Daniel Riera* – Cosecha Roja.-
Por la mañana de ayer, cuando me enteré que Gabriela Bidera, acusada de encubrimiento agravado, había solicitado una probation, me sentí feliz. Si el 8 de junio había faltado a la audiencia acusando una gastroenteritis, si el 9 de junio se descolgaba con esto, quería decir que estaba perdida. Sonaba a manotazo de ahogado. Al pedir una probation estaba reconociendo que había mentido. A nadie en su sano juicio se le puede ocurrir que una persona que miente en un juicio y que encubre a cuatro asesinos de uniforme que mataron a un chico de 20 años se le puede conceder una probation.
Es un lugar común, pero lo apliqué bien en este caso. Dije: “a nadie en su sano juicio”. El problema es que este juicio, hasta ahora, no tiene nada de “sano”. El tribunal pasó a cuarto intermedio y a las 15 de ayer le concedió a Gabriela Bidera el beneficio solicitado, con la increíble anuencia de la fiscal Mirta del Valle Moreno, que pronto será jueza. En este segundo juicio, la Justicia va perdiendo 1 a 0. Y lo peor es la negligencia demostrada por quien supuestamente está del lado de los buenos.
Repasemos: hablamos de cuatro policías que mataron a golpes y a patadas a un chico de 20 años llamado Julián Antillanca. Hablamos de dos chicas que vieron cómo arrojaban su cadáver en una esquina desde un patrullero. Resulta que una de esas chicas, Jorgelina Domínguez, declara todo lo que vio. Resulta que la otra, Gabriela Bidera, es hija de un comisario. Resulta que Gabriela Bidera decide negar todo lo que vio y embarrar a Domínguez acusándola de haber recibido dinero para inventar una historia. Resulta que Bidera es absuelta junto con todos los acusados en un juicio vergonzoso. Resulta que el Superior Tribunal de Justicia ordena un nuevo juicio y la Corte Suprema de Justicia ratifica la decisión. Resulta que en este nuevo juicio Gabriela Bidera dice Bueno, ok, admito que no fui del todo veraz en el juicio anterior en relación con ese chico muerto al que arrojaron desde un patrullero, estuve floja, ¿me perdonan? Y los jueces –con la anuencia de la fiscal, que había pedido para ella una pena excarcelable– le dicen Bueno, dale, ok, pero no lo vuelvas a hacer, ¿eh? ¿En qué consistirá su probation? ¿Escribirá mil veces en un pizarrón “No debo encubrir homicidios calificados”?
El nuevo juicio por el asesinato de Julián Antillanca no pudo haber tenido peor comienzo. La policía de Chubut –muy particularmente la de Trelew– tiene una larga lista de crímenes en democracia, contemporáneos al de Julián. Rápidamente pienso en Bruno Rodríguez Monsalvez, asesinado. O en César Monsalvez (13 años), desaparecido. O en Angelo Vargas, “suicidado” en un calabozo. O en Mauro Castaño, “incendiado” en otro calabozo. A Maxi Almonacid no lo mataron: lo violaron con un bastón entre varios policías, en una comisaría. Tenía 16 años. Los policías que lo violaron fueron absueltos, todos menos los tres que confesaron, que recibieron penas de prisión en suspenso y nunca dejaron de trabajar como policías. Dos de los tres jueces absolvedores del caso Almonacid integran el nuevo tribunal del caso Antillanca. Dos de los tres jueces absolvedores del caso Antillanca integrarán dentro de unos días el nuevo tribunal por el caso Almonacid. Policías asesinos, policías violadores y jueces han demostrado hasta ahora que se llevan muy bien entre sí. Sólo una enorme presión popular puede torcer esta cadena de impunidad que parece no tener fin. Si nos dormimos, nos duermen de nuevo.
*Director, junto a Mauro Gómez, de Un paisaje de espanto, documental sobre el caso Antillanca.
Foto: El diario de Madryn
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