Hugo Alonso. Diario de Río Negro.-
En el largo pasillo del servicio de Clínica Médica del hospital de Cipolletti casi todas las puertas están abiertas. Médicos, enfermeros, mucamas y familiares entran y salen, siempre en contacto con los pacientes que ocupan las dos camas de cada sala.
Nada de eso ocurre en la habitación 9. Allí no se puede entrar de manera sencilla. Allí no hay espacio compartido. Allí reside desde hace nueve meses Susana Freydoz, la mujer que dentro de tres días regresará a su Roca natal para afrontar el juicio por el asesinato de su marido, el exgobernador Carlos Soria.
La mujer que el 18 de abril cumplió 61 años no es una más entre todos los internados en ese pabellón común. Nunca lo fue. En primer lugar por la trascendencia del episodio que protagonizó, pero también por las características de su vida cotidiana.
Freydoz nunca tuvo otro internado a su lado, pero eso no significa que pase sus días en soledad. Un operador de Salud Mental la acompaña durante las 24 horas, un beneficio atípico para quienes pasan por ese servicio del sistema público provincial, según confiaron a “Río Negro” trabajadores hospitalarios.
Son esos agentes quienes programan y observan las variadas actividades que realiza desde que se levanta –temprano– hasta que se acuesta.
Quienes la conocieron en Roca saben que Freydoz siempre se preocupó por su imagen y buen estado físico. Los conocimientos adquiridos cuando se recibió de nutricionista se complementaron a lo largo de los años con una rigurosa rutina de ejercicios.
Nada de eso cambió luego de que sus días comenzaran a transcurrir en el “Pedro Moguillansky” de la calle Naciones Unidas.
En principio fue una cinta del área de Cardiología la que contuvo sus pasos. Sin embargo, el aparato se rompió y emergió allí una alternativa que provocó disgustos puertas adentro del hospital, donde reconocen que si cualquier otro paciente de Salud Mental pide algo similar la respuesta inmediata sería un “no”.
Freydoz empezó a concurrir asiduamente al antiguo hospital cipoleño, en la calle Fernández Oro, donde funciona el servicio de Kinesiología y cuentan con varios elementos útiles para conseguir el objetivo de mantenerse en forma.
Los cuestionamientos hacia esa práctica están centrados en el despliegue de recursos estatales necesarios para su traslado, ya que –según las fuentes oficiales consultadas– se utiliza una ambulancia y de un centro a otro deben ir también los policías que tienen asignada la custodia de la imputada por el crimen del exgobernador.
“Río Negro” comprobó ayer esa situación, cuando registró el arribo de la mujer y una acompañante al hospital en un móvil de Salud Pública.
Pasatiempos y visitas
La habitación que ocupa Freydoz tiene las mismas dimensiones que el resto de las salas, pero en el interior hay diferencias notables.
Las demás no tienen la biblioteca con los libros que la mujer hizo trasladar desde Roca ni las flores con las que suele embellecerse el ambiente, donde un televisor es otro factor fundamental para hacer más distendido el proceso.
Las fuentes que dialogaron con “Río Negro” comentaron que el tejido es otro de los pasatiempos predilectos para los momentos sin visitas, que de todas maneras son pocos. Allí se abre otro punto conflictivo para el personal hospitalario, que en más de una oportunidad tuvo que escuchar críticas de familiares de otros pacientes a los que hacían cumplir sin concesiones el horario de visita, al tiempo que observaban que Freydoz recibía allegados en distintos momentos del día.
Sobre esas presencias, la información conseguida en el hospital indica que los hijos del matrimonio Soria concurren a ver a su madre, aunque con el paso del tiempo se redujo la asiduidad de los encuentros.
La madre y la hermana de Freydoz (esta última fue quien la contuvo en su casa de Allen durante los días posteriores al crimen) también pasan mañanas y tardes en la habitación.
Y si algo faltaba para confirmar el interés por mantener su imagen, basta con mencionar los servicios de manicura y peluquería que le autorizan contratar.
Otro dato importante aportado por las fuentes de Salud Pública es que Freydoz cuenta con un teléfono celular. “Desde allí contacta a sus allegados y luego el operador de Salud Mental consulta a la psiquiatra Alicia Hermida, que finalmente decide quién entra y quién no”, explicaron los profesionales consultados.
Aquí debe mencionarse un dato relevante y es que la mujer está procesada por el delito de homicidio calificado, pero nunca pesó sobre ella la prisión preventiva.
Esta condición fue establecida el 27 de enero por el exjuez de instrucción –hoy camarista– Emilio Stadler y ratificada el 23 de mayo por la Cámara Primera del Crimen. Esta última resolución se emitió como respuesta a las autoridades del hospital, quienes pretendieron “deslindar responsabilidades” sobre eventuales inconvenientes por la permanencia de Freydoz en el centro estatal.
Los jueces ratificaron que la internación se había definido con la finalidad de evitar actos de autoagresión y que la custodia policial permanente era indispensable para que no existan “represalias por parte de terceros”.
“Por el momento no se advierten razones médicas que aconsejen modificar el régimen oportunamente dispuesto”, concluyeron desde la Cámara.
Los días y noches pasaron. Freydoz apenas salió unos kilómetros de Cipolletti cuando la llevaron al odontólogo al puesto sanitario de Puente 83. El próximo lunes recorrerá un trayecto más largo. Relatando su versión o escuchando la acusación en su contra, en los tribunales de Roca deberá volver al 1 de enero, cuando una bala calibre 38 marcó el final para Carlos Soria y la vida de ella se transformó para siempre.
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