Claudio tiene 17 años y vive en Lomas de Zamora con sus tíos. A su mamá y a su papá casi no los ve. Llegó a un programa de rehabilitación en Sedronar por medio de la iglesia católica y porque, explica, le gustaban todas las drogas: “Me gustan todavía. Ahora consumo marihuana nada más, pero consumí de todo: merca, paco, tomé pastillas, alcohol, todo”. Empezó a robar para comprar paco: “Al principio me daba miedo, pero después ya estás, te acostumbrás”.
Historias como la de Claudio y las de otros chicos y chicas de más de 40 barrios de la provincia de Buenos Aires y el conurbano conforman “Dársela en la pera” el libro publicado por Editorial Marea que se presentó el sábado en la Feria del Libro y que recoge los resultados de la investigación del instituto IJóvenes (Instituto de Investigación en Jóvenes, Violencia y Adicciones), que depende de la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires. De la presentación participaron el presidente y creador del Instituto, Fernando “Chino” Navarro, el director del equipo de investigadores, Cristian Alarcón, las periodistas Gisela Busaniche y Cecilia González, el antropólogo Alejandro Grimson y el sociólogo y antropólogo Pablo Semán.
“Los investigadores trabajan con la conciencia del otro y de su sufrimiento. Lo que estamos presentando es el resultado de una experiencia humana conmovedora, que los arrasa, los conmueve, los paraliza y los hace pensar”, dijo Alarcón sobre el equipo de trabajo que llevó adelante la investigación etnográfica, en su mayor parte periodistas y jóvenes investigadores formados en Ciencias Sociales. “Es un trabajo colectivo, muy anfibio, en esa frontera en la que la investigación intenta enfatizar el trabajo de las ciencias sociales y llevarlo no solo a la interpretación y la indagación sino también a la narrativa”.
“Este libro es el esfuerzo de muchísimas personas que desarrollaron un trabajo de campo con un compromiso con la investigación que significa un compromiso con la vida”, dijo Fernando “Chino” Navarro. “Estamos en un mundo que avanza y nadie sabe para dónde, ni qué va a pasar mañana, no tenemos una certeza como teníamos hace unos años, cuando había un por qué, un futuro”, dijo. “Hoy todo es efímero, volátil, no hay cuestiones sólidas donde pararse. Entonces uno quiere vivir al dia y de ahí viene el “dársela en la pera”, uno traspasa los límites porque está buscando de dónde aferrarse y a dónde caerse”.
La periodista Gisela Busaniche también destacó el carácter anfibio del libro. “Es un gran trabajo narrativo, que se lee como si fuera una novela. No hay muchos trabajos serios como estos en Argentina”, dijo la cronista de Telefé Noticias. Para Cecilia González, periodista mexicana especializada en narcotráfico, “Dársela en la pera se suma a los esfuerzos para resquebrajar el discurso construido durante cien años en torno al consumo de drogas”. “Es fundamental que las historias del libro tengan nombre y que no sea pura estadística: las cifras no dicen ni preocupan a nadie, pero cuando son historias de personas que viven, que sueñan, que tienen deseos, eso cambia muchísimo”, advirtió. También señaló que “estas historias son una muestra del fracaso de la guerra contra el narcotráfico, que ya lleva más de cinco décadas”.
Pablo Semán señaló que el libro describe –y en esa descripción, teoriza- un momento histórico particular: el de la transición hacia un mundo “sin trabajo”, donde hay cada vez más desigualdades y desimetrías. “Dársela en la pera no habla del pueblo, ni de la gente, sino de sujetos y nos describe un mundo totalmente diferente al que nosotros presuponemos que existe o debería existir”, analizó. El historiador y antropólogo, que estudió durante muchos años a las iglesias evangélicas, destacó que la investigación de IJóvenes de cuenta del rol que cumplen esas instituciones en los barrios. “El libro se deja impresionar por estos ámbitos, lugares de refugio, de reconstitución de sujetos en espacios que son como cárceles a cielo abierto”, dijo. “Eso es muy importante, porque también es superar el desafío de reconocer al sujeto. Nosotros vemos las desigualdades pero no por eso tenemos que agotar la descripción del mundo en las desigualdades: no podemos presentar a los sujetos de ese mundo más arrasados de lo que están porque formaríamos parte de la misma fuerza excluyente”.
Alejandro Grimson definió a Dársela en la pera como “un libro fuera de lo común, extraordinario, en el sentido de un trabajo colectivo de personas haciendo un esfuerzo descomunal para producir conocimiento junto con otros diferentes, que viven en lugares muy duros, muy oscuros, muy tenebrosos”. El antropólogo señaló que “algunas de las descripciones de Dársela en la pera hablan de un riesgo muy grande de que empiecen a crecer guetos de la muerte, donde sea mejor “dársela en la pera” que tratar de vivir esta vida. El libro muestra que para muchos de estos pibes el mundo no tiene sentido”.
El antropólogo, autor de Mitomanías argentinas, Mitomanías de la educación y Mitomanías de los sexos, destacó que el tipo de conocimiento que produce la investigación de Dársela en la pera es necesario para construir una sociedad más justa. “Este libro, al mismo tiempo que aporta este conocimiento, interpela para invitar a que se produzcan, uno, dos, tres, cien Dársela en la pera, para vivir en un país donde nadie tenga que dársela en la pera, donde cada uno encuentre sentidos que tengan que ver con su propia autonomía, una autonomía que puede ser colectiva y que es el camino a través del cual podemos tener una sociedad más justa, más igualitaria y más democrática”.
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