cristina vazquez

Indiana Guereño*.-

Cristina Vázquez llora. La condenaron sin pruebas a prisión perpetua por el homicidio de una vecina. A los gritos exclama que la noche del hecho se encontraba a ocho km del lugar. En la escena del crimen no hay rastros ni huellas suyas. Lleva siete años privada de la libertad y hasta que el Observatorio de Prácticas del Sistema Penal intervino, esperaba una sentencia de la Corte Suprema de la Justicia de la Nación que nunca iba a llegar.

Para comprender la historia de Cristina Vázquez les propongo hacer un ejercicio: ponernos en sus zapatillas. Ser ella durante la lectura de estas líneas, nos ayudará a sentir por unos segundos el dolor de encontrarse sumida en el laberinto penal. Sin salida próxima. Sin aire que respirar.

La vida de Cristina Vázquez cambió abruptamente el 28 de julio de 2001 cuando tenía 19 años. En Posadas, Misiones, una vecina apareció muerta en su casa con golpes en todo el cuerpo. Se presume que el ataque se produjo entre las 21 y las 24. La alarma de la casa no fue activada ni las entradas fueron forzadas. La última persona que vieron con la mujer hizo reparaciones eléctricas hasta las 21:30 y un testigo asegura que se fue raudamente del lugar. No obstante, no investigaron esa pista. Tampoco, a los familiares y conocidos.

A los días del hecho la policía golpeó a la puerta de Cristina Vázquez. Se la acusaba de haber robado y matado a su vecina, junto con una conocida y su novio. La versión surgió cuando una mujer se presentó en la causa diciendo que un hombre andaría vendiendo joyas que pertenecían a la víctima. Ese hombre sería Ricardo Jara, pareja de Cecilia Rojas, conocida de Cristina Vázquez. Los tres fueron condenados a prisión perpetua. Sin embargo, aquella mujer sólo declaró una sola vez durante la investigación. En todo el proceso no volvió a testificar ni se presentó en el juicio oral a explicar en detalles lo que dijo. Tampoco aparecieron las joyas ni nadie que pudiera verificar esa versión.

Los que sí fueron a declarar al juicio oral, con todos los nervios y riesgos que eso implica -porque una persona cuyo testimonio se considera falso puede perder su libertad- fueron Celeste García y Pedro Oyhanarte. Ambos declararon que, la noche del hecho y todo el día siguiente, Cristina Vázquez estuvo con ellos en una granja a ocho kilómetros del lugar. A pesar de la contundencia de los testimonios, el tribunal los descartó por considerar joven a la primera y mal padre al segundo. También le quitó importancia a la declaración de un vecino que en el juicio oral sostuvo que vio pasar a Cristina Vázquez junto a Celeste García cuando se iban a la casa de esta última.

En la escena del crimen no hay rastros ni huellas de Cristina Vázquez. Tampoco testigos directos que acrediten su culpabilidad. La propia sentencia condenatoria lo admitió: no hay pruebas fehacientes sobre su participación en el crimen. A pesar de ello, el tribunal construyó la culpabilidad de Vázquez en base a prejuicios de género y de clase, y la  acusó de tener un estilo de vida promiscuo y marginal. Crearon una imagen negativa, haciéndola quedar como una joven desinteresada, capaz, según el tribunal, de matar a una vecina para satisfacer su, tampoco probada, adicción.

Una condena a prisión perpetua basada en la forma de ser de la persona juzgada, o en rigor, en un estilo de vida que el tribunal imagina conocer, vulnera todos los principios constitucionales que protegen la libertad. Es que en nuestro sistema penal no deberían juzgarse formas de ser, sino sólo actos. Para condenar a las personas que cometen esos actos, ellos tienen que ser probados en un proceso donde se respeten las garantías constitucionales. Hasta que eso ocurra toda persona es inocente y tiene derecho a ser juzgada en un plazo razonable.

Nada de eso ocurrió en el proceso de Cristina Vázquez que lleva ya catorce años cargados de irregularidades. Pero además, como si todo este entramado de violaciones a sus derechos fuera poco, la defensa no actuó de la manera adecuada porque no presentó el recurso tendiente a que se revise su condena. Esta omisión produjo una situación de desamparado aún mayor pues, hasta que dos amigas se acercaron al Observatorio de Prácticas del Sistema Penal de la Asociación Pensamiento Penal, Cristina esperaba un veredicto de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que nunca iba a llegar.

Hoy Cristina Vázquez tiene una nueva oportunidad de ser escuchada. En febrero del 2015 pudo presentar ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación un pedido para que revisen su condena. La Asociación Pensamiento Penal la acompañó, en calidad de amiga del tribunal, denunciando las irregularidades de la causa. Tantas son que respecto de Cecilia Rojas, condenada en el mismo proceso a la misma pena perpetua y por quién sí presentaron el recurso correspondiente, la propia Corte Suprema ya ordenó que su sentencia sea revisada en Misiones.

Mientras tanto Cristina permanece privada de la libertad desde hace años. Ella llora y toda persona en sus zapatillas, también.

* Directora del Observatorio de Prácticas del Sistema Penal de la Asociación Pensamiento Penal (www.opsp.com.ar).-

Foto: Infojus Noticias

[Nota publicada el 4/10/2015]