Lissette tenía 11 años, había sido abusada  y estaba en un centro de menores en Chile.  Ocho meses atrás murió por las torturas de sus cuidadores. Su muerte destapó las torturas que sufren otros niños en situación de encierro. Uno de ellos es un Cread en Playa Ancha, donde están alojados niños de entre 8 y 13 años. Estos son sus testimonios.

A Christian lo empujaron dentro de la ducha con agua fría. Estaba vestido y se resbaló. Perdió dos dientes. A Felipe casi todas las noches lo despiertan y le pegan en los brazos. A Eugenio le pegan en todo el cuerpo, con los puños cerrados. Son niños y están al cuidado de una institución estatal. Los golpes son el castigo, les dicen, por haberse portado mal durante el día.

“El tío  estaba enojado porque yo había hecho show, por eso me tiró fuerte”, dijo Christian, luciendo los dos huecos que le dejaron los golpes en la encía. El suyo es parte de los testimonios que niños entre los 8 y 13 años dieron a asistentes sociales o sicólogos a lo largo de su estadía en el Cread (Centro de Reparación Especializada de Administración Directa) de Playa Ancha, en Valparaíso, un centro que acoge a pequeños en situaciones vulnerables.

Como otros recintos del Servicio Nacional de Menores (Sename), este centro también ha sido cuestionado por malos tratos, prácticas que dejaron de ser invisibles con la muerte de Lissette, de 11 años,  hace ocho meses. El Ministerio Público buscará formalizar por “tormentos” y apremios “ilegítimos” a los funcionarios públicos que causaron la muerte de la niña.

“El tío Greg me dijo que yo nunca más en mi vida iba a volver con mi mamá porque ella no quiere tenerme”, dijo Christian. “Y hace tiempo  el tío Greg me hizo unas llaves en el brazo y todavía me duele”, contó.

Estos son algunos de los relatos de los niños de Playa Ancha que fueron entregados en mayo del año pasado por las propias autoridades del Cread  al Sename y se abrió un sumario en el que un fiscal de la institución propuso la destitución de 11 funcionarios. A estos testimonios tuvo acceso El Mostrador (los nombres de los niños han sido cambiados para proteger su integridad).

Inventario de torturas

Camilo tiene un cuaderno donde anota cómo les pegan. Esteban lo vio escribir luego de que lo tiraran del camarote y lo golpearan con una silla. Y lo ve llevar ese registro cada día, como un inventario de torturas. Cada niño recibe su ración. Esteban quisiera ser más grande para poder defender a sus compañeros menores que él, pero no puede: “Hay un cabro chico que me dice a mí papá y yo no puedo defenderlo”. Y lo que más le da pena, dice, es que le pegan a su hermano menor. “Él es enfermo, no importa si me pegan a mí, pero al Claudio no. Igual les tengo cariño a todos los tíos”.

Antes del sumario, antes de que el proceso enfrentara un tiempo de apelaciones y una larga espera, otro de los menores contaba que una vez los dejaron formados hasta la medianoche fuera de la casa. A veces con frío, los niños enfilaban hacia el patio castigados.

Los golpes se repiten hasta naturalizarse. El cuidador Luis González, contó Esteban, lo suele agarrar de la nuca fuerte, le dobla los pies hacia atrás.  “Está bien que nos peguen, porque nos portamos mal”, expresó Esteban. “Los tíos nos dicen que es para aprender porque al salir del CTD tendremos otra vida nueva, pero nos dicen que si volvemos uhhhhhh nos van a pegar más fuerte. Nos dicen que estamos acá por nuestra culpa, porque nos portamos mal. Las tías son un poco más amables”.

Antonio, otro de los menores, contó que desde que le “sacaron la cresta” ahora se porta bien; aunque no olvida ese día: “Yo había peleado con el Nico y para tranquilizarme estaba pegándole a la almohada y él (un tío) me preguntó por qué lo hacía. Yo le dije ‘porque no tienen vida’. Ahí me levantó, me tiró al suelo, me hizo una llave y me pegó con el escobillón en la guata. Me dolió mucho. Todos los tíos saben hacer la llave”.

Descompensados

Hay palabras que se marcan a fuego. Cuando los golpes y el maltrato hacen que los chicos pierdan el control sicológico, se vuelvan agresivos o sientan mucha tristeza, en la jerga se dice que se “descompensan”.

“Yo me descompensé porque los tíos molestan mucho a mi hermano Felipe”, detalló Eugenio. “Le dicen concha tu madre y él se descompensa y ellos le pegan, todos los días. A mí, el tío Greg me pegaba paipes por eso me descompensé y me hizo un gesto de que me iba a dar un combo fuerte”.

“A mi hermano le pegan mucho también y cuando a mí me están pegando, él se descompensa para que no me sigan pegando a mí”, contó Sergio. “Nos forman, nos sacan en la noche y nos hacen cobrar. Yo no quiero ni una hueá”, agregó.

‘Cobrar’ es otra palabra clave. Cuando cada noche un cuidador despierta a Felipe para golpearlo, lo que hace, dicen los niños, es “cobrarle” las faltas de la jornada. “Lo despiertan en la noche cuando está durmiendo para molestarlo porque se porta mal en el día, se cobran. Le dicen mucho garabato, feo culiao, conchetumadre, perro. Los tíos nos forman afuera de la casa con frío y de noche y nos pegan fuerte”, contó Eugenio.

Otros niños refieren la misma situación. Frente a los golpes, a Christian le advirtieron que debía hacer silencio. “Me dicen que no puedo contarle a mi mamá porque si no, me cobrarán”, dijo.

“A veces nos forman en la noche, varias veces, afuera de la casa y nos pegan. Nos cobran, hacen eso”, declaró Antonio.  “Me siento inseguro porque la tía Carolina cuando llegué me dijo ‘te vamos a cuidar bien cuidado’. Y me están cuidando a golpes”.

La investigación continúa. Según la Ley Electoral no se puede despedir a funcionarios públicos 30 días antes y 60 días después de una elección. Las últimas votaciones municipales fueron el 23 de octubre. Y los niños que entregaron sus relatos continúan siendo parte del Centro.

Esta nota fue escrita en el Marco de la Beca Cosecha Roja y será publicada tanto en Cosecha Roja como en El Mostrador.-