Martín de la Canal*.-
Todo comenzó la madrugada del 18 de julio de 2012 en Lobería, provincia de Buenos Aires. Andrea Pulido y Juan Pablo Irigoyen, su pareja y papá de sus dos hijas pequeñas, fueron a dar una vuelta en camioneta. Se detuvieron en la zona de quintas, muy cerca del centro de la ciudad, posiblemente discutiendo por problemas de la pareja. En ese momento ella le disparó un tiro en la cara con una pistola calibre 22 largo. En el debate oral y público se comprobó que no había existido forcejeo previo.
Andrea fue condenada a 13 años de prisión por homicidio. Hasta que su sentencia no esté firme cumple arresto domiciliario en una chacra en la afueras de Lobería y cuida a sus dos hijas. Al terminar el juicio se mostró arrepentida por lo ocurrido.
El 19 de octubre de 2013 Julio Aldecoa -conocido como “Tyson” por haberle mordido una oreja al Secretario de Gobierno de la Municipalidad y haber sido despedido de su cargo como empleado del Corralón de Vialidad- decidió armarse con una carabina calibre 22 y un hacha de medianas proporciones. Se paró detrás de unos arbustos y esperó que el Intendente de Lobería, Hugo Rodríguez, y el director del Taller Protegido local, Héctor Álvarez, pasaran caminando por el parque público en sus habituales sesiones de ejercicio.
El mandatario municipal recibió tres tiros en la cabeza, uno en el tórax y hachazos en la cara y cuero cabelludo. La autopsia reveló que Aldecoa usó el hacha después de matar a Rodríguez. Álvarez recibió un tiro mortal en el omóplato. Inmediatamente después del ataque, Julio Aldecoa llamó a una ambulancia desde su celular. El acusado decidió rechazar un jurado popular y próximamente será juzgado por un tribunal técnico.
El señor Soplán es empleado rural de una vieja y casi abandonada estancia distante a unos 15 km del casco urbano. En la mañana del 26 de mayo del 2014 hacía sus tareas habituales. Cuando entró a la lúgubre casona campestre encontró los cadáveres de su hijo Leandro de 22 años, la novia Alexandra Teruggi de 18 y Rocío Borello de 19 años. Leandro había asesinado a las dos chicas con una escopeta calibre 16: le había pegado dos tiros a cada una para después suicidarse con un disparo de la misma arma. La policía y la fiscalía actuante descartaron la participación de una cuarta persona.
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Muchas veces solemos escuchar: “es una ciudad chica, pocos habitantes, acá nunca pasa nada”. Esta afirmación parece que se tomó un respiro en mi vecina localidad de Lobería.
El último censo arrojó que viven en Lobería 17.523 personas (el casco urbano no supera los 12.000 habitantes). Es una tranquila y rica zona del sureste de la Provincia de Buenos Aires, agrícola y ganadera. Entre sus habitantes se mantienen las costumbres gauchescas y el sentimiento conservador de unión y cuidado mutuo. Todavía hoy el visitante es visto de reojo y con inquieta curiosidad: “acá nos conocemos todos”.
En casi dos años, esta pequeña ciudad rural rompió con todas las estadísticas referentes a homicidios dolosos. No existe explicación alguna para este brote, no hay criminólogo que pueda explicar el por qué de tanta saña y muerte. Sólo un paisano del lugar me dijo con total convicción: “Y si, parece que el diablo metió la cola…”.
*Abogado Litigante, Especialista en Derecho Penal, Integrante de la Asociación Pensamiento Penal.
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