criminal María Laura Quiñones Urquiza, “tiene algunas formaciones esquizoides”. La especialista sostuvo que el hombre tuvo un “deseo de hacer justicia reivindicatoria” que estuvo dirigido hacia “las figuras de autoridad”. “Que no esté en sus cabales no quiere decir que no sea un hombre organizado y metódico”, aclaró.
-¿Si su venganza estaba dirigida a los jefes, por qué asesinó a su compañero?
El objetivo son las figuras de autoridad. La gente que está cerca paga las consecuencias.
-¿Qué motiva a un asesino a contarle a varios vecinos, de manera indirecta, lo que estaba a hacer?
La idea es delirante, pero para él eso es justicia. En la mente del criminal eso es justicia. Él cree que tiene razón y justifica sus acciones. Hay una predisposición (a cometer el crimen) y un factor precipitante, que puede ser real o no. El factor determinante es un acontecimiento que hace que el sujeto caiga en una desestabilidad emocional. Él lo tiende a exagerar.
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