1.
Con todas sus desgracias, la pandemia trajo aparejadas algunas consecuencias deletéreas positivas, que no son pocas. Una de ellas es el acelerado ingreso del Poder Judicial al mundo virtual: la provincia de Buenos Aires anunció que a partir de junio se terminan los expedientes en papel (los árboles respiran aliviados), funcionarios comienzan a trabajar en forma remota desde sus hogares y firman resoluciones virtuales con el mismo valor legal que si la estamparan con una lapicera, y numerosas audiencias se celebran por distintas plataformas que permiten conectarse en tiempo real a múltiples actores desde distintos lugares.
En La Madre Patria (si, los Estados Unidos) dirían: ¡el futuro ha llegado! Y es posible que sea de esa manera. Es que, presumo, cuando salgamos de la emergencia sanitaria muchas serán las cosas que habrán cambiado para siempre. Unas para bien, otras para mal, según los intereses y posición del observador.
2.
El sábado 2 de mayo la Asociación Pensamiento Penal realizó el primer simulacro virtual de juicio por jurados, que fue seguido on line por las redes sociales por unas 13 mil personas de todas las provincias argentinas, de otros países de la región y Europa. Fue un evento sin precedentes.
Seis mujeres y seis hombres, ubicadas físicamente en distintos puntos geográficos (Chubut, Misiones, La Rioja, Chaco, Jujuy, Corrientes, Montevideo, Ciudad Autónoma, Mendoza, Ciudad de México, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires) y desde distintas experiencias de vida y trayectorias (jubilado, empleada, comerciante, enfermero, estudiante, profesor, trabajadora social, periodista, psicopedagoga, albañil, astrónoma, estudiante de derecho, desempleada y camionero) tenían que decidir si el acusado era culpable de un femicidio.
El juez (yo) situado en Necochea, la fiscal en Zapala, el defensor en Valparaíso y el acusado también en Necochea. Los testigos en Córdoba, Catamarca, Rosario y CABA. Público de todo el país, de toda la región y también de Europa siguiendo atentamente el ejercicio que se extendió por unas cinco horas, hasta que los jurados llegaron a una decisión.
El debate transcurrió con una particularidad: en la medida que se producían las declaraciones el público asumía un rol activo. Abandonando el papel de un mero espectador, que se limita a observar lo que ocurre, opinaba de modo intenso en los chats de las redes, haciendo observaciones y aportes respecto de lo que ocurría.
3.
¿Será posible que condenemos a una persona o la absolvamos desde un puesto virtual remoto, sin tener contacto personal?
Confieso que cuando se me planteó esta posibilidad lo primero que se me vino a la mente fueron los jueces italianos sin rostro, que en las décadas de los 70 y 80 juzgaban a miembros de la mafia con la cara tapada, para evitar posibles represalias. Una figura que me costaba aceptar desde la ortodoxia judicial y del mundo de derecho.
Lo cierto y lo concreto es que hoy ya estamos condenando a personas sin encontrarnos frente a frente y cara a cara. Es el caso de los juicios abreviados que ya han comenzado a celebrarse haciendo uso de audiencias virtuales.
¿Podremos hacer lo propio con los juicios orales y públicos, y más específicamente, con los juicios por jurados?
Recuerdo una resolución de esta misma semana de la Cámara Federal de Casación Penal que recomienda continuar con el trámite de los juicios por delitos de lesa humanidad empleando la modalidad de audiencias virtuales.
De todos modos, el actual contacto personal de juezas y jueces con víctimas y victimarios en las audiencias orales ¿tiene la calidad necesaria que nos permita asegurar que es preferible al contacto virtual?
4.
Vivimos una época donde lo único concreto es la incertidumbre. Nadie se encuentra en condiciones de asegurar nada, ya que a poco de andar los hechos se encargan de desmentirnos. Yo creí que jamás iba a ver ingresar de modo legal los teléfonos celulares a los establecimientos penales. Una circunstancia fortuita torció el rumbo de esta historia. Tampoco pensé que la naturaleza recobraría fuerzas y se recuperaría frente a los intereses económicos que diezman el planeta. Todavía me restan ver unas cuantas cosas más. Por ejemplo, que las personas no teman por su seguridad por cultivar una planta que cura sus enfermedades, o que las mujeres no sean víctimas de la violencia machista y también puedan decidir sobre su proyecto familiar.
Tampoco pierdo las esperanzas que, finalmente, prevalezca el respeto por las opiniones diferentes y que nuestros debates puedan discurrir sobre la base de la sensatez y el sentido común, en la búsqueda de los entendimientos que nos permitan avanzar como sociedad.
Y que, básicamente, impere el amor por el prójimo.