Foto: Marcha de mujeres en Washington en 1970. Warren Leffler
Epílogo a la “Carta al movimiento contra la violación”, de las Mujeres de Santa Cruz contra la Violación
Por Jes Skolnik
Leí por primera vez “Carta al movimiento contra la violación” a finales de los ‘90, cuando estaba catalogando y digitalizando una colección de Off Our Backs (1). Al mismo tiempo, trabajaba como voluntaria en un refugio de mujeres bastante convencional y hacía trabajo de apoyo directo a las sobrevivientes y con otras sobrevivientes, a partir de mi propia y naciente práctica anarco-feminista. Me sorprendió lo mucho que las frustraciones y críticas de la carta se parecían a las mías. Entre ellas, quizás las más importantes fueron la despolitización deliberada del refugio para poder acceder a financiamiento y su predisposición a trabajar con el sistema de justicia penal de manera acrítica. Habían pasado 20 años desde que la carta había sido escrita, pero parecía que nada hubiera cambiado. En todo caso, el complejo industrial de las organizaciones sin fines de lucro se había consolidado y fusionado con una especie de “feminismo” hegemónico, despolitizado y pro-capitalismo.
Hay mucho acerca de la carta abierta que todavía es útil; lo que se siente más anticuado es un análisis bastante simplista sobre las relaciones de poder y un lenguaje limitado (por ejemplo, no parece transfóbico, pero tampoco es trans-inclusivo). Si esta carta fuera escrita hoy, podría tener un análisis más complejo sobre el poder, no sólo debido a los 43 años de activismo feminista y radical que se desarrollaron desde entonces, sino por el trabajo que ya existía en ese momento, pero todavía era desconocido o no reconocido por l*s autor*s. Podría analizar también cuán dañina para las personas más marginadas en los EEUU, puede ser la narrativa sobre la violación presentada por el feminismo dominante, y cómo l*s sobrevivientes a menudo somos criminalizad*s, y cómo las organizaciones sin fines de lucro pueden ser lugares de trabajo explotadores.
Carta al movimiento anti-violación
Por Robin Mcduff, Deanne Pernell y Karen saunders (Mujeres de Santa Cruz contra la Violación)
Esta es una carta abierta al movimiento anti-violación. Nosotras, las integrantes de Mujeres de Santa Cruz contra la Violación, escribimos esta carta porque estamos preocupadas por la dirección que está tomando el movimiento anti-violación. Si bien tenemos muchas preocupaciones, algunas de las cuales se expresan en esta carta, nos gustaría principalmente abordar el tema de la relación del movimiento anti-violación con el sistema de justicia penal. Las razones por las que estamos interesadas en este tema tienen mucho que ver con cómo nos vemos como un grupo de mujeres contra la violación. Somos un grupo político que hace foco en el tema de la violación y la violencia contra las mujeres, y que trabaja hacia el objetivo a largo plazo de una transformación radical de la base misma de nuestra sociedad. No creemos que la violación pueda ser erradicada dentro de la actual estructura capitalista, racista y sexista de nuestra sociedad. La lucha contra la violación debe librarse al mismo tiempo que la lucha contra todas las demás formas de opresión.
Cuando comenzó el movimiento organizado contra la violación hace unos cinco años, la mayoría de los grupos contra la violación eran colectivos de feministas, que se unieron debido a su enojo por la forma en que la policía y los tribunales trataban a las víctimas de violación (2). Estos grupos (y el nuestro estaba entre ellos) eran principalmente políticos. Éramos crític*s de la policía, los tribunales y los hospitales, las instituciones que tradicionalmente se ocupaban de las víctimas de violación. Su terrible trato a las mujeres se convirtió en un tema en los medios de comunicación, en gran parte debido a los esfuerzos del movimiento de mujeres contra la violación. En forma de bola de nieve, se formaron muchos otros grupos anti-violación. Muchos de éstos, sin embargo, no se consideraban políticos, ni siquiera feministas (3). Se consideraban a sí mismos grupos de servicio, que querían “ayudar a las víctimas de violación”. Sentían que el sistema de justicia penal y el movimiento contra la violación tenían una causa común, “sacar a los violadores de la calle”. Por lo tanto, estos grupos tendían a alentar o persuadir a las mujeres para que denunciaran las violaciones a la policía.
Los grupos más explícitamente políticos se sintieron frustrados, tanto por la ineficacia y falta de respuesta del sistema de justicia penal, como por la creciente tasa de violaciones. Si bien muchos siguieron siendo teóricamente crític*s con el sistema de justicia penal, la mayoría de los grupos consideró que era importante trabajar para construir o mejorar las relaciones con la policía y otras agencias de justicia criminal. Esperaban que esto condujera a un mayor enjuiciamiento y condena de violadores. En estos intentos de establecer buenas relaciones con el sistema de justicia penal, las críticas a estas agencias no fueron difundidas, o han sido canalizadas a través de los medios policiales en lugar de aplicar presión externa (por ejemplo, a través de los medios de comunicación, manifestaciones, etc.). Esta tendencia a trabajar con el sistema de justicia penal se refuerza por el hecho de que muchos grupos se sostienen con fondos gubernamentales. Debido a esto, hay un impulso inevitable, si no una obligación contractual absoluta, para persuadir a las mujeres de que denuncien las violaciones a la policía.
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¿Una elección?
Muchos grupos afirman que son neutrales a la hora de denunciar una violación a la policía; dicen que ni empujan a una mujer a hacerlo, ni le dicen que no debería denunciar. Tanto en su folletería como en el asesoramiento telefónica hay un sesgo en la información que brindan a las mujeres sobre cómo denunciar una violación y cuáles son los procedimientos policiales y hospitalarios. No presentan otras opciones además de acudir a la policía o no hacer nada. Por lo tanto, si una mujer siente que quisiera hacer algo respecto a su violación, pero la única opción que le dicen que tiene es la policía, es probable que su elección sea esa. Debido a que no hay muchas alternativas, apoyamos el derecho de las víctimas individuales de violación a acudir al sistema de justicia penal. No creemos que deba ser forzada o empujada a hacer nada, ya sea que denuncie o no una violación a la policía. Pero como grupo contra la violación, tenemos la responsabilidad de exponer la función del proceso del sistema de justicia penal y desafiarlo.
Los intentos de “buenas relaciones” con el sistema de justicia penal han servido para cooptar a nuestro movimiento y han llevado a la creencia (o esperanza) de que el sistema de justicia penal puede resolver el problema de la violación. Sin embargo, la naturaleza sexista y racista del sistema de justicia penal solo empeora el problema.
Nos oponemos a la orientación hacia el sistema de justicia penal de muchos grupos anti-violación por varias razones. El sistema de justicia penal ha demostrado ser indiferente e insensible a las necesidades de las mujeres. La terrible experiencia de denunciar una violación y llevarla adelante en un juicio se vuelve dolorosa y degradante. Incluso si las personas involucradas tratan de ser agradables y serviciales, los procesos y la estructura de todo el sistema siguen siendo hostiles y no brindan apoyo a las víctimas de violación. Esto se debe, en gran parte, a que las mujeres involucradas no tienen poder en el proceso: es la policía la que decide si ella fue “realmente violada”, el ADN a menudo decide que no es un “buen caso”, por lo que no se procesará, y l*s jurad*s dudan en condenar a un violador.
No olvidar nuestro objetivo
Es cierto que la tasa de condenas de violadores es muy baja. Esto se debe, en gran parte, al sexismo y los mitos sexistas sobre la violación en nuestra cultura. Aborrecemos las razones de esta baja tasa de condenas, pero eso no significa que debamos trabajar por una alta tasa de condenas. Esos condenados por violación serán, más posiblemente, nacid*s en países del tercer mundo y/o hombres blancos pobres, como ocurre con las condenas por casi todos los demás delitos. Para que la fiscalía “gane” un caso de violación, el fiscal (o rara vez, la fiscal) debe usar estereotipos y suposiciones sexistas, racistas y clasistas, apoyando así los peores aspectos del sistema. Si el objetivo de este proceso es luchar y acabar con la violación, es malo y contraproducente utilizar medios racistas y clasistas para llegar a ese fin. El proceso es crucial para el verdadero éxito del objetivo
La respuesta no es simplemente sacar a los violadores de la calle. Las prisiones mismas son incapaces de cambiar a los violadores. La cultura carcelaria es muy parecida a la del mundo exterior, con toda la presión intensificada. Los roles sexuales masculinos, la violencia y las relaciones de poder que conducen a la violación en primer lugar, se refuerzan fuertemente dentro de la prisión. Los violadores en prisión no dejan de violar −simplemente imponen su poder sobre hombres más débiles que ellos. Las cárceles no se ocupan de las raíces del problema, sólo se suman a las causas. Cuando salen de prisión, los hombres no han aprendido nuevas formas de relacionarse con las mujeres y no han desarrollado un análisis de por qué violan o de cómo cambiar. Es probable que vuelvan a hacerlo.
Además, el énfasis de muchos grupos anti-violación en lograr que las mujeres inicien procesos conduce a un enfoque muy limitado en algunas pocas situaciones específicas de violación. La mayoría de las mujeres experimentan diversos grados de violencia en su vida cotidiana, tanto de amigos y amantes como de desconocidos. La respuesta a esta situación no es enjuiciar en todos los casos (lo cual es imposible, impracticable, así como inútil), sino trabajar en la creación de más alternativas para las vidas de las personas. Esto implica cambiar las instituciones y la cultura que promueven el sexismo, el racismo y la violencia.
Los grupos anti-violación que dedican tiempo a trabajar por la reforma de la legislación se encuentran con muchos de los mismos problemas y obstáculos. Las actitudes (y acciones) sexistas no se pueden eliminar por ley. La legislación no existe aisladamente; incluso una “buena” normativa contra la violación (y no está claro cuál lo sería) es ineficaz en una sociedad sexista que fomenta la violencia contra las mujeres y en un sistema de justicia penal que persigue a personas nacidas en países del tercer mundo y a hombres blancos pobres.
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Re- enfocarnos
El tiempo y la energía que ahora se usan para desarrollar una buena relación de trabajo con las agencias del sistema de justicia penal y en la reforma legislativa, podrían emplearse mucho mejor. En su lugar, el movimiento anti-violación debería trabajar en la educación comunitaria y en el desarrollo de alternativas prácticas que aborden tanto los sistemas como las raíces del sexismo y la violencia.
Queremos que nuestro enfoque sea la creación de varias alternativas basadas en la comunidad y con su apoyo, porque pensamos que la responsabilidad de lidiar con la violación debe estar en manos de todas las personas que forman parte de la comunidad. Algunas de las ideas y alternativas en las que estamos trabajando ahora incluyen:
- Alentamos a las personas a que se reúnan para discutir formas de cuidarse un*s a otr*s. Esto incluye vigilar las cuadras para hacer que los barrios sean seguros, organizarse en los lugares de trabajo para obtener apoyo para lidiar con las agresiones de jef*s y compañer*s de trabajo, y organizarse en las escuelas para obtener clases de autodefensa, etc.
- Tratamos de crear la conciencia de que las personas debemos responder a un grito o una llamada de ayuda, y que debemos acudir en ayuda de una mujer si parece que está siendo agredida.
- Imprimimos las descripciones de hombres que violan, agreden y violentan a mujeres para que la violación se convierta en un tema público, para que estos hombres pierdan su anonimato y para que las mujeres puedan ser advertidas sobre algunos hombres en particular.
- Confrontaciones de mujeres (o mujeres y hombres) a violadores, etc. El mensaje que queremos presentar a los hombres es que sabemos quiénes son y qué hicieron, que son responsables de sus acciones y que tienen la responsabilidad de cambiar. Tratamos de ofrecer reeducación con seguimiento por parte de hombres anti-sexistas. Aunque pensamos que cada confrontación individual es importante, esperamos que cada uno tenga el efecto más generalizado de alentar a las personas a obligar a los hombres a detener los comportamientos violentos y sexistas. Esto significa que las personas tienen que tratar con los hombres cercanos a ellos (su familia, amigos, etc.), así como con desconocidos que agreden a las mujeres.
Las confrontaciones pueden ser buenas para las mujeres que han sido violadas o agredidas porque les permite ser activa y poderosa en una situación en la que es seguro para ellas serlo. Puede tomar las decisiones sobre cómo se llevará a cabo una confrontación y qué le gustaría decir. Podemos ayudarla a reunir un grupo de mujeres que la apoyarán durante este proceso. Esto es muy diferente de denunciar una violación a la policía donde el papel de la mujer es pasivo (como testigo para el estado) y donde otr*s toman decisiones sobre su caso por ella.
Nos damos cuenta de que la violación no se terminará con la creación de estas pocas alternativas; la violación solo dejara de existir con el desarrollo de un nuevo sistema que proporcione un entorno para estos cambios en la vida de las personas. Queremos desarrollar un movimiento que trabaje para lograr estos cambios. Es crucial que los grupos anti-violación no se enfoquen en temas de forma aislada, al punto de excluir el desarrollo de un análisis más amplio de la sociedad en su conjunto. Estamos impresionad*s por lo que sabemos del movimiento anti-violación en la República Popular de China. De todas las pruebas e informes, la violación ha terminado o es extremadamente rara allí. Terminó mediante un proceso revolucionario que cambió a los hombres, las mujeres y las condiciones materiales simultáneamente. Recomendamos encarecidamente que lean “La historia de Goldflower” (Goldflower’s Story) de Jack Belden, un folleto que trata sobre este proceso tal como ocurrió en China (4).
Barriendo mitos
Otra de nuestras preocupaciones es la falta de desarrollo de políticas y prácticas antirracistas en el movimiento contra la violación. Históricamente, la violación ha sido una herramienta utilizada contra las personas del tercer mundo. El mito sexista de que las mujeres “lo piden” y la mentira sobre la violación se aplica muchas veces más a todas las mujeres del tercer mundo que a las mujeres blancas. Las mujeres negras han sido particularmente sujetas a violaciones por hombres blancos desde la esclavitud hasta el presente, porque la sociedad nunca les brindó protección alguna. Además, la violación fue un arma central utilizada contra las mujeres en la campaña genocida contra los nativos americanos. El mito de que la mayoría de los violadores son hombres negros ha tenido enormes consecuencias para ellos. Miles han sido linchados o ejecutados legalmente porque “miraron mal a una mujer blanca”. De las 450 ejecuciones legales por violación, 408 de estos hombres eran negros. Es fundamental que los grupos anti-violación luchen contra los mitos, estereotipos e instituciones racistas asociados con la violación. El primer paso en este proceso es dejar de apoyar al sistema de justicia penal, porque no importa cuáles sean nuestras intenciones, el sistema es racista de principio a fin. Las prisiones se utilizan para reprimir a todas las personas del tercer mundo. No podemos dar la espalda al racismo del sistema cuando se está procesando a un hombre negro y esperar que ese mismo racismo no se utilice contra Joann Little, Yvonne Wanrow, Inez García (5), etc. Como hemos dicho antes, no debemos apoyar un proceso racista para alcanzar ningún fin. Debemos luchar juntos contra el racismo y el sexismo.
Re-enfocarnos
Nos vemos a nosotr*s mism*s como un grupo político que ofrece servicios educativos y trata de brindar alternativas, no en un contexto aislado, sino para ampliar la conciencia de las personas sobre las diferentes formas de opresión y la necesidad de cambiar el sistema. Nos llamamos feministas socialistas y estamos trabajando para construir un movimiento local revolucionario fuerte con una buena política sobre la violación. Vemos la necesidad de un movimiento revolucionario nacional (e internacional) fuerte que proporcione el contexto de apoyo para nuestro trabajo anti-violación. Queremos permanecer en estrecho contacto con este movimiento
Queremos ser parte de un movimiento contra la violación que pueda brindar apoyo y establecer vínculos con otros movimientos progresistas. Esa es una de las razones por las que escribimos esta carta. Esperamos que las ideas y los problemas planteados sirvan para iniciar la discusión y el debate dentro de los grupos contra la violación y el movimiento de izquierda en su conjunto (6).
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Esta carta fue publicada originalmente en 1977 en Off Our Backs. Para esta columna, utilizamos la versión en formato fanzine publicada por Mariame Kaba y diseñada por Hope Dector. Además de la carta, ésta incluye el presente epílogo y una introducción (que será publicada en la próxima entrega de Otrxs Dicen). Traducido por Lucía Sbriller.
Quienes traducimos no compartimos necesariamente todas las ideas formuladas por les autor*s de los artículos.
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(1) Nota de traducción: Off our Backs era una publicación feminista de gestión colectiva, que nació en los ’70 en Estados Unidos.
(2) Nos damos cuenta de que la siguiente “historia” del movimiento contra la violación es bastante simplista, pero creemos que es básicamente precisa. Sabemos que hay muchas variaciones en estas tendencias y que hay conflictos dentro de los grupos sobre temas como estos. También hemos tenido mucho menos contacto con el movimiento de la Costa Este, que el que hemos tenido con el movimiento en California y la Costa Oeste. Sin embargo, creemos que las cuestiones que planteamos son problemas reales en el movimiento contra la violación y deben abordarse con seriedad.
(3) Por supuesto, todos los grupos son políticos. Es tan político trabajar dentro del sistema para mantener el status quo (como en el caso de los grupos de servicios), como trabajar por el cambio.
(4) “Goldflower’s Story” de Jack Belden es un capítulo del libro de Belden titulado “China sacude al mundo” (China Shakes the World).
(5) Nota de traducción: para más información sobre estos casos, recomendamos Sánchez, L. (2019). “Hacia la presunción de legítima defensa ante agresiones sexuales”, en Arduino I. (comp.) Feminismos y política criminal: una agenda feminista para la justicia. Buenos Aires: Inecip.
(6) Nota de traducción: la Carta terminaba con el siguiente texto “Estamos muy interesad*s en cualquier comentario que tenga cualquier persona que lea esto. ¡Estamos especialmente interesad*s en ponernos en contacto con aquellos grupos y personas que quieran explorar alternativas! Escríbanos a Santa Cruz Women Against Rape, P.O. Box 711, Santa Cruz, California, 95061, o llámenos al (408) 426-RAPE)”.