Ni sabemos de las amigas de ellas, ni qué pasó con sus familias, ni los nombres. Ni qué les pasó a estas personas: por ejemplo ¿cómo siguieron adelante esas familias? ¿les caló el feminismo? Si tuvieron acompañamiento o no quienes quedaron, ni un hilo de voz.
¿Qué pasó con la casa que iba a ser un centro de atención a mujeres? ¿se concretó? ¿puso el Estado el dinero? ¿sabemos qué hace el Estado para evitar que haya armas disponibles para nuevos casos?
Él fue condenado, cumplió su condena y se murió. Y ahí van señalando al muerto. Cumplió una condena, vivió un juicio. Para la época incluso un juicio y una condena a contramano de la celebración pública del personaje.
Pero ni un matiz metemos a veces.
¿Que será de la banda que le dedicó una canción? ¿seguirá existiendo? ¿la habrán revisado?
Al mismo tiempo les espanta el punitivismo. Pero me pregunto cómo vamos a salir de eso si habiendo condena, juicio y tal seguimos en que todo sobre lo que hay que volver es sobre el condenado. Que eso sea una noticia es elocuente. Y más o menos lineal, todo análisis mayoritariamente girando en torno a la retórica del monstruo. Otra vez la gastada historia de “conchita”, como lxs niñxs que repiten una palabrota porque da risa.
Si hay noticia en esa muerte ¿es necesario hablar otra vez de lo mismo? ¿y el punto de vista diferente y la fuga feminista y la perspectiva? Un poco más evocar a Cecilia y Adriana, a Gladys McDonald y a Elena Arreche de quienes sabemos bien cómo murieron y nada más.
Como enseña Jablonka, un poco es nuestra decisión qué elegimos conocer, además del hecho obvio de que han sido asesinadas, porque claro que fue un hecho criminal, pero ante todo un hecho social.
¿Por qué si se trata de nosotras seguir hablando de él? Ni sabemos los nombres (los tuve que googlear) un poco a fuerza de la concentración en el opresor. Ya enseñó Audre Lorde: una de sus mayores habilidades es demorarnos de esa forma, ocupándonos de él.