Por Carolina Rojas y Josefa Barraza
“En el eje vertical, él habla, sí, a la víctima, y su discurso adquiere un cariz punitivo y el agresor un perfil de moralizador, de paladín de la moral social porque, en ese imaginario compartido, el destino de la mujer es ser contenida, censurada, disciplinada, reducida, por el gesto violento de quien reencarna, por medio de este acto, la función soberana”
Rita Segato
Es la tarde del martes 29 de diciembre. Apenas han pasado cinco días de que Lorena supo que habían encontrado a su hija muerta. María Isabel Pavez (22) era estudiante de Obstetricia y tenía una vida por delante. “Lamentablemente, mi María Isabel, no te encontramos como hubiese querido, pero se hará justicia”, publicó Lorena Zamora en Facebook la tarde del 25 de diciembre, mientras muchas familias celebraban juntas las vísperas de Navidad.
El sol pega fuerte en la Villa Nuevo Amanecer de La Florida, Lorena (48) está sentada en el comedor de su casa y cada tanto se les escapa una sonrisa cuando comparte una anécdota sobre su hija. Las paredes de su hogar están cubiertas de fotografías, las que por el calor han comenzado arrugarse en los bordes.
-Era una niña muy tranquila, muy dulce y delicada. A veces daba hasta pena levantarle la voz. Tenía muchos amigos, y le gustaba mucho ayudar. Tenía conciencia social, por eso estudió Obstetricia, para sentir que ayudaba en algo al resto (…) Nadie me ha preguntado cómo era realmente mi hija, y creo que es necesario que se sepa quién era-, relata.
Manuel Valenzuela (25), su sobrino y amigo de María Isabel la mira de cerca.
A ratos apunta las fotografías con el dedo índice y trata de evocar hasta el más mínimo detalle de los momentos que vivió con su hija. Manuel la ayuda a hacer memoria. “La Mari”, nació el dos de septiembre de 1998, y desde muy pequeña fue muy apegada a su mamá, ambas compartían el mismo humor y una personalidad chispeante.
La joven estudió en el colegio de mujeres Carmen Arriarán de La Florida, en donde mantuvo estrechos lazos de amistad. Fue en ese lugar en donde se hizo feminista y era feliz asistiendo a las marchas. Algo que se profundizó aún más cuando entró a estudiar Obstetricia en la Universidad Diego Portales en el año 2019.
-En su carrera, a sus compañeras las consideraba sus hermanas. La Mari era muy querida-, confiesa Lorena, entre otras cosas que dirá más tarde.
Al funeral de María Isabel, llegaron cientos de mujeres.
El femicida
Igor Yaroslav González sigue prófugo tras ser apuntado como el asesino de María Isabel. El cuerpo fue encontrado en un departamento de Santiago Centro que le arrendaba Sebastián Izquierdo, líder de la organización de extrema derecha “La Vanguardia” y “Capitalismo Revolucionario”. No tenía trabajo fijo, estaba indocumentado y solo recibía remesas desde México que le enviaba supuestamente su madre. Tan solo hace un día se aclaró que su identidad tampoco era tal -algo que la policía ya le confirmó a la familia de María Isabel- , su nombre verdadero es Carlos Méndez González, y el que usó en Chile lo tomó de un personaje de animé llamado “Igor”. Dentro de lo que se sabe hasta ahora, también se determinó que ingresó al país sin papeles el año 2013. Entró por Perú y luego vivió en al menos dos viviendas de Izquierdo.
“¡No me grabes!”, le reclama en un video del 2014. Es uno de los pocos registros que existen del “Yaros” o el “Meji”, como lo llamaban los miembros de la organización.
Una de las personas que habituó ese lugar –quien prefiere mantener su nombre en reserva-dice que este extranjero, que apenas sobrepasa el metro sesenta, hacía algunos trabajos de “informática” y que por eso nunca salía de su casa. Así lo confirma una circular del edificio, donde sus vecinos creen que quizás por eso nadie se alertó por lo que pudiera estar pasando.
La noticia fue creciendo con el transcurso de los días, y pronto se supo el más grave de los antecedentes: También era buscado por otro femicidio ocurrido en circunstancias similares en Aguas Calientes, un estado en el centro norte de México, entre Guadalajara y San Luis de Potosí.
Esta es una ciudad típicamente colonial con poco más de 1.300 habitantes. Es un lugar descrito como un territorio tranquilo, dónde todo pasa muy lento. Por eso el femicidio de Itzel Monroy golpeó a toda una comunidad que hoy vuelve a recordar el hecho.
A diferencia de Aguas Calientes, en urbes de mayor tamaño como Ciudad de México, la violencia contra las mujeres se ha multiplicado y tan solo en este lugar entre 2015 y septiembre de 2020 comenzaron más 316 investigaciones por feminicidio. Esto corresponde al 36% de los 875 homicidios de mujeres que se cometieron en el periodo, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (Inegi) y las cifras oficiales del gobierno.
Itzel
-Un año y medio antes del asesinato, se conocieron con este sujeto por Internet, por una red social de aquel entonces, ya existía Messenger y My Space. Después cuando lo investigué supe que tenía algo ahí y ese fue el medio del contacto inicial. Una semana antes de que sucedieran los hechos nos enteramos que eran novios y mantenían una relación -, dice desde México Héctor Monroy, padre de Itzel.
Él es un pediatra y su esposa enfermera, ambos están jubilados. Tiene la voz afable y buena disposición para recordar cada detalle sobre el femicida. Otra de sus hijas es Mildred, de 28 años, quién también trabaja en el sector salud.
Fue Mildred o “Mily”, como le dicen en su familia, quien recibió una cadena de mensajes el domingo con las fotos y la noticia del crimen de María Isabel en Chile. Al principio no le tomó atención, pero más tarde las volvió a ver, inicialmente le pareció conocido, pero no se centró mucho en eso, más tarde repasó los mensajes: Era el asesino de su hermana. Inmediatamente envió las fotografías a sus padres.
-Cuando lo vimos con mi esposa, dimos por hecho de que se trataba de la misma persona, estuvimos comparando fotos y ahí estuvimos completamente seguros de que era el sujeto-, relata Héctor.
Dice que Itzel era una niña inteligente y autónoma, por eso mismo estaba empeñada en entrar a la Universidad Autónoma de México o al Instituto Politécnico Nacional, para ser cirujana dentista.
De Carlos Méndez supieron muy poco mientras estuvo con su hija. No reveló dónde trabajaba, quienes eran sus padres o su círculo más íntimo. Sus visitas eran breves y espaciadas, justamente para sortear cualquier clase de pregunta.
Héctor recuerda su rostro inexpresivo, el gusto por el Visual Kei, y cómo rehuía el contacto con la familia, como mucho lo vio seis veces en la casa, y de pasada, apenas un saludo.
Pero en ese espiral que pude ser la violencia de género, Héctor reconoció algunas señales. La notó más introvertida, seria y menos sociable.
-Fue notorio porque ella era muy extrovertida y alegre entonces se notó ese cambio. Después, recapitulando, porque en ese tiempo no se consideró, si la llegamos a ver con algunos pequeños moretones en brazos y en piernas, pero ella lo justificaba con que se golpeaba con algo o que le salían esas marcas con facilidad. Una vez una maestra de ella le comentó a mi esposa, tiempo después, que la había visto ‘jaloneanda’ y se acercó a preguntarle. Ella le contestó que todo estaba bien-, recuerda.
Tras la investigación, se supo que Carlos en ese entonces vivía en un departamento frente a su madre, una profesora jubilada. El día del asesinato le advirtió a su “roomate” que no llegara tan temprano porque estaría con su novia. Cuando el otro joven llegó, cerca de las once de la noche, encontró a Itzel muerta con una herida cortopunzante parecida a la que se reconoció después en María Isabel.
Itzel iba a terminar la relación.
Los vecinos escucharon algunos ruidos, pero comentaron que como el joven hacía fiestas “muy alocadas” con el sonido de la música alto, no le dieron mayor importancia.
-Nadie lo vio salir, entonces no supimos cómo iba vestido por ejemplo, o algo en particular, pero lo que si sabemos pues es que en cuanto se cometieron los hechos trató de limpiar algo del entorno y se escapó inmediatamente-, dice Héctor.
Otro problema para la familia es que durante la investigación hubo varias negligencias. El asesinato de Itzel ocurrió un viernes santo y se cruzó con el fin de semana, esos días son prácticamente inhábiles en México y en el Ministerio Público solo estaban los guardias. Por esta razón tuvo dos o tres días para escapar. El lunes se reiniciaron las actividades y solo en ese momento se tomaron nuevas declaraciones. Allí se entregó un primer informe a la familia.
-Era desesperante que ellos no actuaran con la rapidez que uno quisiera para buscar pruebas, saber para dónde pudo haber ido, ir por él, todo era de “Vamos a esperar”, “Poco a poco van a ir saliendo informaciones, aguántenos por favor” y cosas así que resultan intolerables-, recuerda Héctor.
Tardaron seis años en pedir una orden de aprehensión. Siempre fue la familia la que estuvo presionando. Cambiaron el fiscal en tres ocasiones y durante la investigación siempre había que partir de cero.
-El último fiscal nos dijo, “con esto es suficiente para que el juez nos dé la orden de aprehensión” y así fue, la justicia no es pronta ni expedita como dice la Constitución-, se lamenta el padre de Itzel antes de terminar la entrevista.
La detención de Carlos Méndez González se decretó el año 2015. El “Meji” ya llevaba un año viviendo en Chile.
María Isabel
-Cada vez que podía andaba con su pañoleta verde o morada. Iba a manifestaciones feministas, incluso fuimos juntos a votar para el plebiscito y fue con una de sus pañoletas. Asistimos juntos a protestas en Plaza de la Dignidad. Ella era de izquierda y feminista. Su proyecto de vida era salir de la universidad, e irse a trabajar a una zona rural, ya que quería ser la matrona del Cesfam del pueblo y ayudar a las mujeres a tener una salud digna-, recuerda Manuel, mientras que Lorena asiente con su cabeza.
La Mari era feminista y de alguna manera contagió a las mujeres de su familia, Brenda, su hermana mayor, también lo es.
Sin embargo, hay un recuerdo que no dejan pasar, al mal recuerdo que su familia cuenta de manera coral: El día que Mari conoció a Igor Yaroslav.
Cuando Mari tenía aproximadamente 14 años, asistió junto a Manuel a un evento de animé en la casa de eventos Chimcowe, en avenida Grecia. En ese lugar conocieron a “Igor Yaroslav”, quien era visual kai, tribu urbana japonesa de estética andrógina, uso de maquillaje y vestimenta extravagante. Después de ese encuentro, ambos comenzaron a mantener contacto y a conversar de vez en cuando por las redes sociales. Se acercaron cada vez más, iniciaron una amistad y meses después comenzaron una relación. Creían que era tan solo un par de años mayor, aunque su rostro reflejaba más edad.
-El Yaros como lo conocíamos, tenía una labia impresionante, así conquistó a la Mari. Ella obviamente estaba encantada con él, porque además era menor de edad, era chica. Nos habíamos visto un par de veces entonces ya había una especie de confianza con él y la Mari jamás la vimos mal con él. No descartó que él la haya manipulado, porque por la diferencia de edad pudo ser. Pero ella hacía su vida, estaba enfocada en sus estudios, pero nunca nos contó algún tipo de agresión de él-, dice Manuel, mientras mira su teléfono.
Lorena recuerda que en reiteradas ocasiones le pidió a su hija conocer a Igor, ya que quería saber un poco más de él. Solamente una vez lo vio en su casa. En octubre de este año, ambos terminaron de buena manera su relación, al punto que siguieron viéndose un par de veces, ella sentía que estaba muy solo y por eso accedió a visitarlo el 17 de diciembre.
-Este tipo no se mostraba, solamente fue a la casa una vez y fue para una Navidad, y en una oportunidad donde mi papá se junto con la Mari en el mall, y ella andaba con él, el tipo se fue, se escondió, y desapareció. Él no permitía que nadie lo viera, a la Mari le decía que estaba ilegal, ya que aún no había regulado su situación en Chile-, explica Brenda.
Los primeros días de la desaparición de Mari, Igor ofreció ayuda en la búsqueda. Sin embargo, en el momento en que la Policía de Investigaciones le solicitó sus datos, nombre y residencia, desapareció, razón por la que sus amigas comenzaron a escribirle a Sebastián Izquierdo por Twitter para presionarlo, ya que ambos eran amigos. María Isabel repite que su hija jamás tuvo una relación de amistad con “el otro joven”.
Lorena a ratos se queda en silencio.
-La gente me juzgó por no denunciar la desaparición de mi hija con anticipación. Nos pidieron esperar 48 horas para realizarla, y gracias a que el caso se difundió la fiscalía tomó el caso, o sino aún estaríamos esperando. Me arrebataron a mi hija, es un dolor que no puedo describir. La juzgaron a ella y a mí por ser su madre. Solamente pido justicia, empatía y respeto por el dolor que estamos viviendo-, dice antes de despedirse en la puerta de su casa.
Este artículo fue publicado originalmente en La voz de los que sobran