María Eugenia Ludueña – Infojus Noticias.-
Matías Adhemar documenta en imágenes el trabajo incansable de María Isabel Chorobik de Mariani. A los 90 años sigue dedicando cada hora de su vida a encontrar a la beba que tenía tres meses cuando fue robada, en 1976.
Todo se congeló el 24 de noviembre de 1976. Ese día Daniel, el hijo de Chicha Mariani había dejado temprano la casa sobre la calle 30 para irse a trabajar a Buenos Aires. Había besado a su mujer Diana y a su hija de tres meses, Clara Anahí. Otros cuatro compañeros militantes estaban ahí.
En la casa operativa -hoy Casa Teruggi-Mariani- funcionaba una imprenta del periódico Evita Montonera. A las 13:30 más de cien efectivos del Ejército y la Policía Bonaerense llegaron hasta la puerta. Llevaban bombas y armas largas, contaban con una tanqueta y helicópteros de apoyo. En el interior de la casa, una madre, su hijita y los compañeros. el ataque duró más tres horas. Diana Teruggi, Roberto Porfidio, Daniel Mendiburu Eliçabe, Juan Carlos Peiris y Alberto Bossio murieron.
El operativo fue tan brutal que los vecinos quedaron shockeados. En esos días en el barrio se habló de una beba a la que las fuerzas de seguridad habían sacado de la casa envuelta en una frazada. Desde entonces Chicha la busca. Primero con su hijo. Después de que Daniel Mariani fue asesinado en agosto de 1977, Chicha se convirtió en una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo.
A los 90 años Chicha es una trabajadora incansable. Desde que se levanta hasta que se va a dormir: cada una de sus horas incluye alguna actividad para dar con su nieta. Sus colaboradores le leen en voz alta los diarios, los expedientes. La ayudan con la organización de un frondoso archivo.
Con su memoria excepcional, entrenada a fuerza de la necesidad de recordar datos vitales, ata cabos, toma nota y organiza los próximos pasos a seguir.
Desde hace dos meses, el fotógrafo Matías Adhemar se hace invisible para documentar el trabajo diario de Chicha. Tiene un objetivo a largo plazo: contar en un álbum de fotos la actividad incesante de la abuela, su esperanza. Y poder entregársela algún día a Clara Anahí.
“Me produce una enorme emocion enterarme que hay gente que no conozco, se acerca y se ocupa de ayudarme a buscar a mi nieta. Todo el trabajo que hacen, a través de fotografías, murales, libros y mails, me trae un sentimiento enorme de agradecimiento. Estoy segura de que alguno de esos datos, de esos movimientos, de la gente que me está ayudando y yo no conozco, me va a ayudar a llegar a ella”, dice Chicha.
La esperanza de encontrar a Clara Anahí renace cada vez que un bebé robado por la dictadura descubre su identidad. Como la semana pasada, cuando la nieta de Vilma Delinda Sesarego de Gutiérrez -otra de las doce fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo-, supo quiénes eran sus padres, el día de su cumpleaños, su lugar de nacimiento: el Pozo de Bánfield. “Vilma era una gran señora. Fuimos amigas, porque las doce primeras trabajábamos como locas, y así nos llamaban. Murió hace dos años. Sabía de su profunda esperanza de encontrarla y al conocer la noticia me dio mucha pena pensar que Vilma no estaba para abrazar a su nieta”, dice Chicha con su voz serena.
“A veces es absurdo pensar que tengo semejante esperanza, después de 37 años de estar buscando. Y sin embargo, cada vez que una persona me ofrece una posibilidad de ayuda siento que la tengo cerca a Clara Anahí”.
Fotos: Matías Adhemar
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