El Karateca recuperó la libertad y quiere encontrar la respuesta al misterio del cuádruple crimen de La Plata. Las contradicciones de la investigación y la experiencia de la prisión.
A ese muchacho de cejas depiladas y corte de pelo rasante le decían “el Perro de Varela”. A los 35 años, y sumando todas sus temporadas, llevaba preso más de la mitad de su vida: conocía la cárcel como si fuera su casa. Por eso, él y no otro fue quien le dijo a Osvaldo Martínez las palabras que en un día gris de pocas esperanzas necesitaba escuchar. A través de las rejas, en la Alcaidía Departamental de La Plata “Roberto Pettinato”, le dijo:
– Tenés que estar tranquilo, Karateca. El culpable va a pagar. Si vos fuiste te vas a pudrir en la cárcel, pero si sos inocente, vas a salir en libertad.
Hoy, el hombre que se acostumbró a que todos lo señalen como un karateca –a pesar de que no practica karate hace seis años- está en libertad. Osvaldo Martínez salió de la cárcel gracias a un fallo de la Sala III de la Cámara de Casación Penal de La Plata, que dictó por segunda vez su falta de mérito.
Ahora el caso sólo encuentra detenido al albañil Javier Quiroga, la “Hiena”, cuyo ADN fue recolectado en la casa del 467 de la calle 28 de La Plata. Allí tuvo lugar, el sábado 26 de noviembre de 2011, el cuádruple crimen en el que murieron Bárbara Santos, la novia del “Karateca” Martínez, que fue sorprendida en la ducha y que alcanzó a rasguñar a Quiroga; la madre de ésta, Susana de Bártole, asesinada en la cocina; la hija, Micaela, liquidada en la habitación y frente al televisor; y la amiga Marisol Pereyra, apuñalada a poco de ingresar. La “Hiena” dijo que tuvo que cometer la masacre bajo las instrucciones de Martínez, que lo amenazaba con un arma de fuego. Pero, según el fallo de la Sala III, las pericias psicológicas y psiquiátricas a las que fue sometido el albañil “obligan a reconsiderar la imputación efectuada por Quiroga [sobre la figura de Martínez] y llevan a descartarla”. Sobre Quiroga, la Sala III apuntó que “cualquier cosa pudo desencadenar su desenfreno homicida”.
Para liberar a Martínez fueron tenidas en cuenta también las pericias psicológicas y psiquiátricas practicadas sobre su persona (“lo muestran con un perfil impropio de una conducta sanguinaria”) y un informe técnico de Movistar, solicitado a la empresa por su propia familia, que demuestra que las antenas de Camino General Belgrano y Los Hornos pueden tomar las llamadas efectuadas desde la casa de Martínez (y de esta manera ataca la hipótesis propuesta por el fiscal Álvaro Garganta de que Martínez estaba en la calle, viajando a la escena del crimen).
– Fue muy difícil sobrellevar tantos meses de encierro –dice Osvaldo Martínez, en un bar del centro de la ciudad de las diagonales, sobre un café que inevitablemente se enfriará a lo largo de la entrevista.
El Karateca habla a borbotones. Acompañado por su madre, Herminia López –quien motorizó sin pausa la causa en busca de la libertad de su hijo-, el muchacho parece no poder callarse. Todavía no volvió a su trabajo como mecánico de YPF de la Petroquímica La Plata, pero no le tiene miedo a las preguntas que le vayan a hacer sus compañeros. Es más, dice que no le teme tampoco a las de la gente, ni a las de los periodistas, ni a las del fiscal, ni a las de los presos. Del mismo modo, asegura que él también tiene preguntas para el fiscal Álvaro Garganta (que, a pesar de todo, asegura el éxito de la investigación) y para los funcionarios que instruyen una instrucción plagada de espejismos, de pruebas extrañas y de testigos poco veraces que brotan en un expediente que Martínez conoce bien.
– En la cárcel le dediqué mucho tiempo a la lectura –sigue- al punto de llegar a solicitarle a mi abogado que me remita la causa completa. Son 12 cuerpos, unas 2.500 fojas. Y las leí tantas veces que encontré muchas contradicciones, que fui enviando a mis amigos para que las publicaran en el perfil de Facebook del Foro Nacional de Abogados Penalistas: desde diciembre hay informes que contradicen lo que declaró el remisero Marcelo Tagliaferro de que Marisol llamó a Bárbara desde el auto, delante de él. No hay comunicación entre los teléfonos de Marisol y Bárbara. Ni tampoco entre los de Marisol y Susana. Y Bárbara ni siquiera tenía en sus contactos a Marisol. Por otro lado, en mayo la Asesoría Pericial hizo un informe pericial sobre Javier Quiroga en el que se registró que sus manos estaban hinchadas y cortadas. Si esto fue en mayo y el crimen fue en noviembre, me pregunto cómo tendría las manos en ese momento. ¿Y por qué el fiscal Garganta no las vio cuando Quiroga declaró el 5 de enero como testigo?
– ¿Por qué lo investigaron tanto, entonces?
– Creo que en el momento en que me detuvieron estaban convencidos de que yo era el asesino. Pero cuando comenzaron a aparecer los resultados científicos que iban en contra de sus hipótesis no hicieron caso y trataron de sostenerlas. Quisieron ocultar sus errores, aunque admitirlos los hubiera engrandecido. Además, cuando no tenían a nadie tenían que responder a la presión de la sociedad porque este crimen no puede quedar impune. Sin un verdadero culpable, agarraron al primer sospechoso. Que fui yo. Yo sé que no tienen nada en contra del ciudadano Osvaldo Martínez, pero de todas maneras y para responder a la presión, armaron todo en torno a mí.
– ¿Su novia, Bárbara Santos, conocía todo lo que la rodeaba?
– Yo creo que no, o al menos no demasiado. Si lo hubiera sabido, no habría arriesgado a la nena a un entorno tan oscuro. Creo que Susana tenía una doble vida que le ocultaba incluso a su propia hija. Yo compartí con Susana algunos momentos en la casa, cuando iba y me quedaba a comer, y me parecía una persona normal. Es verdad que nunca me presentó una pareja estable y que algunas noches en las que fui ella no estaba, pero ¿qué razón tenía yo para preguntarle a mi novia a dónde estaba su madre?
– ¿Es posible, como aparece en algún lugar del expediente, que el albañil Quiroga, de 34 años, fuera el novio de Susana, que tenía 63?
– Yo no te puedo asegurar que fueran pareja, porque nunca los vi. Pero según esa declaración sí. Y según la declaración del propio Quiroga, antes de que pase lo que pasó ella lo estaba “franeleando”.
– ¿Qué cree que pasó esa noche?
– Treinta horas antes del cuádruple crimen, se suicidó el juez Blas Billordo. Un día después pasó esto. Susana era la mano derecha del juez Billordo. Es muy raro. Por otro lado, en la causa no hay nada sobre Javier Quiroga, más allá de las pericias psicológicas y del ADN. Así no se puede sacar una hipótesis, pero lo que sospecho es que el problema gira en torno a Susana, que además tenía, según se dice, deudas de juego. ¿Por qué fue esa noche Javier Quiroga? ¿Con quién fue? ¿Por qué fue Marisol, si las llamadas sobre las que habló el remisero Marcelo Tagliaferro no existieron? ¿Por qué miente Tagliaferro? ¿Y por qué lo avalan el fiscal Garganta y el juez Atencio? Acá hay gato encerrado.
– Sin embargo, no fue sobreseído todavía.
– No, pero sería una locura y un desperdicio de recursos que yo llegara a un juicio porque se estaría evaluando mi inocencia y yo sé que voy a ser declarado inocente. Estaríamos perdiendo la oportunidad de aprovechar ese juicio para saber qué ocurrió y quién más está involucrado.
– ¿Qué aprendió de esta experiencia?
– En una cárcel no hay nada para aprender. O por ahí aprendí a ser más desconfiado de la gente. Ahora sé que realmente existe la gente mala.
– ¿Y qué cauce le va a dar a eso?
– La bronca, el dolor y todo lo que siento es un embudo que converge en el punto de la verdad. Quiero buscar la verdad. Quiero encontrarla.
Foto: Una de las víctimas del cuádruple crimen: Bárbara Santos, novia de Osvaldo Martínez.
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