Por Luis Fernando Afanador. Semana.-
El mayor Hugo Aguilar Naranjo cuenta en forma detallada y cruda cómo fue el operativo que condujo a la muerte de Pablo Escobar. Germán Castro Caycedo. Operación Pablo Escobar. Planeta, 2012. 298 páginas
Recuerdo con exactitud el día en que mataron a Pablo Escobar. Estaba en mi casa, era jueves en la tarde y mientras en la radio confirmaban la noticia y empezaban a entrevistar políticos y dirigentes, abracé a mi pequeño hijo de un año y siete meses. La época de miedo y terror había terminado aunque ya habíamos empezado a pensar que Pablo Escobar nunca iba a morir. Al fin, el Estado impotente lograba imponerse después de tantas humillaciones, tantas burlas y tantos muertos. Quizás mi hijo tendría la posibilidad de vivir en un país menos sangriento.
Creo que muchos colombianos, al igual que yo, tienen grabado en su memoria aquel día con absoluta nitidez. Y, también, supongo, quedaron con la misma curiosidad por conocer los detalles de la operación que dio lugar a su muerte. Pues bien, con 20 años de atraso —todo nos llega tarde, es sabido—, este libro de Germán Castro Caycedo viene a satisfacerla. Operación Pablo Escobar, es una largo reportaje con el mayor Hugo Aguilar Naranjo, quien diseñó la estrategia del Bloque de Búsqueda y dio de baja al ‘Patrón del mal’ el 2 de diciembre de 1993 a las 2:50 p.m.
El relato del mayor, desde luego, es un intenso thriller en el que las infiltraciones y la interceptación de las comunicaciones jugaron un papel decisivo. Hasta último momento el poder corruptor y la astucia de Escobar no solo hicieron abortar operaciones claves, sino que llevaron al sacrificio a cientos de policías del Bloque de Búsqueda: “Cuando los ataques con bombas en los retenes, el capitán vendió a noventa y nueve hombres. De su compañía que eran cien hombres, solamente quedó vivo un policía que ahora está jodido. A los demás se los entregó a Escobar por dinero”. En ese juego del gato y el ratón -donde el ratón era la policía- y en el que cada una de las partes se sabía chuzada por la otra, no faltó el duelo verbal al aire: Escobar: “Gonorrea hijueputa, les voy a volar la escuela Carlos Holguín, les voy a volar a sus familias”. Mayor Hugo Aguilar: “Toque a las familias, colóqueles a ellas una bomba y le pondremos una a la santa de su mujer, a su hija y al talego de manteca de su muchachito”.
Guerra es guerra. Y como lo deja traslucir el mayor, no hubo ningún reparo por parte de ‘las fuerzas de la ley’ en hacer alianzas y recibir apoyo económico —y en especie— del cartel de Cali, de Fidel Castaño y de los paramilitares del Magdalena Medio: “Nosotros, la policía del momento, armamos a Isaza: cuando decomisábamos cierta cantidad de fusiles de munición, algunas granadas de fragmentación, armas cortas, se las dábamos a aquel hombre y, además, logramos que la embajada de los Estados Unidos a través de los gringos de la DEA, le dieran un fondo para fortalecerse”. Tampoco hubo reparo en los procedimientos utilizados, no muy santos: “Desde luego, cuando llegó al sitio donde debía recoger a la mujer, lo capturamos. Le hicimos algunas caricias y el tipo, orinado, temblando, describió el sitio donde se encontraba la banda”.
En su conversación con Castro Caycedo, el mayor no parece esconder nada ni pretende proteger a nadie. Por eso resulta confiable y valioso su testimonio para el que quiera saber — más allá de la leyenda que nos ha llegado por vía oral— cómo sucedió en realidad ese episodio oscuro de nuestra historia. Al cabo de los años, no deja de sorprender la facilidad con que el capo podía corromper a la oficialidad y la falta de sintonía de los altos mandos con el operativo de captura y con lo que estaba sucediendo. Un día más sin haber producido resultados y el Bloque de Búsqueda hubiera sido desmantelado por ellos. Por cierto, el operativo tipo comando logró el resultado conocido en contra de la decisión de la jerarquía militar de hacer otro más vistoso y farandulero. En ningún momento, reconoce el mayor a manera de autocrítica, se pensó en debilitar la estructura económica del cartel.
Como complemento, el libro trae una malograda entrevista de Castro Caycedo a Escobar —ya publicada antes— en el que este dice cosas muy pertinentes para la Colombia de las conversaciones de paz: “Para que eso camine, como máximo usted puede poner al del helado cerca, pero frente a frente tienen que estar los que aprietan el gatillo”.
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