Por Florencia Lico
Lo primero que pensé cuando vi la publicidad de Agarol Pür fue por qué, al menos en Argentina, cuando se habla de constipación se le habla a las mujeres (never forget: activia y los acti regularis). ¿Los varones no se constipan? De personas no binaries y trans ni lo pensemos, apenas tienen baños.
Si se busca información en notas y en algunos papers, parece que las mujeres tenemos un mayor índice de estreñimiento. Pocas y vagas son las causas que se informan y en ningún caso se menciona que las mujeres históricamente nos alimentamos menos y peor. Si es que nos alimentamos.
Una estrategia muy utilizada para bajar de peso o “achatar la panza” es el abuso de laxantes que en principio produce la peligrosa pérdida de agua y electrolitos, y puede además generar otros efectos como es la incontinencia fecal por daños al intestino.
“Empecé con Agarol Pür porque lo tomaba una amiga”, nos interpela la primera actriz. Imposible no empatizar si por mucho tiempo la única sororidad que conocimos muchas mujeres fue la de compartir métodos poco chequeados para perder peso. Toda nuestra fuerza colectiva vuelta hacia dentro para debilitarnos física y psíquicamente.
Si repasamos la publicidad, el campo semántico que aparece no es -no puede ser-, ingenuo: pür/pureza, desintoxicarse, estar liviana, sacarse un peso de encima. De nuevo nuestros cuerpos están bajo la lupa: son imperfectos, impuros, tóxicos y cargan con el peso de una culpa alimentaria que hay que eliminar. El refuerzo para esta estrategia de sesgo religioso es que la voz cantante sea la de un grupo de mujeres blancas, hegemónicas, clase media y, por supuesto, de panza chata.
Para hablar de sí misma, las palabras que elige la marca siguen la misma línea: un purificante intestinal que desintoxica tu cuerpo eliminando de manera natural residuos y toxinas. O, como se lee en la caja, polietilenglicol 3350: un laxante. Nada menos natural.
La caja del producto es mucho más parecida al envase de un yogur que al de un medicamento. Verde, ilustrada con abdómenes blancos, chatos y de cintura pronunciada. Además, como un yogur, la publicidad asegura que es cero azúcar. Si los fines de este producto no se asociaran a las dietas, qué sentido tendría hacer esta aclaración o prometer “resultados en 24 horas”.
“Sentite liviana, de adentro hacia afuera”, dice el slogan. “Siento la panza más chata, me lo dice todo el mundo”, dice otra actriz. Nuestra proyección en el afuera, la opinión del otro sobre nuestros cuerpos, define nuestro valor. ¿Cuál es el valor de una panza chata? ¿Quién ama, quién da trabajo, quién desea a las mujeres sin panza? ¿Qué es lo que un abdomen puede comprar? ¿Cuánto cuesta una panza?
¿Y si hablamos de costo económico? En el listado de laxantes de la marca, la promesa del vientre plano, la ropa más cómoda (no es la ropa, es que no hay talles para todxs), estar liviana y desintoxicada, tiene, por ejemplo, un impuesto rosa del 250% de diferencia entre los chicles comunes Agarol y los nuevos sobres de Agarol Pür, ambos x 12 unidades. La diferencia que se cobra es la promesa de la purificación.
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Una pequeña conquista es que por el aluvión de comentarios negativos, el comercial fue bajado de Youtube. Sin embargo, en el sitio oficial permanece y por supuesto el producto sigue en circulación con los mismos mensajes en el envase.
De una vez y por todas es vital que no admitamos más la circulación de estos mensajes que buscan permear nuestra salud física y mental, que nos hacen replegarnos una y otra y otra vez sobre nosotras mismas. Que reducen nuestra existencia a las partes de nuestro cuerpo para que esas partes luego tengamos también que reducirlas.
No queremos purificarnos, queremos habitarnos de manera legítima.
No queremos ser livianas, queremos una historia diferente para nuestros cuerpos.