Especiales Pirry es un programa periodístico colombiano emitido por RCN Televisión que desde hace más de cuatro años narra historias que sacuden al país. El capítulo Becerro: verdugo de Bojayá recibió el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar 2011 en la categoría de mejor investigación. Andrés Montoya, del equipo de producción y autor de este trabajo, es tallerista de la FNPI. En agosto fue parte del grupo de periodistas que realizaron el Taller de crónicas: Narrativas de la Narcocultura a cargo de Cristian Alarcón. En esta columna, exclusiva para Cosecha Roja, nos cuenta la cocina de la investigación.
Cronología de un absurdo
Por Andrés Montoya. Cosecha Roja. Octubre 2011.
Fuego. Eso fue lo que llovió el 4 de octubre del 2010 en las selvas del Chocó, Colombia, a 700 metros de la frontera con Panamá. El objetivo: Gilberto Torres Muñetón, alias Becerro, comandante del frente 57 de las FARC. La zona: estratégico corredor por donde la guerrilla saca la droga hacia Centroamérica y Estados Unidos. Hasta ahí una noticia más. Otro bombardeo de la Fuerza Aérea contra un campamento de la subversión.
Corrió la noticia de que Becerro estaba muerto. Pero no. El Gobierno lo desmintió. Cuatro días después una llamada telefónica de un colega nos sugería que quizás, tras la humareda del ataque, se escondía una historia mayor. Una historia de posibles identidades suplantadas y errores de la justicia. La tragedia de un campesino con el mismo nombre que el barón de la droga de las FARC: Gilberto Torres Muñetón, detenido y condenado a 37 años de cárcel por la peor masacre que recuerda Colombia: la de Bojayá.
Lo que había detrás
En el año 2002 la guerrilla de las FARC y paramilitares al mando de Freddy Rendón, alias “el Alemán”, se engarzaron durante dos días en un combate en la ciudad de Bojayá. El saldo: 79 muertos. Civiles todos. Destrozados por una pipeta cargada de metralla mientras rezaban y se protegían en la iglesia del pueblo.
Empecé por desempolvar los archivos de la masacre. Así llegué al Grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Reparación, quienes gracias a sus investigaciones han logrado armar el rompecabezas de la barbarie en Colombia. Bojayá: la guerra sin límites es uno de sus documentos imprescindibles en cuanto al esclarecimiento de la verdad, el fortalecimiento de la justicia y la exigencia de la reparación de las víctimas que ha dejado el largo conflicto en el país. Martha Bello, relatora de dicho informe, aguijoneó mi curiosidad: ocho guerrilleros condenados por terrorismo, homicidio agravado y desplazamiento forzado contra la población de Bojayá. Tres se presumen inocentes.
¿El campesino Gilberto Torres Muñetón era uno de ellos? Fue detenido en 2004. Acusado formalmente de homicidio agravado y terrorismo. Lo condenaron a 37 años de prisión. La prueba reina: tres testigos ocultos lo señalaron de participar en la masacre. La defensa de su abogado: suplantación de identidad por parte del guerrillero. Gilberto lleva siete años detenido, los dos últimos en la cárcel de máxima seguridad de Cómbita. Comparte reclusión con guerrilleros, paramilitares, secuestradores y extraditables.
Luego de revisar una y otra vez los expedientes de Gilberto y tras largas horas de conversaciones con su familia y abogado, decidí entrevistar al entonces Ministro de Defensa, Rodrigo Rivera, quien traza las políticas de seguridad nacional y autoriza los operativos en contra de los grupos armados. Cuando solicité el encuentro dije que mi intención era armar la radiografía del Frente 57 y el papel que éste desempeñaba dentro de las finanzas de la guerrilla. Para evitar suspicacias y negativas evité mencionar el caso de Gilberto. Me atendió en su despacho un mes después. Me aseguró que de las 200 toneladas de cocaína que exporta Colombia al año, este Frente despacha 36. Es la caja registradora del movimiento. Apoyado en informes de inteligencia me enseñó su organigrama. Principal cabecilla: Gilberto Torres Muñetón, alias Becerro, uno de los principales objetivos del gobierno Santos. Currículum: traficante de drogas y armas, secuestrador, terrorista, homicida, 27 años en las filas de la guerrilla. Situación jurídica: prófugo.
Mientras tanto Gilberto lleva dos años en la penitenciaría de Cómbita. Está emplazada en un valle a 2.800 metros de altura, reforzada en hormigón, con celdas electrificadas y cero fugas. El frío es una sibilante lengua de viento que azota desde todos sus costados y hace descender la temperatura a cero grados en las noches. A 600 kilómetros de las brasas del hogar. No perdonará jamás a quienes lo enjaularon.
La prueba número dos. A través de la Alta Consejería para la Reintegración, oficina de la Presidencia que coordina las desmovilizaciones de los alzados en armas, pude localizar después de tres meses a El Iguano, un ex guerrillero cercano al Becerro. Asistí con dos fotografías: la del comandante guerrillero y la de Gilberto, tomada en mi primera visita a la cárcel. Aún sin mostrarle la foto me describe físicamente a su antiguo jefe, coincide con la imagen que tengo en mis manos. Desconoce quién es el hombre del gesto amargo de la otro foto. Recuerda con exactitud cuando lo vio por última vez: 16 de noviembre de 2007, día que deserta de la guerrilla tras once años de militancia y muerte. Para entonces, Gilberto, llevaba tres años detenido.
En febrero de 2011 los gobiernos de Colombia y Panamá firmaron un acuerdo para fortalecer la seguridad en los 225 kilómetros de frontera. En una rueda de prensa celebrada en Capurganá, Colombia, el ministro de Seguridad Pública de Panamá dijo tener en su poder pruebas documentales que ratifican la presencia de Becerro en su país. Había llegado la hora de emitir el reportaje.
Por un capricho del destino, cuando el programa iba a salir al aire, la condena de un personaje protagonista de otra historia nos obligó a posponer la emisión de la investigación. Un día después, a través de Facebook, alguien nos contacta y nos cuenta que su padre había sido liberado recientemente por el Becerro. Jorge Mora estuvo secuestrado durante once meses por el Frente 57. Atemorizado por su vida, pero conmovido por el drama de Gilberto en donde resuenan ecos de su propia tragedia, decide relatarme su historia. Una fotografía tomada minutos después de su liberación y los diarios que escribió durante su cautiverio son las pruebas de su desventura. Confiesa que vio por última vez a su verdugo en junio de 2009. También reconoce a su secuestrador en la fotografía que le enseño. Gilberto Torres Muñetón sumaba cinco años en prisión.
La cojera del mastodonte
En abril de este año fue emitido el programa. Las autoridades colombianas y panameñas siguen en busca de Becerro en las selvas del Darién. Los abogados de Gilberto interpusieron una acción de revisión ante la Corte Suprema de Justicia, máxima instancia judicial del país. Es la última esperanza: una paloma que aletea moribunda en un cielo de nubes plomizas. Por ahora, mientras esperan la respuesta de la Corte y el pesado aparato de la justicia echa a andar su maquinaria, él continúa detenido por los crímenes de un hombre que aparentemente le suplantó su identidad. De ser negada la acción de revisión deberá aguardar treinta años más en prisión. –
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