Chile: puños ardiendo imposibles de apagar

En Chile siguen las detenciones y torturas. El gobierno hace anuncios que siguen criminalizando a quienes protestan en las calles. El escritor y activista Pabli Balcazar Abu-Abbarah hace este descargo contra el presidente Piñera y los carabineros y reivindica los “puños ardiendo imposibles de apagar”.

Chile: puños ardiendo imposibles de apagar

Por Pabli Balcazar
08/11/2019

Hace unos días se conmemoró el aniversario de muerte de Pablo Vergara Toledo, joven militante asesinado por la sangrienta dictadura de Pinochet por el cual aún se reclama justicia. Hace unas semanas que en Chile no dejan de morir militantes, activistas y decenas de personas anónimas por el sólo hecho de rebelarse. A Chile no ha llegado ninguna normalidad y la violencia del estado no da tregua, se sigue mutilando,violando y  torturando al pueblo impunemente como hace dos semanas, cuando empezó esta revuelta, o como hace 31 años en la última dictadura.

Ayer  Piñera  anunció medidas represivas y sanguinarias  en contra del pueblo y la movilización social. El poder y sus voceros  ya no hablan de las violaciones a los derechos humanos, ni de las muertes, ni la tortura, ni las mutilaciones, ni las desapariciones. Crean relatos épicos sobre las fuerzas armadas y la policía dándole más poder y velando por la seguridad de los que hoy aniquilan al pueblo. La vida del pueblo y la gente no les interesa, se ríen de nosotrxs cuando hablan de los derechos humanos de los carabineros y les parecen descartables las vidas de lxs que están en este minuto resistiendo en la calles.

La calle entera es una llamarada con tantos puños ardiendo que son muy difíciles de apagar. El pueblo sigue desobedeciendo con la rebeldía en cada sonrisa, luchando de manera creativa, violenta, intensa y sensible, tienen terror de ese pueblo que está haciendo nuevamente de la protesta su vida. Hoy la revuelta ocurre en todas partes: en el centro y en las periferias, en la calle y en las casas, el cuerpo, en el sexo y  en el aire.

Chile es hoy un país entero de poetas urbanos que ya no tienen nada que perder  y que hacen arte en cada barricada, en cada uno de sus lienzos y consignas. Cada manifestante nos cuenta en su revuelta su propia historia, que también es la nuestra,  la de las heridas, los dolores y las pérdidas que compartimos.

Un país que levanta a sus muertos de bandera, a los que el sistema público de salud, la represión, el neoliberalismo o la injusticia se los llevaron puestos y los dejaron morir.

Son cientos los que levantan su puño por los que ya no están y entendieron que las familias de lxs desaparecidxs no estaban solas y que morir a manos de una bota militar tiene a los mismos responsables que morir esperando una quimioterapia. Una chica levanta un cartel que dice “por ti mamita que te llamaron para operarte cuando te estábamos velando”. Así como ella son decenas lxs que salen a las calles con el nombre de algún ser querido como única bandera. Una madre y un padre levantan el suyo con la foto de un chico calvo en una cama de un hospital y al lado un “luchamos por ti hijito”.

Lxs chilenxs somos llorones y es por eso que nuestra poesía es lacrimógena como las que nos tiran los pacos, pero lo que no saben es que el pueblo chileno ha llorado lo suficiente y que ya nos acostumbramos a los gases.

Es por eso que hoy son cientos de miles  quienes salen en nombre de los que no pueden o de los que ya no pudieron, por que esta lucha es por la dignidad de un pueblo entero, de cada una de las veces que la desigualdad de este experimento neoliberal nos hizo doler el alma y  nos arrebató a alguien que queríamos.

Otra  madre y otro padre llevan en la mano la foto de su hijo e invitan a la gente a salir a las calles, son Luisa Toledo y Manuel Vergara y ese hijo es Pablo Vergara, asesinado por la dictadura un 5 de noviembre de 1988 junto con Araceli Romo, al poco tiempo del plebiscito, anunciando de manera profética lo que sería esa democracia  con olor a muerte y podredumbre. La familia Vergara Toledo lleva más de 30 años buscando justicia por sus tres hijos, todos asesinados por la dictadura de Pinochet.

Una semana llevan exigiendo justicia los padres de Romario Veloz, un joven migrante ecuatoriano asesinado en Antofagasta por una bala militar, ellxs también toman la foto de su hijo entre las manos y lo lloran, pero también piden justicia.

Esta rebelión ha hecho que repensemos nuestras heridas, esas que el mismo neoliberalismo nos hizo creer que eran sólo nuestras.

Ahora en medio de esta revuelta que nos hizo hablar de nuestros silencios y reflotó nuestras heridas, las que tuvimos que abrir con cuchillos ardientes y sin anestesia, se levantan nuestrxs muertxs y caminan por esas calles bañadas en sangre y olores a gases para marchar con el pueblo buscando venganza, pero sobre todo justicia.

Se levantan cada unx de lxs desparecidxs y asesinadxs en dictadura, pero en estas democracias de telgopor.

Se levantan todxs lxs que murieron esperando un turno en un sistema de salud expulsivo y asesino, caminan lxs oncológicxs calvxs que no pudieron costearse todo el tratamiento, caminan lxs que llamaron para operarse cuando ya estaban enterradxs y lloradxs, caminan lxs viejxs que suicidan para no dejar deudas o porque sus pensiones miserables son más violentas que cualquier molotov, caminan y se levantan del costanera center todxs lxs que cansadxs de vivir  en este capitalismo abismal se lanzan desde las alturas de las megatiendas, pero que sus vidas importaron menos que una oferta de jeans en H&M.

Desde el desierto se levanta Carlos Berguer y todxs lxs hoy son uno mismo con la arena. La Marta Ugarte recorre las playas juntando a todxs lxs que volaron desde los helicópteros militares amarrados a  rieles y que el tiempo transformó en sirenas.

En el Parque Forestal de Santiago las travas y maricas anónimas que nunca nadie quiso llorar, se besan después de años de dormir apretaditas en una fosa común, cuando los mitos decían que se habían ido a las europas. Ellas se besan y hacen una barricada quemando los cafés de los gays progres de José Miguel de la Barra.

En todo Chile se levantan lxs desaparecidxs y  pasan por sus casas antes de ir a marchar, para avisar que ya llegaron, que demoraron un poco pero que aquí están, que tal vez cuando todo se calme vuelvan juntxs y se tomen esa once que esperaron durante 40 años.

Se levantan lxs muertxs y lxs vivxs que dejó la colonia, la dictadura, la democracia, este neoliberalismo violento, la injusticia, el hambre, la desigualdad.

Desde San Joaquin viene la Ana González de Recabarren, a la que los milicos le llevaron a su compañero, a sus hijos y su nuera embarazada. A la Anita se la llevó la espera pero nunca dejó de luchar,  viene con toda su familia y la gente en el barrio les saludará como si ayer no más se hubiesen ido. Ella marcha alegre con la fuerza para enfrentarse a cualquier ejercito si es necesario, porque ahora no está sola.

En el sur se escucha el grito ahogado del Wall Mapu, un grito que nunca ha dejado de sangrar. Y no solo caminan Caupolicán o Leftraru quienes vienen quemando ejemplares de la Araucana porque no quieren ser solo épica.  Desde la tierra se levanta Camilo Catrillanca, asesinado hace un año por una bala en la nuca y la desvergüenza de este gobierno. Junto con él caminan más hermosos que nunca Alex Lemun, Matías Catrileo, Agustina Huenupe y Jose Huenahuente que van con paso firme a encarar a esa centro izquierda tibia que permitió sus muertes, a esos presidentes concertacionistas que hoy  esconden sus cabezas porque están manchados con la sangre del pueblo mapuche.

La tierra tiembla porque son millones lxs que se levantan pidiendo justicia en estos 500 años de opresión y dictadura. Porque en WallMapu se vive a diario lo que en Chile es hoy novedad.

Desde el embalse Ralco se levanta entre las aguas Nicolasa Quintreman, desde esas mismas aguas donde hizo su lucha en contra del extractivismo y donde fue asesinada. Ella levanta unx a unx  a todxs los dirigentes sociales asesinadxs. Camina codo a codo con Macarena Valdés, suicidada por las trasnacionales, y camina con paso firme porque ella nunca dejó de protestar.

Desde Santiago Poniente viene Joan Florvil, mujer haitiana asesinada hace un año por la policía solo por ser migrante, viene con su guaguita en brazos y cuando pasa por la Estación Central está  Víctor Jara que alucinado por los colores, los aromas y la belleza que han traído lxs migrantes al barrio marcha con ellxs, y les dedica esa canción que nunca pudo terminar de cantar.

Desde la periferia sur arriba de la 230 viene la Claudia López, anarquista y bailarina fusilada en democracia, viene danzando en la 230 por Santa Rosa y desde San Bernardo marcha la Jenny Barra, asesinada una y otra vez por la dictadura, por la gran avenida va gritando que ahora sí ha vuelto después de tantos años.

La Nicole Saavedra viene riendo y con la Monica Briones, ambas asesinadas por lesbianas, tijereteando la protesta y despertando a todxs lxs que han muerto por ser camioneras, mariconas, travestis y  demás desviadxs, levantan a José Matías De la Fuente un niño trans de 16 años que se suicidó por las burlas y el hostigamiento de años y que nunca nadie asumió la responsabilidad de su partida, lo levanta y lo arrullan y le dice que esta protesta también es por él, que su muerte es más política que la chucha  y que lxs desviadxs de hoy gritan sus nombres y los escriben en las paredes exigiendo justicia.

Caminan con la sangre aún caliente todxs a lxs que asesinó el estado a sangre fría en medio de esta revuelta que ellos prefieren llamar crisis.  Se levantan unx a unx, sin entender bien lo que pasó esperando que la próxima vez que vuelvan a levantarse la realidad sea otra, y que la utopía por la cual salieron a las calles sea posible.

Desde Temuco camina el Pablo Vergara Toledo hasta la Villa Francia para encontrarse con el Eduardo y el Rafael sus hermanos y la villa entera celebra por ese día que esperaron siempre. Yo desde acá le hago llegar una carta y un besito y le digo que me llamaron Pablo por él y él sonríe y guiña un ojo.

Saluda a cada uno de sus vecinxs, lxs que crecieron escuchando su nombre y gritándolo en las calles como su sobrina Sol, que aprendió de ellos la lucha y la desobediencia. Se abraza con su hermana Anita que por años ha estado buscando justicia y le da un beso a la Luisa, su madre, un beso el país entero siente en sus mejillas y salen juntxs a las calles con la misma rebeldía de hace 31 años. Esa rebeldía que Luisa ha mantenido esperando que el pueblo se levante en esta hermosa violencia, porque nuestra violencia es poesía y resistencia, y la suya es muerte, dolor y represión.

Hoy el pueblo chileno sigue luchando. En este mismo momento mientras escribo están en las calles,  a pesar de las amenazas del tirano, a pesar de toda la muerte, a pesar de esta dictadura y esta guerra que le siguen declarando a pueblo. La gente en Chile seguirá  luchando, no se cansa y no tiene miedo. Se encontrarán imaginando otros mundo posibles, donde la protesta y la alegría son una sola cosa. Se encontraran en un abrazo rebelde y desobediente  todxs a lxs que asesinó la dictadura, lxs que mató la democracia y lxs que el neoliberalismo dejó morir con lxs que hoy luchan también por seguir vivxs buscando la justicia que en 500 años de muerte aún no hemos podido encontrar. Y cualquier intento de silenciar esta lucha será sólo más combustible para mantener encendida esta llamarada.