El sábado 14 de mayo en la madrugada, Nabila Rifo apareció en la calle, desfigurada, inconsciente y con signos de hipotermia, a pocas cuadras de su casa en Coyhaique, ciudad austral ubicada los márgenes de la Patagonia chilena. A Nabila le arrancaron sus ojos, los dientes y su cuerpo estaba fracturado. El único sospechoso del ataque es su pareja, Mauricio Ortega, quién ya había amenazado con matarla. Esta el historia del femicidio frustrado que golpeó a Chile.
Jueves 18 de mayo. Comienza la velatón frente a la Posta Central. Una treintena de mujeres capean el frío, improvisan gritos y pancartas. Se siente en ellas la rabia de un caso que golpeó a un país entero. Algunas mujeres prefieren que Nabila no sobreviva a tanto trauma en su cuerpo, otras dicen que la lucha que ha dado por cinco días es porque quizá ella se aferra a la vida para no abandonar a sus cuatro hijos. Afuera del hospital llegan más jóvenes con cárteles que rezan “Justicia para Nabila”, “Si agreden a una respondamos todas”. El frío ya comienza a congelar las manos, el viento apaga las velas.
– ¿A Nabila no la encontraron con hipotermia y abandonada? -pregunta una.
– Sí, sola, ningún vecino la socorrió, que horrible, cuánto dolor -dice otra.
Luz verde. Las mujeres bajan a la calle en fila para protestar.
A Nabila Rifo de 28 años, le arrancaron los ojos, quizás como un acto simbólico, como si su atacante no quisiera que volviera a posar la mirada en otro hombre. Todo ocurrió la madrugada del sábado 14. Su cuerpo apareció cuarteado por el frío, fracturado, el rostro desdentado y con las cuencas de sus ojos vacías. Después de leer los primeros titulares de la tragedia, parecía imposible comprender tanto ensañamiento.
Horas antes, Nabila estaba en su casa con Mauricio Ortega (41), su pareja. Ella vive en Coyhaique, una ciudad 1400 kilómetros de Santiago. Era una noche helada, estaban reunidos junto a un par de amigos en común y en medio de la fiesta él comenzó a insultarla. Que puta malagradecida. Que yo te doy todo. Te tengo el refrigerador lleno de comida. Después intentó golpearla, los amigos lo contuvieron, sus hijos bajaron en medio de los gritos. Más tarde vendría lo peor. No era la primera vez que la insultaba, ni la primera vez que le hacía escenas.
Finalmente, como contaron los testigos, al terminar la reunión el ataque continuó y subió de tenor. A las seis de la mañana Nabila salió de su hogar y corrió por calle Lautaro hacia el oriente. Alcanzó a recorrer 89 metros, mientras Mauricio Ortega la seguía de cerca. La alcanzó. La golpeó en la cabeza varias veces, con dos trozos de concreto. La abandonó. Volvió. Se arrodilló. Le arrancó los ojos.
¿Cómo era Nabila? Luis, uno de sus amigos, dijo que nadie quiere hablar del tema. La describió como una mujer fuerte, pese a su apariencia frágil y menuda. A la “la Meli”, “la puntito”, la recuerda valiente, una madre cariñosa, una mujer que trataba de esconder su problema, pero lo del maltrato ya era un secreto a voces. “Le echaba siempre para adelante, pese su mala relación con él, siempre lucía bella, alegre, con garra de mujer patagónica…”, dijo. Le cuesta seguir hablando sobre el tema. Todos callan. Todos temen.
Ahora Nabila descansa en la Posta Central en Santiago, contesta algunas preguntas, pero no recuerda lo que pasó. Sus fotos dan vueltas las redes sociales y todos saben cómo era su rostro antes de que su vida se resquebrajara: ojos cafés profundos, menuda, pelo castaño hasta los hombros, mirada tierna, pero afligida. Nabila trabajaba vendiendo muebles, Ortega es desabollador y se dedica a la compra y venta de autos.
Las amigas la adoran y dicen que ella adora a sus niños. Nabila fue madre de su primer hijo a los 16, por eso no tuvo mucho tiempo para estudiar y llegó sólo hasta séptimo básico. De sus cuatro hijos, dos nacieron de su relación con Ortega.
A los 35 Noelia Ruiz, madre de Nabila, enviudó. Al teléfono, contó a Cosecha Roja que su marido murió de un derrame cerebral y que Nabila, que en ese entonces tenía quince años, fue su compañera. Ella la apoyó en todo, cuidaba de sus hermanos mientras ella trabajaba y aún conserva esa relación cercana con ellos. Nabila es la mayor, le siguen Carolina (26), Elvis (20) y Katherine (19). Quizá por ese lazo tan estrecho, es que ella vivía a cuatro cuadras de la casa de mamá.
Noelia dice que su hija es vanidosa, que le gusta andar de punta en blanco, prolijamente maquillada, que es detallista con sus hijos y con ella. Que los cuida a sol y a sombra y que no se separa ni un segundo de los más pequeños.
– Somos muy unidas, es un encanto de hija, por ejemplo ella iba a Santiago a buscar muebles y viajaba con los dos niños chicos, yo me quedaba con los dos más grandes, le encantaba ir para allá- dice y su voz se quiebra un poco.
Recuerda que desde hace unos meses el rostro de Nabila comenzó a ponerse triste. De su niña espontánea pasó a ser una mujer melancólica, retraída, ella como madre sabía más o menos el porque: la violencia de su pareja. Nabila se sentía asfixiada. Noelia se queda en silencio unos segundos.
– Él era un hombre celoso, ya no era la de antes- dijo. No quiso contar más. Aún se nota el miedo al que tanto tiempo estuvieron habituados. Pero confirmó que Mauricio la amenazaba con quitarle los hijos.
En lo que va del año, en Chile se han cometido 14 femicidios (el 2015 llegaron a 45). Nabila vive en una zona marcada por el aislamiento geográfico y donde la red estatal no opera de la mejor manera, dos factores que agravan la impunidad de estas situaciones. Ella ya había denunciado a su pareja por violencia intrafamiliar y así quedó estampado en el Tribunal: el cinco de junio del año pasado, Ortega entró a la casa de Nabila con un hacha. Gritaba que la iba a matar, mientras forzaba la puerta principal. Finalmente, logró entrar por la cocina. La acusación concluyó con firma mensual y el compromiso de que él se sometiera a un tratamiento terapéutico.
Harley Durán, vocera del colectivo “Desnudando” de Coyhaique, dijo a Cosecha Roja: “Sabemos que la pareja de Nabila tenía denuncias previas, incluso que era agresivo con parejas anteriores donde demostró el mismo comportamiento, no era la primera vez. Las denuncias son la punta del iceberg, si miramos la vida de este hombre para atrás, él siempre fue así… Ahora queremos seguir visibilizando el caso, que haya justicia”.
Después de incontables intervenciones, Nabila hoy se encuentra estable. Su madre se quedará con la custodia de sus hijos. Es dueña de una casa humilde de material ligero y tendrá que pedir ayuda para poder mantenerlos.
– Imagínese, a los hijos de Nabila les dijeron que la mamá se había ido de paseo a Santiago, ellos son lo más importante para ella y los niños no tienen idea de lo que sufrió su mamá – contó una amiga de Noelia.
Estos días Nabila recupera el olfato, el gusto y contesta algunas preguntas. Ya se acostumbra al dolor que cruza su menudo cuerpo. A pesar de todo, ella se aferra a la vida.
Foto: 24Horas.cl
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