El Diario de Hoy.-
La espiral de violencia inició cuando fueron atacados dos hondureños que venían a recuperar varios millones robados al cártel de Los Valle por uno de los suyos que huyó a El Salvador
Hay crímenes cuyas motivaciones sólo se logra atinar con el paso del tiempo, aunque los responsables permanezcan en el limbo de la impunidad, como en el caso de un hombre y tres adolescentes que aparecieron asesinados dentro del baúl de un auto en las proximidades del Hospital Militar Central, aquel 14 de septiembre de 2009.
Meses antes, a mediados de enero, dos hondureños, entre los cuales había un capitán de la Marina de los Estados Unidos (en situación de retiro, según lo describe él mismo en su cuenta de Facebook) fueron acribillados a balazos cerca del centro turístico Puerta del Diablo, en el municipio de Panchimalco.
Cuatro meses después de que los cuatro cuerpos aparecieron dentro del vehículo en la residencial San Luis de San Salvador, un grupo de hombres armados balaceó la fachada de un rancho en la playa Ticuiziapa, cantón San Diego, La Libertad.
Lo hicieron a manera de desahogo ante la frustración que les supuso largas horas de estar espiando subidos a una escalera por sobre los muros que circundan el rancho, en busca de un objetivo al que querían ajustarle las cuentas por encargo, tras recibir un pago de 75 mil dólares por sus oficios como sicarios.
Esos tres hechos más un tiroteo suscitado en abril de 2010 en la calle Sisimiles y bulevar Los Héroes, cerca de un centro comercial, así como otros homicidios aún en investigación, son parte de las vendettas de un grupo de narcotraficantes hondureños que persiguen a uno de sus paisanos por un millonario robo al cártel al que pertenecía y que a finales de 2008 huyó a El Salvador donde semanas después fue rastreado por sus ex compinches.
Del cuádruple asesinato, del ametrallamiento al rancho en la playa Ticuiziapa, y de otros hechos violentos ocurridos en San Salvador, no han trascendido los resultados de las investigaciones, si es que las hubo.
Sólo en el caso del ataque a los dos hermanos, Jorge Arturo y Jesús Amílcar Borja del Cid y a una salvadoreña, novia de ocasión de uno de ellos, se hizo un proceso judicial que culminó con la absolución de tres capturados, miembros de la mara Salvatrucha MS-13 residentes en el municipio de Apopa, según consta en el expediente 25-2009 del Juzgado 9o. de Instrucción de San Salvador.
Huyendo de Honduras con $4.6 millones
De la mafia y del destino nunca nadie se ha escapado, dice un corrido mexicano. Pero parece que Justo Vidal, de nacionalidad hondureña, sí ha logrado evadir a la mafia… hasta hoy.
Y de paso también ha logrado evadir la justicia salvadoreña por un caso de intento de homicidio, según consta en archivos judiciales.
Los detalles de ese robo a la mafia no se conocen más allá de lo que se dice en cuentas con identidades anónimas en Facebook.
Pero sí está claro que en cuanto el hondureño se apropió de los más de cuatro millones perteneciente al cártel de Los (hermanos) Valle fingió haber sido secuestrado cuando se dirigía a hacer una diligencia en San Pedro Sula.
Su familia lloraba el supuesto secuestro pero pidieron a la Policía no meterse.
Pasaron los días y nadie llamó pidiendo rescate por aquel profesor de inglés de un colegio privado, al parecer propiedad de un clan familiar ligado al narcotráfico, asentado en el municipio La Entrada, departamento de Copán.
Hubo llamados públicos para que respetaran la vida del profesor; periódicos hondureños informaron del secuestro. El ardid les dio resultados… pero por poco tiempo.
Semanas después, la mafia a la que Justo Vidal había traicionado determinó que el secuestro era un montaje y que su hombre había escapado a El Salvador.
En cuanto Justo Vidal llegó a El Salvador buscó un lugar donde radicarse. Comenzó la construcción de un rancho en la playa Ticuiziapa, justo frente a un centro de recreación de una dependencia militar, en el cantón San Diego, La Libertad.
Ingenuidad o no, lo cierto es que comenzó a dejar rastros de su existencia. Lo hizo con un contrato de telefonía y televisión por cable que contrató con su nombre real: Justo Vidal G. L.
No había pasado mucho cuando Justo Vidal fue contactado por quienes se sentían agraviados con su traición. En enero de 2009, dos hombres hondureños con nacionalidad estadounidense llegaron a San Salvador.
Ambos se hospedaron en un hotel capitalino de cuatro estrellas. Uno de ellos contrató a una prostituta VIP y la hizo llegar al hotel.
Cazadores en su trampa
Pocos minutos después de la una de la tarde, Jorge Arturo recibió una llamada de Justo quien le dijo que se reunieran en La Puerta del Diablo.
Para entonces, Justo Vidal estaba viviendo en una casa de la residencial Santa Teresa, en Ciudad Merliot, casi enfrente de un centro comercial.
Los hermanos, Jorge Arturo y Jesús Amílcar, y la chica contratada salieron del hotel. Tomando la calle hacia los Planes de Renderos, Jesús Amílcar, el supuesto capitán retirado de la Marina de los Estados Unidos, según el perfil de éste en Facebook, tuvo una premonición: Esto me huele mal, me da sospechas.
Segundos después, un auto Mazda se les puso al lado derecho mientras un Honda Civic los rebasó por la izquierda y se les atravesó.
Jorge Arturo frenó bruscamente, tanto así que el auto quedó en el sentido contrario al que iban.
Del Honda se bajaron cuatro sujetos y otros cuatro del Mazda; comenzaron a hacerles una lluvia de plomo.
A como pudieron los atacados salieron de la zona de muerte. Jorge Arturo llevaba seis balazos en diversas partes del cuerpo, incluyendo uno en la quijada cuya cicatriz es perfectamente visible en la foto que tiene en su perfil de Facebook.
A Jesús Amílcar le cayeron otros dos balazos y a la chica de compañía le cruzaron la espalda y los pulmones.
Los dos hondureños-estadounidenses se fueron a un hospital público más inmediato, luego buscaron atención en un nosocomio privado de San Salvador. Pese al poder de fuego desplegado por los atacantes, ninguno de los tres tenía heridas que comprometieran sus vidas.
Estando en un hospital, Jorge Arturo recibió una llamada de Justo Vidal a quien le dijo: “Ya me mandaste a matar…”.
Minutos después, la Policía capturó a tres de la mara Salvatrucha (MS-13): Edgar Leonel Z., Abraham Emerson B. G. y Raúl Ernesto P. G. Todos residentes en colonias de Apopa, al norte de San Salvador.
A la Policía, los hermanos hondureños dijeron que habían ido a la Puerta del Diablo porque un amigo les pagaría una deuda, se trataba de Justo Vidal.
Al hablar de Justo Vidal, los Borja del Cid afirmaron que ese sujeto había fingido un secuestro en Honduras y por eso lo buscaban, aunque no dijeron que eran ellos, precisamente, los que lo buscaban.
Fueron arrestados en el aeropuerto de Comalapa tras pedir el alta en el hospital donde los atendieron. En ese momento, ambos hermanos dijeron que habían ido a la Puerta del Diablo por cita de un hondureño que les pagaría 10 mil dólares producto de una deuda.
No obstante, tener la nacionalidad hondureña y estadounidense, los Borja del Cid saldrían para Colombia. Así lo indicaban los boletos que la Policía les decomisó.
Días después, el Juzgado de Paz de Panchimalco los liberó de los delitos de posesión ilegal de armas de fuego y de asociaciones ilícitas.
Ambos se fueron dejando atrás un proceso judicial en el que aparecían como víctimas y tres mareros mas Justo Vidal como presuntos responsables de intento de homicidio.
Meses después, aparecieron los cuatro cadáveres a un costado del hospital Militar, en la San Luis. María del Carmen L., de 12 años, Katherine Michelle F., de 13, Evelyn Cristina L., de 17, y Carlos Humberto Avelar, de 24 años.
Esa masacre quedó también en la impunidad: la cobijo una simple sospecha del entonces director de la Policía, Carlos Ascencio, quien dijo que era un crimen típico de pleitos entre narcotraficantes.
Tampoco se investigó el ametrallamiento al rancho en la playa Ticuiziapa, que fue construido por Justo Vidal.
Allí vivió unos pocos meses; tres o cuatro días antes de que ametrallaran esa propiedad, había escapado con una mujer, un niño y dos hondureños más, tras la excusa de mudarse a San Miguel donde tenía un rancho con ganado que no prosperaba y que necesitaba mejorar. Eso fue lo que dijo Justo Vidal quien sabe que su cabeza tiene buen precio… han subido la recompensa a un cuarto de millón.
De acuerdo a fuentes de El Diario de Hoy, en afán de cazar al traidor, el cártel de Los Valle habrían filtrado al Ejército, a la Policía y Fiscalía salvadoreña dando sobornos a personas clave en esas entidades.
A raíz de ello, Justo Vidal ha tenido que volverse nómada entre México, Guatemala y El Salvador. Uno de los últimos avistamientos de éste fue en Suchitoto. Pero no se mueve sólo, siempre anda con una o dos camionetas que lo protegen.
Por su parte, los hermanos hondureños continúan llegando a El Salvador; vienen a dejar sobornos y a afinar detalles para continuar con la cacería de quien les robó varios millones de dólares.
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