Que te digan “aguantátela, bien que te gustó”, que te oculten información, que impidan que alguien cercano te acompañe, que te obliguen a parir en una posición incómoda, que te hagan parir por cesárea, que te hagan a parir por parto natural sin dilatación, que se te suban encima de la panza para empujar el bebé, que te pidan que no grites, que te tapen la boca, que te griten, que no te dejen ver a tu bebé, que te mientan, que te hagan sentir que son ellxs lxs que tienen el poder cuando sos vos la que deberías tenerlo. Que te violenten.
La violencia obstétrica es una de las formas de violencia de género más invisibilizada y naturalizada. El estado de vulnerabilidad y desconocimiento con el que suelen llegar al momento del parto las mujeres es garantía de esa violencia. Antes, durante y después del parto.
Los primeros datos oficiales son esclarecedores: cada cuatro días una mujer denuncia haber sido víctima de violencia obstétrica. Desde 2017, la CONSAVIG (Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de la Violencia de Género) recibe estas denuncias y ahora publicó los datos.
En un año, recibió 263 denuncias de todo el país. El 82 por ciento fue por trato deshumanizado. Un porcentaje bastante menor a ese (42 por ciento) fue por falta de información y un 42 por medicalización y patologización. El resto de los porcentajes son de 30 para abajo y las causas son cesárea, privacidad, negar acompañante, negar contacto con el bebé y problemas edilicios, entre otros.
¿Dónde se practica más este tipo de violencia? El 64 por ciento de los casos sucedió en instituciones privadas y el 36 por ciento en hospitales públicos.
La mayor cantidad de denuncias provinieron de la Ciudad de Buenos Aires (37.08 por ciento) y le sigue el Gran Buenos Aires (31.46 por ciento).