Por Waldo Cebrero
La noche del 1° de enero de 2012 después de bailar una chacarera con su mujer, de tomar y comer en un largo tablón rodeado de sus 12 hijos y sus nietos, Luis Zoilo Palacios –50 años, chapista de Rio Ceballos– se sentó en una silla, dijo qué felicidad, dijo qué linda noche para joder, cruzó los brazos sobre su pecho y se murió.
Zoilo no sabía mucho de la muerte, pero una angustia terrible había empezado a socavarle el corazón seis meses antes: había pasado una noche –solo una noche–preso junto a dos de sus hijos y el pelo, de golpe, se le volvió blanco. Desde entonces durmió en la cama cucheta de su casa humilde, mirando los recortes de diarios que había pegado en el elástico de arriba: la foto de sus hijos golpeados, amasijados y los titulares que denunciaban abuso policial.
Leñita pal fuego
El segundo hijo de Luis Zoilo también se llama Luis Zoilo y ahora tiene 27 años, una herida de bala en la pierna, trastorno de ansiedad, depresión, pánico y la mirada dura, triste.
El tiro en el muslo derecho se lo dio el oficial subinspector –aun en actividad– Gerardo Gómez, el mediodía del 8 de junio de 2011, luego de una discusión que comenzó cuando le pidieron el documento* y él, que había ido a juntar leña con su hermano de 11 años a un campo cercano a su casa de barrio Loza, les dijo que no los tenía.
–No lo traje, pero si quiere le digo. Anote: treinta y un millones ciento…
– ¿Qué, te la vas a tirar de malo, putito?–, escuchó por respuesta.
Dos vecinos -Adrián Flores y Silvia Moreno- que pasaban por allí en un vehículo vieron la escena y decidieron parar. El muchacho les pidió que avisaran urgente a su familia. “Cuando estábamos por retirarnos a buscar al papá de Zoilo escuchamos que un policía lo insultaba por lo bajo, provocándolo. Entonces decidimos quedarnos y llamar por teléfono”, explicó Flores. Según contaron los testigos, mientras esperaban, aparecieron en el lugar una camioneta CAP y otro móvil. Zoilo padre llegó junto a su hijo Daniel, de 26 años, a bordo de un Rastrojero y encontró a sus dos hijos sentados sobre la leña, rodeados por seis policías.
– ¿Qué quieren ahora? ¡Ya me tienen cansado!–, exclamó el hombre.
La situación estaba controlada, hasta que el subinspector Gerardo Gómez le dio una cachetada a Zoilo y quiso meterlo por la fuerza en un móvil. El chico se resistió. Entonces, lo que comenzó como “un control de rutina”, como explicaron los uniformados, se transformó en un desmán de piñas y culatazos entre los seis uniformados y los dos hermanos Palacios. Fue el propio Gómez quien decidió ponerle fin a la pelea con un disparo al aire realizado con una Itaka que tenia municiones antitumulto. Los otros dos tiros fueron dirigidos al cuerpo de Zoilo.
– ¡Me pegó el hijo de puta!–, dijo el oficial antes de dispararle. Erro el primer tiro, y a un metro y medio de distancia, impactó el siguiente en la pierna del muchacho. Después hubo más culatazos y patadas en el piso, donde quedó la sangre y la leña desparramada.
El episodio está relatado por las víctimas y por Adrian Flores, en una causa en la que el Fiscal del Distrito 4 turno 2, Eugenio Pérez Moreno, lleva contra seis policías (entre ellos una mujer) por los delitos de lesiones leves, vejaciones y encubrimiento.
Desde ese lugar, Zoilo fue trasladado a la comisaría de Rio Ceballos con su padre y sus dos hermanos. No lo llevaron al centro de salud, no lo atendió ningún médico. Encerrado en un calabozo, Zoilo padre volvería a saber de sus hijos algunas horas después.
– Mi viejo no veía pero escuchaba como nos pegaban. ‘No les peguen mas a los chicos’ decía llorando. Nunca más me olvido. La comisaría era una pudrición. Ni un colchón, nada. Estábamos tirados y mi viejo decía: ‘¡Uhh!, mirá, esto nos querían hacer. Arruinarnos la vida’. Ahí nos pisaron la cabeza, nos escupieron la boca, todo. Uno le metió el palo de goma en la herida a mi hermano y también se lo pasaba por el culo, así sobre la ropa. Le decía que igual se lo iban a romper enla UCA.
El que habla es Daniel, el vocero de esta historia. Zoilo ha visto llegar un auto, sabe que trae periodistas y prefiere esfumarse. Los Palacio son tan humildes que hasta se disculpan. Dicen que está deprimido, que no habla, que tiene miedo. Se ha sentado en un baldío contiguo a la casa y dibuja simplezas en la tierra con un palito. No se moverá de ahí hasta que los invasores se vayan.
A las 19 de ese día los “contraventores” abandonaron la comisaría de Rio Ceballos. Don Palacio fue trasladado ala UCAdonde pasó la noche. Sus hijos fueron derivados al Hospital de Urgencia, pero antes hicieron una parada en la comisaría de Unquillo. El parte médico del Urgencias habla de múltiples lesiones en los cuerpos de los dos chicos. Por los golpes que tenían no los recibieron enla UCAy tuvieron que llevarlos de nuevo a la comisaría de Rio Ceballos.
Lo que sabe el doctor Peña
El doctor Miguel Ángel Peña es cardiólogo. El 10 de mayo de 2011, exactamente un mes antes de la golpiza, atendió a Luis Zoilo padre e hijo. Su testimonio, reproducido por primera vez para esta nota, aclara algunas cosas:
– Me acuerdo de Zoilo. Tenía 26 años y no tenía mutual. Lo derivaron por soplo y asma. Pero cuando lo vi tenía el corazón normal. Le digo ‘loco, esto no es el corazón. Esto que te pasa a vos es otra cosa. ¿Vos consumís cocaína o alguna huevada?’. Me dijo ‘yo tomé de todo, doc. De los 16 años, todo’. También me dijo que estaba seguro de que tampoco era la falta de alcohol. Porque solo y espontáneamente había dejado de consumir. ‘¿Y cuál es tu problema?’ le pregunté. ‘La verdad es que tengo cagazo. En la noche me viene esto, me agito, empiezo a pensar lo que me puede pasar a mí y a mi familia’. Me dijo que había dejado de consumir para que no les pase lo mismo a su hermano menor y a sus amigos del barrio. Había hecho un clic. Me dijo que desde ese momento empezó a observar que la policía lo molestaba cada vez más. Que lo hostigaban, que lo paraban para pedirle el documento, que lo llevaban preso, que él siempre se peleaba a piñas, que hizo denuncias pero no le dieron bola. Entonces yo le hice un certificado y le receté tratamiento psicológico. Un mes después le llamé al padre para saber cómo iba. ‘Es tarde doctor, anteayer lo reventaron al Zoilo’, me dijo.
El día de la paliza, en el Centro de Salud de Río Ceballos, le informaron a los policías que Zoilo estaba haciendo tratamiento psicológico, que era nervioso y tenía problemas para dormir. Zoilo dijo en su declaración ante el fiscal que eso fue usado por los uniformados para provocarlo aun más. En Unquillo uno de los agentes los obligó a abrir las piernas y ponerse contra la pared. “Yo soy más loquito que vos. ¿Sabes? En el barrio mandamos nosotros”, les dijo y después les pateo los testículos.
Esa noche, doña Norma vio llegar a sus hijos a la comisaría de Rio Ceballos con algunos vecinos que habían ido a apoyarla. Estaban desfigurados. A tarde el fiscal Moyano había comenzado a trabajar en una causa de “resistencia a la autoridad” sin saber nada –no había sido informado– de la golpiza. Pero el caso ya trascendía en los medios gracias a las denuncias del testigo Flores.
Daniel mira las fotos de ese día y dice que a veces no sabe qué pasó. Ahora tiene una cicatriz que le recorre toda la frente. “Me cosieron a la vuelta” dice.
–La leña que mi hermano fue a buscar no sirvió de nada. Esa noche nos cagamos de frío igual. Dormimos en el piso, sobre trapos. En un calabozo. Pero al menos nos dejaron en paz hasta las siete de la mañana.
A esa hora, unos cincuenta vecinos exigieron frente a la comisaría la liberación de los chicos.
Homónimos
Hay algo simpático en el nombre que le tocó en suerte al segundo de los chicos Palacio. Norma, la madre, sonríe con malicia antes de meter la cuchara con su sencillez demoledora:
– No. Lo que pasó es que hubo una confusión. Y no quisimos arruinar el documento.
Ella y su marido habían elegido José Luis, pero cuando la empleada de registro preguntó “¿cómo se llama?”, ella sólo atinó a contestar “Luis Zoilo”.
– Pensé que me preguntaba por el nombre del padre.
Zoilo y Norma se conocieron en un baile dela MonaGimenezhace casi 30 años, en Villa Allende. Él fue siempre un hombre alegre, jodón. Daniel dice que los últimos meses ya lo habían perdido.
– Vivía asustado. Nosotros somos muchos y él tenía miedo, no quería que saliéramos a la calle. Ahora la familia está partida y mi hermano es pura tristeza nomás.
Don Luis Zoilo Palacios murió la noche de año nuevo de un ataque al corazón.
* Serán sancionados con multa equivalentes hasta diez Unidades de Multas o arresto de hasta tres (3) días, los que en lugares públicos o abiertos al público, existiendo motivos razonables por los que se les exija su identificación, omitieren hacerlo o se negaren a dar los informes necesarios o los dieran falsamente.
Art. 79. Negativa u omisión a identificarse.
Foto: Nicolas Bravo
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