El Universal.-
Grupos del crimen organizado en México que se disputan el territorio se consolidan como bandas trasnacionales cuyo rastro de violencia afecta al menos a 16 naciones
En México, la disputa por el control de los territorios se libra entre ocho cárteles de la droga que operan en todo el país y que consolidaron sus proyectos de expansión y se convirtieron en grupos organizados trasnacionales, con presencia y alianzas con grupos criminales locales desde Canadá a Brasil, hasta sumar 16 países del hemisferio.
Aunque los golpes asestados a sus estructuras en los últimos seis años, los han orillado, en México, a diversificar su industria criminal. También se dedican al trasiego de armas, lavado de dinero, extorsión, secuestro, control de productos apócrifos (piratas), tráfico y trata de personas, robo de vehículos y combustible, entre otras actividades ilícitas, con células especializadas para cada operación.
Informes de la Procuraduría General de la República (PGR) de México, revelan la reciente radiografía del narcotráfico en el país, en la que se reconoce como cárteles, al del Pacífico, que lideran Joaquín El Chapo Guzmán, Ismael El Mayo Zambada y Juan José Esparragoza Moreno, El Azul; el del Golfo, ahora sin cabeza visible tras el arresto de Jorge Eduardo Costilla, El Coss; así como Los Zetas, que dirigen Heriberto Lazcano, El Lazca y Miguel Ángel Treviño Morales, Z-40, quienes hoy se disputan el control de la organización.
También mantienen sus posiciones los cárteles de los Arellano Félix, al mando de Fernando Sánchez Arellano, El Ingeniero o Alineador, sobrino de los fundadores; La Familia Michoacana, bajo el liderazgo de Dionicio Loya Plancarte; Los Caballeros Templarios, con Servando Gómez Martínez, La Tuta y Enrique Solís Plancarte El Quique como jefes; además de los Beltrán Leyva, que comanda Héctor Beltrán Leyva. El H y Francisco Hernández García El 2000; y el cártel de Juárez de Vicente Carrillo Fuentes, El Viceroy.
Estos barones de la droga y sus organizaciones son responsables de la violencia en México. La última cifra oficial del gobierno federal detalla que desde diciembre de 2006 hasta noviembre de 2011, se perpetraron 47 mil 515 asesinatos vinculados con la guerra contra el narcotráfico, clasificados como “homicidios por presunta rivalidad delincuencial”. Han existido “meses negros”, abril de 2011 fue el de más alto índice: mil 630 crímenes registrados con la huella del crimen organizado.
A tres meses de concluir su sexenio, el presidente de México, Felipe Calderón ofreció (el 3 de septiembre) su diagnóstico: en la última década el país “dejó de ser uno de mero tránsito de drogas, para convertirse, también en una nación de consumo”. Detalló que la venta de droga al menudeo “provocó que las organizaciones no sólo trataran de controlar rutas y puntos fronterizos, como antes, sino también plazas y regiones enteras del territorio mexicano”.
El narcomenudeo requería la utilización de redes extensas y complejas, para la distribución y venta de drogas. “Ello provocó el involucramiento de miles de personas, en particular de jóvenes, en tales actividades ilícitas, que más pronto o más tarde eran implicados no sólo en tareas de narcomenudeo, sino también en acciones delincuenciales cada vez más violentas”.
El mandatario reconoció que “esta expansión territorial llevó a enfrentamientos cada vez más violentos entre las propias organizaciones. Y en esa disputa por redes y territorios, se gestó y se libra hasta ahora una de las más cruentas luchas de las que se tengan registro”.
Mexicanos rebasan fronteras
A pesar de la lucha contra el narcotráfico, emprendida por el gobierno de Calderón, en la que 22 de los 37 líderes y operadores más buscados han sido detenidos -entre marzo de 2009 a la fecha-, en los últimos años los ocho cárteles mexicanos consolidaron su internacionalización.
Un informe de la PGR actualizado hasta agosto de este año, revela que las organizaciones trasnacionales mexicanas operan y tienen alianzas en 16 países del hemisferio.
El cártel del Pacífico de El Chapo Guzmán, tiene la hegemonía. Hasta el momento expandió su presencia a 13 naciones del continente: Canadá, Estados Unidos, Guatemala, El Salvador, Honduras, Belice, Ecuador, Costa Rica, Colombia, Perú, Chile, Argentina y Venezuela.
Los más cercanos competidores de la organización de El Chapo son los cárteles del Golfo y Zetas (antes aliados y hoy antagónicos), que operan en un total de nueve naciones, según documentó el gobierno federal mexicano con intercambio de información de inteligencia con las autoridades de estos países.
Ambos grupos están en Estados Unidos, Guatemala, El Salvador, Panamá, Colombia y Bolivia, territorios que buscan controlar. También se ha documentado la presencia de Los Zetas en Honduras, Argentina y Brasil; mientras que sus ahora rivales del Cártel del Golfo operan en Belice, Costa Rica y Perú.
El resto de los grupos criminales tienen también operaciones en algunas de estas naciones, pero no al mismo nivel. Por ejemplo, los otrora poderosos, como el cártel de los Arellano Félix, tiene presencia sólo en Estados Unidos y Perú; mientras que el de Juárez está en territorio estadounidense, mantiene sus alianzas en Colombia, además de Honduras, Costa Rica, Panamá y ha llegado a Argentina.
En este mapa del narcotráfico, el reciente grupo criminal de Los Caballeros Templarios, que surgió de La Familia en 2011, en sólo un año ya opera en Estados Unidos; mientras que el grupo michoacano del que emanó tiene ramificaciones en suelo estadounidense, Colombia, Costa Rica y Guatemala.
Los Beltrán Leyva, tras separarse de El Chapo sostienen su propia red en Estados Unidos, Guatemala, Honduras, Costa Rica, Panamá y Colombia.
Contagio en el hemisferio
Colombia permanece, junto con Bolivia y Perú, como el epicentro de la producción de la cocaína. Ecuador y Venezuela, ven cómo cárteles mexicanos y colombianos los usan como países de tránsito, con las consecuencias de violencia en incremento, mientras Chile junto con Argentina -vista como un paraíso para el abastecimiento de precursores químicos- son utilizados como puertos de salida para exportar la droga a África y Europa. Brasil, simplemente es el mayor consumidor de América Latina, pero también el mayor proveedor de insumos químicos para procesar la cocaína.
Bruce Bagley, director del Centro de Estudios para América Latina, asegura que los cárteles mexicanos tienen el control en la región Andina y el expendio en el mercado del Norte.
“Aquí hay algo muy claro: en vez de dejar que grupos intermediarios negocien (la droga), ellos (los narcos mexicanos) ya están con las manos en la masa”.
De acuerdo con el especialista, los mexicanos están “adquiriendo cargamentos ilegales a los grupos colombianos que negocian en el país, es decir, a Las Águilas Negras, a Los Rastrojos y a elementos de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia)”.
En Chile, para el gobierno todo parece indicar que los puertos del país son usados como zonas de tránsito.
“Suponer que este 60% de la producción de la cocaína mundial (generada en Perú y Bolivia) de países vecinos al nuestro sale por otros y no por el nuestro es iluso”, dice Rodrigo Ubilla, subsecretario del Interior.
Entre 2009 y 2011 se incautaron en diferentes partes del mundo 7.9 toneladas de cocaína que salieron desde Arica, ciudad chilena del norte y fronteriza con Bolivia y Perú, y si, de acuerdo con un análisis sólo se incauta entre 25% y 26% de lo que circula, lo que ha salido de Chile podría subir a varias decenas de toneladas, según Ubilla.
Costa Rica por su parte, vive ya las consecuencias de la llegada de organizaciones criminales mexicanas, específicamente el cártel de Sinaloa o del Pacífico, del Golfo y La Familia Michoacana. El zar antidrogas, Mauricio Boraschi, reconoce que los narcotraficantes trajeron un incremento en la violencia pues las ejecuciones pasaron de 49 en 2010 a 51 en 2011.
En el caso de Uruguay, el mismo gobierno se congratula por tener una población reducida, apenas 3 millones de personas. “Somos muy pocos. Es muy difícil mantener el grado de confidencialidad y secreto como para que un gran cártel, sea mexicano o colombiano, se pueda instalar y operar”, afirma José Pedro Izquierdo, titular de la recién creada Dirección Nacional de Lucha Contra el Crimen Organizado. No obstante, se reconoce que es un país de tránsito de droga.
Pero Argentina no puede decir lo mismo. En los últimos tres años aparecieron hombres fuertes de los cárteles colombianos y familiares directos de éstos, al tiempo que se incrementaron los decomisos de cocaína y el consumo de drogas en la calles. En abril de este año, la operación “Luis XV” -por la clase de muebles que eran usados para la exportación de drogas- dio como resultado la captura de 30 personas, la mitad de origen colombiano. En 2011, se incautó la cantidad récord de 6 toneladas de cocaína.
“El fenómeno del sicariato no era observado en Argentina, se vuelve una situación preocupante que va de la mano con el aumento del tráfico de drogas. Si hay más capturas de cargamentos es porque se mueve más cocaína”, dice Eduardo Amadeo, diputado nacional del Frente Peronista y ex titular de la Secretaría para la Prevención de las Adicciones y Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar).
De cinco años a la fecha se conocen al menos tres casos de ejecuciones con víctimas colombianas ligadas al narcotráfico, y una más en la que los asesinados fueron tres argentinos, quienes negociaban venta de efedrina con cárteles mexicanos.
En 2008, justo después de que México decidió cerrar las importaciones de efedrina, producto base para elaborar metanfetamina, en Argentina creció la importación del producto de India y China, vía laboratorios locales de menor peso.
Para las autoridades argentinas, no están dadas las condiciones en esa nación para la creación de cárteles propios. “Nosotros tenemos, entre comillas, una situación por ahora beneficiosa que es que nuestro país está ubicado al revés del ciclo geográfico de los mercados de preferencia y que el nuestro es uno no atractivo”, dijo en declaraciones públicas Rafael Belsa, jefe de la Sedronar y ex canciller. Sin embargo, en los últimos años también aumentaron las bandas locales que ganaron pequeños territorios marginales con la comercialización del llamado paco, sustancia hiperadictiva conformada por pasta base de cocaína y de gran consumo en barrios en situación de emergencia.
Delincuencia común y drogas se cruzan en ese territorio, cuyos consumidores cautivos hacen las veces de soldados de “cocinas” de cocaína. Tres de las villas más importantes de la ciudad de Buenos Aires están, desde el año pasado, bajo control de seguridad de las dos fuerzas de frontera, la Gendarmería y la Prefectura, en un intento oficial de contener la violencia que desbordaba desde allí hacia otros barrios de clase económica media.
De acuerdo con especialistas de Venezuela, es clara la operación de cárteles mexicanos y colombianos en el país. Hernán Matute, coordinador de la Cátedra Libre Antidrogas del Instituto Pedagógico de Caracas, es tajante cuando se refiere a los resultados de la guerra contra las drogas: “No ha generado mayores beneficios para nosotros. Esta guerra se planteó en los países productores como Bolivia, Ecuador, Perú y Colombia. Lo que ha hecho es correr la arruga. El problema se ha trasladado a Venezuela. Ya no sólo es un país puente. Tenemos sembradíos y un incremento del consumo. Entonces este foco en los países productores fragmentó el problema, y por razones geográficas y de complicidad o tolerancia de la administración pública actual ocasionó una magnificación.
Pero para el académico, lo más dramático es el aumento del consumo. “Nuestras encuestas dicen que se ha incrementado 30% en la población juvenil durante los últimos 10 años. Antes no teníamos laboratorios, y ahora el gobierno divulga videos donde aparecen los militares destruyéndolos. No teníamos problemas de grandes capos aquí, y ahora están; se habla aquí de cárteles y minicárteles. Los sembradíos también aparecen en Zulia, Táchira, Apure”, detalla.
La joya de la corona es Brasil. Además de ruta internacional y de representar el mayor mercado consumidor de cocaína de América del Sur, con 900 mil usuarios, ofrece los productos químicos para la industria de la cocaína.
Según el ex secretario Nacional Antidrogas y juez jubilado Walter Maierovitch, sin la fiscalización de la industria química, Brasil tiene el potencial de hacerse una especie de Colombia productora de drogas sintéticas. En ese país, cerca de 25% de la población carcelaria (471 mil personas) responde a proceso o fue condenada por tráfico de drogas, sumando 119 mil presos.
Los grupos de crimen organizado en Brasil no tiene potencial para salir del país, pero están conectados a una red de organizaciones internacionales que representan 3.5% del Producto Interno bruto (PIB) mundial y mueven cerca de 600 mil millones de dólares.
Al final del día, según dice el subsecretario del Interior de Chile, Rodrigo Ubilla, difícilmente se podrá terminar con los cárteles y las organizaciones criminales. “Lo que rescato es que creo que es imposible hacerle daño al narcotráfico y al crimen organizado. No lo vamos a vencer nunca. Se pueden ganar posiciones. Colombia está ganando posiciones todos los días, pero todavía existe el narcotráfico en la zona, pero uno puede hacerle daño en la medida que se cuenten con varios elementos y para mí uno de los principales es la información y eso necesariamente es estar globalizado”, afirma.
Galo Chiriboga Zambrano, fiscal general de Ecuador, es todavía más contundente: “Desde hace varios años tenemos una estrategia policial y militar que al final del día queda el crecimiento del consumo de drogas aumenta y el precio de las drogas sigue en ascenso. La estrategia de la represión no ha dado resultados. Por lo tanto, bajo esa perspectiva de corresponsabilidad creo que los países debemos hacer una reflexión conjunta, concertar nuevas estrategias y nuevas políticas que busquen precisamente alcanzar el objetivo y que los narcóticos no enriquezcan ilegítimamente a las mafias”.
Y sobre legalizar las drogas, el fiscal dice: “Me parece que debería haber un debate global. No es una posibilidad que pueda definir un solo país”.
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