Dio a luz en la intemperie, bajo la mirada amenazante de su pareja que después de obligarla a parir en un descampado, le quitó a la niña recién nacida de los brazos y se la llevó. Ambos están imputados por “homicidio calificado por el vínculo”, él como autor material y ella por omisión: la acusan de no impedir que su pareja mate a su hija.
Cuatro calles de tierra separan la casa de Dayana Gorosito del dispensario donde fue a hacerse los controles durante su segundo embarazo. Después del varón, esperaba a una nena: ya había decidido que su nombre sería Selene. Vivía en Unquillo, una localidad a cuarenta kilómetros de la capital cordobesa. Vivía, porque hasta hace dos días estaba presa en la cárcel de Bower imputada por “homicidio calificado por el vínculo”, por omisión: está acusada de no impedir que su pareja mate a su hija. Ahora esperará el juicio en una casa que comparte con las abogadas a cargo de la defensa.
Un año atrás Dayana Gorosito parió a su hija en un descampado. Empezó con contracciones en la casa y Luis Oroná, su pareja, ignoró los dolores. Caminó sola hasta el dispensario del barrio con la ropa que había preparado para su hija. En el camino apareció Oroná en el auto y ella subió. El dispensario estaba cerrado. Atrás hay un lote empinado donde abundan arbustos y ramas secas. Dayana subió al descampado bajo amenaza de su pareja que había llevado una tijera, una manta y un bolso; después del parto, él se llevó a la beba. Ella alcanzó a envolverla en una manta, fue la última vez que la vio. El hombre se la quitó, subió al auto y la dejó en la intemperie, todavía con hemorragias.
A las ocho de la mañana Oroná ya estaba en la obra en construcción donde trabajaba, esa fue la coartada que usó para defenderse cuando lo acusaron también de “homicidio calificado por el vínculo”. Todo sucedió mucho después de que Dayana fuera condenada por los medios y la sociedad como mala madre.
Después de parir, Dayana caminó sola hasta su casa, sin su hija. Estuvo encerrada en el cuarto todo el día. Cuando Luis volvió de trabajar ella preguntó por la bebé: allí comenzó a tejerse una red de mentiras. Oroná le pidió que dijera que había parido en el hospital y sus familiares estuvieron de acuerdo, coincidieron en decir que había nacido muerta y acusaron al Hospital José Miguel de Urrutia, de Unquillo, por no haberles entregado la beba. La voz de Dayana no se escuchó. Pablo Amodei, director del hospital, aseguró en los medios que no habían atendido a Dayana, que ese día no habían registrado ningún parto. Mientras, en la puerta del Hospital, familiares y conocidos aparecieron con carteles que reclamaban por la niña. Fue noticia en los medios locales.
La mediatización del caso puso en alerta a un grupo de mujeres autoconvocadas de Unquillo. Fueron ellas quienes contactaron a los abogados del Estudio Deodoro Roca e iniciaron una campaña nacional para exigir la libertad de Dayana, que entonces ya estaba presa en Bower.
A Soledad Quadri, integrante de Vecinas de Unquillo por la Libertad de Dayana, le hizo ruido lo poco que hablaba ella. “Nosotras nos acercamos desde un primer momento por el pedido de esclarecimiento de Dayana y por la desaparición de la beba. Es un caso complejo que muestra los cánones impuestos a las mujeres por el solo hecho de ser madres, sobretodo por la construcción que hicieron los medios de comunicación. El caso debe ser mirado con una lógica particular porque a lo largo de toda su vida fue víctima de múltiples tipos de violencia, sumado a que los medios y la justicia la acusaron por no cumplir con los cánones de madre. No pudo ver a su hijo durante casi un año”, dijo a Cosecha Roja Soledad.
A los 15 años Dayana abandonó el hogar donde vivía con su familia para escapar de un padre violento. Bárbara Oroná, compañera del colegio, le abrió las puertas de su casa y al poco tiempo quedó otra vez encerrada en un círculo de violencia. Empezó a salir con Luis, el hermano de Bárbara, y tuvieron el primer hijo cuando Dayana tenía 17. No pudo terminar el secundario, no trabajaba, dependía económicamente de él y nunca andaba sola por el barrio, siempre estaban en el camino su pareja o su suegra.
Al primer hijo también lo llevaba al centro de salud donde hacía los controles del segundo embarazo. Fue ahí donde Dayana quiso parir. Pero su pareja se impuso en el camino. Lo mismo ocurrió cuando amenazada por él llegó a la comisaría de Unquillo el 20 de mayo de 2016 a hacer la denuncia al hospital por no haberles entregado su hija. Luis apareció y quiso entrar con ella. Allí un médico forense la revisó y la derivó al Hospital Rawson porque tenía una infección avanzada por las condiciones del parto.
Después de un rastrillaje en el descampado y en la casa de los Oroná, donde encontraron sangre, la fiscal Liliana Copello imputó a Dayana el 24 de mayo. La causa pasó a la Fiscalía de Violencia Familiar a cargo de Mercedes Ballestrini, quien ordenó que pusieran custodia policial en la habitación del Hospital Rawson donde Dayana seguía internada.
El 27 de mayo escapó del Hospital. Quería estar con su hijo que cumplía años y también preguntarle a Luis -que seguía en libertad, sin imputación, sin condena social ni mediática- dónde estaba su otra hija. No llegó. La policía la encontró en el colectivo interurbano antes de llegar a Unquillo y volvió en ambulancia al Rawson. En el camino preguntó otra vez por su hija. Todavía no sabía que estaba muerta.
Recién dos días después detuvieron a Luis Oroná. Ahora los dos comparten la misma imputación pero él está señalado como el autor material del delito y ella por no haber impedido la muerte de su hija.
Después de cuatro allanamientos y 15 días encontraron el cuerpo de la beba en la casa de los Oroná. La autopsia determinó que había muerto por hipotermia. Todo ese tiempo Dayana había estado con custodia policial en el Hospital. Cuando mejoró la salud, la justicia dispuso el traslado a la cárcel de Bower. Aunque las pericias indicaban que estaba en condiciones de seguir en contacto con su hijo no se lo permitieron. Recién hace 15 días pudo volver a verlo.
“Dayana está en libertad y esa puerta se abrió porque dos jueces de la Cámara de Acusación, ante una apelación presentada por la defensa, manifestaron duda y uno directamente pidió el sobreseimiento. Como la duda beneficia al acusado, solicitamos el cese de prisión y le fue otorgado”, contó a Cosecha Roja una fuente cercana al caso.
La defensa de Dayana exige la absolución: está acusada por un delito que no cometió. La víctima es ella, dicen los abogados, “porque la obligaron con violencia física, verbal, simbólica, a parir en un descampado en invierno y le quitaron a su beba recién nacida a la cual no vio nunca más”. Ahora Dayana esperará el juicio oral en libertad.
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