Miriam Maidana* – Cosecha Roja.-
“He aprendido la ecuación de la droga. La droga no es un medio para incrementar el disfrute de la vida. La droga no es un estimulante. Es un modo de vivir.” William Burroughs / Yonqui
El consumo problemático de sustancias psicoactivas es un tema delicado: en un país muy “Boca/River” se pasó de políticas abstencionistas y represivas a pedidos de despenalización, muchas veces confundidos con legalización. Porque si hay algo que en Argentina se mantiene inmutable es la Ley de Estupefacientes: la 23.737 reina desde 1989, donde tras un arduo debate se consiguió que el coqueo no fuera penalizado (en el proyecto original si lo estaba), se excluyeran de la condena los consumos de alcohol y psicofármacos (porque pagan impuestos generosos y a los laboratorios hay que tenerlos contentos) y quedaran todas las otras sustancias comprendidas como “ilegales”: desde la marihuana hasta la heroína.
La Ley, insisto, no ha sido modificada: algunos jueces han sentado precedentes del tipo “consumo personal”, pero son sólo algunos. Es una legislación compleja. Por un lado ordena –en casos de tenencia para consumo personal- una medida educativa o un tratamiento de rehabilitación, entendiendo que hay un problema de salud subyacente. Y al mismo tiempo exige que si esto no sucede el usuario de sustancias debe cumplir una pena de cárcel. Es decir, un problema de salud vuelve “delincuente” a quien no cumple con la prescripción legal.
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Cuando vemos por televisión que un hombre bomba implosiona en un shopping o dos adolescentes armados ingresan a un colegio y provocan una matanza nos impresionamos. Suele haber arduos debates sobre el fanatismo religioso, la posesión de armas, las críticas a juegos violentos y hasta a cierta escucha de músicas “demoníacas” (Heavy Metal, por lo general).
Ahora bien: si una persona se sube a una camioneta luego de haber consumido alcohol, marihuana, cocaína, psicofármacos, etc, no es asociada con portar una bomba o dos ametralladoras. Lo que es visible se invisibiliza. Pero, en potencia, hay riesgo de asesinar.
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Chano, cantante y líder de la banda Tan Biónica, es la cara visible de un entramado cuidadoso del sistema legal privado que pueden costear los que tienen dinero (en su caso no solo lo tiene, lo genera y en grandes cantidades). Por uno o dos días supimos de su condición como conductor bajo efecto de estupefacientes, luego fue una “víctima que casi pierde un ojo”, al otro día le dieron el alta, después las revistas lo “descubrieron” caminando por la calle y hablando por celular. El abogado ya habló de la cantidad de demandas que iniciaría (sobre todo a la clínica por haber divulgado los resultados del exámen toxicológico). Y todo quedó coronado en el acto final: Chano con Lanata (casi una reunión de Narcóticos Anónimos) y Chano en Telefé. “No soy culpable”, repitió. “La verdad es que yo no me siento culpable de nada en esta situación. Yo tengo para aprender de mí mismo un montón de cosas. Tal vez, venía viviendo una vida, escuchando poco, al palo y, por ahí, en mi posición, es difícil. Por momento, no es que te lo creés, pero vivís con cierta impunidad”, dijo.
No está claro si la “turba” (primero eran vecinos, luego hinchas de River, más tarde “trapitos”) lo atacó porque lo reconoció (muy difícil teniendo en cuenta la camioneta y los vidrios polarizados), si quiso robarle los 20 pares de zapatillas “con diseño exclusivo” o todas sus pertenencias, o simplemente eran personas que planeaban un secuestro en la avenida más transitada de Capital Federal a horas tempranas de la noche.
Lo que sí sabemos es que chocó ocho autos, que mientras sus abogados se rasgan las vestiduras porque trascendió un exámen toxicológico el video que demuestra “el ataque” fue ¡primicia de Intrusos!, que lo defendieron sus novias y ex novias y hasta la que pudo ser su abuela política. Todas ellas dijeron lo “bueno” que es Chano. Los demás no sabemos nada de él, no lo conocemos en la intimidad. Lo que sí es discutible es que tan livianamente alegue no sentirse “culpable”. Porque no se trata de “culpa”, se trata de responsabilidad.
Tanto en los hombres bombas como en los asesinos seriales hay un riesgo potencial: no se sabe cuántos muertos provocarán sus bombas o ataques. Tal vez uno, tal vez cien, tal vez ninguno. Con los conductores que manejan irresponsablemente bajo efectos de sustancias psicoactivas sucede lo mismo.
La diferencia es la intención: el hombre bomba está convencido de su acto. Chano o cualquiera que sale de su casa a lugares donde pueda consumir alguna sustancia puede bien decidir no manejar. Puede pedir un taxi, un remise o lo puede llevar alguien que no haya consumido.
Salir a la calle con un vehículo habiendo consumido sustancia legal o ilegal es casi similar a un hombre bomba: la diferencia, insisto, es la intencionalidad. Pero en cuanto al riesgo es el mismo: Chano chocó ocho autos, pudieron ser ocho familias, ocho niños, ocho personas en situación de calle. Porque las sustancias psicoactivas debilitan la atención, los sentidos: si no alteraran algo, ¿para que se consumirían?
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Un mediodía de hace muchos años Juan Castro, entonces conductor de Zoo, fue a almorzar con Mirtha Legrand. Eran los primeros años noventa y la señora habló con él de drogas, luego de un programa suyo a favor de la despenalización del consumo. Castro fue claro: no es que el consumo de sustancias ingresa a todas las personas en un espiral de infierno, delincuencia y muerte. Hay un momento divertido del consumo. Hay un efecto recreativo. Y por cierto no todo consumo es “problemático”: el mismo Chano trabaja sin parar, gana mucho dinero, les hace ganar más dinero a su entorno (productores y ahora abogados), sale con chicas lindas. Ahí es el poster en la pared. Hasta que un día se “la pega en la pera” (como dicen los consumidores de las barriadas humildes) y debe aprender el libreto: “soy un enfermo, lucho contra eso”. Es Gastón Pauls. Es Jorge Lanata. Es María Eugenia Ritó. Chano es casi nieto de Mirtha Legrand.
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En Argentina hay muchos usuarios pero dos son emblemáticos: Diego Maradona y Charly García. Ganaron muchos dólares menemistas al ser contratados para la campaña “Sol sin drogas”. García los cobró e hizo la gira, reversionándola: “Drogas sin sol”. El Diego se fue a Cuba a limpiarse, Charly no maneja: viaja en limusina. A lo sumo casi se matan a sí mismos. No fueron alcanzados por la Ley, aunque Charly aceptó el padrinazgo de Palito Ortega para hacer un tratamiento al que concurrió atado como un matambre en una camilla. Ahora consume legal, sólo psicofármacos.
Es como dice Chano: “Vivís con cierta impunidad”.
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Dejo para el final la canallada más grande que he leído en los últimos días: el abogado del femicida Fernando Farré declaró que su defendido “no recuerda haber tomado sus antidepresivos esa mañana”. Se refiere al día en el que con un par de cuchillos Tramontina mató a su ex mujer, madre de sus tres hijos.
Yo creo que no debe haber antecedentes de semejante defensa, estaré atenta a la articulación consumo de antidepresivos/control de impulsos para asesinar. No estamos hablando aquí de un psicótico, no. Es un hombre cuya carrera profesional se estaba viniendo a pique, afrontaba un divorcio y había sido denunciado por violencia de género. Nuevamente nos lo presentaron obviando el eje de la responsabilidad.
O sea que el consumo de sustancias psicoactivas sirve un poco para todo: para tener las cárceles atestadas de pobres que se creyeron que el rivotril es la sustancia que da coraje para robar (se la llama “corajil” entre los pibes), para las mulas que caminan desde países limítrofes tras ingresarse en su cuerpo, mediante vaselina, cápsulas de cocaína que pueden provocarles la muerte en un minuto a cambio de U$S 20, para asistir a grupos de rehabilitación con alto rating (Chano con Lanata), para victimizarse, para escaparse de la realidad, para sentirse en Jamaica (uno de los países con índice de pobreza más alto en el mundo, pero que se supone viven felices a pleno porro), para trabajar 48 horas sin parar en mesas de dinero, para olvidar, para “emocionarse violentamente” y asesinar a ex esposas.
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Si quieren un día de estos damos algunos debates serios: o es un problema de salud o es un tema delictivo. Pero no lo usemos como excusa cuando hay dinero para pagar buenos abogados.
Como le pasó a Ricki Espinoza de Flema: tras una noche bebiendo Tang con vino y quién sabe qué más, se tiró del balcón. Un par de años antes había vendido miles de discos y llenado Cemento, y había estado unos años sobrio luego de un tratamiento en un Centro Público. Los consumos problemáticos, a veces, cuestan la vida.
Hay muchas personas pasándola mal, que no son convocados a programas de TV ni descubiertos por la prensa paseando por Palermo. Y menos que menos asesinando.
* Psicoanalista, investigadora UBACyT en Consumos Problemáticos.
Foto: 24CON
[Nota publicada el 28 de agosto de 2015]
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