A fines del año pasado, Maribel Pujols (44) viajó desde Republica Dominicana. Quería trabajar y cumplir un sueño: vivir en una casa propia con José, su marido, y sus dos hijos. Sin embargo, el altiplano se interpuso. Después de haber recorrido los primeros 500 metros en Chile, no resistió. Su muerte no sólo habla del desamparo de algunos extranjeros que llegan al país; sino también de una red que lucra con los inmigrantes más vulnerables.
Por Alejandra Carmona y Catalina Barrios
17 de noviembre de 2016.
La cartera y los zapatos de Maribel Pujols son un accesorio extraño en medio del desierto. Los jeans y los tacones rojos no sirven para alejar el frío inclemente del altiplano. La comuna de Colchane está acostumbrada a los grados bajo cero y a la altura. Por eso no cuadra la imagen de Maribel tendida, ya en tierra chilena, vestida como para andar por la ciudad.
Es común que la zona se transforme en el camino de inmigrantes que entran a Chile de forma ilegal. Vigilar que eso no ocurra es una de las tareas principales de la Policía en la frontera.
Son las seis de la tarde y una patrulla de Carabineros está frente al cuerpo de Maribel. Nadie sabe cuándo murió. Podría ser hace 24 horas. O hace 48. Por los zapatos y la cartera los policías creen que no estaba preparada para enfrentar el frío. Tampoco es difícil intuir que el salbutamol –un inhalador que llevaba entre sus cosas- podría no ser suficiente para que un asmático soportara ese clima y los más de 4 mil metros sobre el nivel del mar.
Era obvio, Maribel no venía a morir.
EL SUEÑO CHILENO
A las 4 de la mañana del domingo 30 de octubre de 2016 Maribel Pujols llegó al aeropuerto de Santo Domingo en República Dominicana. Partía por primera vez a Chile. Sus dos hijos la fueron a dejar entre lágrimas. No sabían cuándo volverían a ver. José Turbi, su marido, escuchó su última petición:
-Cuida a los niños –le dijo con tristeza y se subió al avión.
A pesar de la emoción por dejar a sus dos hijos y a José, Maribel se iba feliz por la nueva oportunidad de trabajo en Chile. Llevaba meses sin empleo y quería lograr su objetivo: una casa propia. Por eso José dice que ella estaba muy decidida y lo hizo para ayudarlo a él y a sus hijos.
José no tenía miedo. No era la primera vez que Maribel viajaba. Había estado por cuatro años en España por la misma razón, en busca de mejores oportunidades laborales. Además, el contacto había sido a través de una amiga a la que llamaban “Muñeca”, que vivía en Santiago de Chile y había realizado el viaje con las mismas personas que le recomendó. El trato era así: tenían que pagarle a “Joselito” -el encargado directo del trámite en República Dominicana- 2 mil dólares, que José consiguió con prestamistas en su país. Las distintas escalas harían que el viaje tardara una semana.
La última vez que habló con Maribel fue el 10 de noviembre a las 15:30 de Chile, porque ya había llegado específicamente en la comuna de Colchane. Después de esa llamada, José estuvo 48 horas sin saber nada de ella.
Dos días después, recibió la llamada de Álex, a quien José sindica como “el coyote” que estaba haciendo el viaje con su mujer.
-Se puso mala y se mareó en el desierto así que la tuvieron que hospitalizar –le explicó Álex por teléfono.
José no le creyó. Corrió hacia la embajada de Chile en República Dominicana y declaró que Maribel estaba perdida. Habló en radios locales, hizo publicaciones en redes sociales. No tuvo respuestas.
Una semana después, encontraron su cuerpo cerca de Iquique, en la frontera de Chile y Bolivia. Llevaba la misma ropa que el día que salió de su casa.
UNA RED SIN FRONTERAS
El día que encontraron a Maribel tendida en el desierto, 500 metros después de haber entrado a Chile, el hallazgo también desnudó el negocio: una mafia que opera desde República Dominicana y hoy está siendo investigada por el Ministerio Público. Todos los ojos están puestos en el sector. Incluso se instaló una avanzada del Regimiento Cazadores en Cariquima, a 12 kilómetros al sur de Colchane.
Muchos de los extranjeros que pagan por cruzar la frontera no conocen a lo que se enfrentarán.
-Traen muy poca ropa. No tienen la menor idea de cuáles son los peligros. Pagan porque los ingresen al país, pero desconocen cualquier tipo de condiciones -dice un policía.
Si cruzan en invierno tendrán que soportar casi 20 grados bajo cero.
Esta forma de entrar al país cobra cada día mayor interés para los dominicanos. De la región, solo República Dominicana y Cuba necesitan visa consular para entrar a Chile. A mayores obstáculos, mayor lucro para el negocio. “La visa para los dominicanos está complicada; no se le está dando a todos. Por eso las mafias se aprovechan de esta situación para ofrecer esta alternativa de viaje que es nefasta”, dice Marcela Correa, del Servicio Jesuita a Migrantes.
Marcela cuenta que la mayoría de las personas piensan que algunos inmigrantes viajan a Chile sabiendo que harán un recorrido mortal, pero no es así. “No saben. La promesa es de venir a Chile con todo en orden y a trabajar. Entonces es cierto que se dan cuenta cuando ya están ahí, pero que van a hacer. ¿Devolverse?”, dice Marcela.
Después de la muerte de Maribel el gobierno presentó a través de la Intendencia de Tarapacáuna una querella por tráfico de migrantes en el Tribunal de Pozo Almonte. La investigación sigue su curso.
A dos meses del hallazgo del cuerpo, José Turbí pudo tener a Maribel de regreso. Ni siquiera había dinero para viajar a buscar a su esposa.
-Aún -dice- tengo que reunir el dinero para pagar los 2 mil dólares que conseguimos para que mi esposa viajara a Chile.
*Esta nota fue escrita en el marco de la Beca Cosecha Roja. También fue publicada por El Mostrador
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