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Prisión perpetua por el delito de “homicidio calificado por el vínculo y agravado por el uso de arma”. La máxima pena pidió la fiscal Laura Pérez para Susana Freydoz, y solicitó que apenas dictada una eventual condena también se disponga la prisión preventiva para la viuda del asesinado gobernador Carlos Soria porque Freydoz tiene “capacidad económica” para intentar evitar el cumplimiento de una condena, porque debe valorarse la “trascendencia social” del caso y porque la detención ya debe estar definida el día que los médicos decidan autorizarle un tratamiento ambulatorio, habida cuenta que “ella está mejorando”.
Pérez formuló un extenso pero preciso alegato y descartó la existencia de cualquier tipo de causal de justificación, atenuante o eximente de culpabilidad. Dio por probado que el disparo al rostro de Soria fue “voluntario”, producto de un accionar “razonado” y “sin atisbo de enajenación”.
Antes de iniciar su argumentación ante los jueces Carlos Gauna Kroeger, María Evelina García Balduini y Fernando Sánchez Freytes, hizo una aclaración: “Los trascendidos, especulaciones y comentarios que están fuera del expediente ningún valor van a tener en la resolución”.
La primera parte del alegato fue para explicar cómo ocurrió el crimen en la madrugada del 1 de enero en la chacra de Paso Córdoba. “A las 3:40 se retiró el último de los invitados, Martín Soria, y a las 4 salió la ambulancia del hospital. Entonces el tiempo máximo de la escena en el dormitorio no pudo ser más que 10 o a lo sumo 15 minutos”. Fue cuando Soria se estaba desvistiendo que Freydoz ingresó a la habitación para discutir por los desplantes de la jornada pero él ya estaba recostado sobre el lado derecho de la cama cuando se produjo el tiro.
Descartó que el revólver haya tenido desperfectos mecánicos y se haya disparado “solo” y negó que haya sido un tiro “involuntario”. En esta categoría incluyó el disparo “negligente” y el producido durante un forcejeo. Explicó que “es imposible” que el tiro haya salido por el mero contacto con el gatillo porque si bien en acción simple el arma “era celosa”, previo a eso hubiera necesitado amartillarla. “Va contra la lógica y el sentido común suponer que el arma estaba amartillada”, sostuvo. También lo descartó en doble acción (cuando la fuerza en el gatillo activa el martillo y luego produce el disparo) porque eso “requiere una fuerza muy importante y evidente voluntad”. Lo dijo por propia experiencia, porque aclaró que probó el funcionamiento del arma, que pesa más de un kilo y mide unos 35 centímetros. “Tampoco hay elementos ni circunstancias para creer que se le escapó el tiro cuando se iba a suicidar”, enfatizó la fiscal.
Para negar un forcejeo reiteró que el “dermotest” dio positivo en Freydoz pero negativo en las manos de Soria.
Sostuvo que la distancia del disparo no admite tampoco esa hipótesis. “Ni el agua caliente ni el agua oxigenada pueden sacar el hollín ni alterar la lesión de un disparo a contacto; el tatuaje que deja un disparo a corta distancia no se va con alcohol, formol ni refregado”, recalcó. Como ninguna de esas evidencias se detectó en la herida, la fiscal concluyó que el tiro fue a más de 70 cm, como lo sostuvieron los peritos locales y los de Salta. Contra el argumento defensista de que esos restos pudieron haberse eliminado “con los famosos 27 lavados” de la herida, Pérez recalcó que su ausencia se verificó y fotografío “antes” de iniciar la autopsia.
Rechazó los argumentos de la defensa que hablan de un disparo “a contacto” por las salpicaduras de sangre en el arma; justificó esas manchas en que María Emilia, al ingresar a la habitación, corrió el revólver de la cama y “lo manchó con la sangre que tenía en sus manos”. Y anticipándose a otro de los planteos que haría Riccheri, defendió la labor de los policías y peritos de Criminalística y afirmó que no destruyeron evidencias.
Con otro elemento Pérez descartó el forcejeo. “Muy cerca de la cama estaba la mesa de luz pequeña, con un velador, un candelabro, un pastillero y un par de anteojos, y todo quedó en esa mesita, nada se cayó”.
La posición en la que encontraron a Soria -boca arriba y con las piernas cruzadas- es para la fiscal el indicio final de que no hubo forcejeo. “Soria no hubiera reaccionado blandamente si tenía un arma calibre 38 cerca de la cabeza”, argumentó Pérez.
“Concluyo, sin márgenes para la duda, que el disparo fue voluntario. No hablamos de premeditación de un mes, días u horas, alcanza la voluntariedad al momento de jalar el gatillo; es el momento en que tuvo voluntad y conciencia de lo que hacía y es el único momento que le importa al Derecho Penal”, dijo la fiscal.
Sobre la causa de la muerte dio por probado que fue la “lesión encefálica hemorrágica y destructiva” del proyectil y si bien admitió una posible obstrucción parcial de las vías respiratorias por la sangre, insistió en que no hubo signos de broncoaspiración y que ello, en caso de haber ocurrido, no sería más que una consecuencia de la primera lesión. Defendió así la actuación de los médicos del hospital afirmando que fue “urgente, inmediata y pertinente”.
En el último capítulo analizó la imputabilidad de Susana Freydoz. “Siempre que haya conductas con sentido hay conciencia reflexiva y por lo tanto no hay enajenación”, sostuvo para iniciar un detallado descarte de las patologías psiquiátricas que había diagnosticado el perito de la defensa.
Para la fiscal la imputada no padecía un delirio celotípico. “Tenía una personalidad irritada pero no sólo con el tema de los celos, sino con todo”, afirmó. Luego aclaró que las sospechas de una infidelidad “tenían una base cierta y real” y no eran el invento de una mente enferma. Descartó también un “trastorno bipolar en fase maníaca” y una adicción o consumo crónico de alcohol y psicofármacos, que era otro de los ejes de la defensa para alegar la inimputabilidad.
En suma, concluyó que Freydoz comprendió la criminalidad y la evidenció al decir a sus hijos “los arruiné”.
Tampoco hubo para la fiscal emoción violenta ni circunstancias extraordinarias de atenuación. Que Soria no haya brindado por el Año Nuevo con ella y le haya dicho que “prefería estar con cualquiera antes que con ella” no fueron para Pérez los “estímulos externos” que deben existir para que se de la emoción violenta ni tuvieron entidad para justificar una reacción súbita y desmedida como un homicidio.
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