En dos décadas de trabajo en el barrio La Matera, de Quilmes, Francisco “Pancho” Vargas mantuvo un vínculo tirante y a la vez cercano con el poder. Encabezó movilizaciones, enfrentó a funcionarios municipales y provinciales y tejió vínculos con políticos que le permitieron conseguir que la Villa La Matera -el barrio que ocupó con otros vecinos en 2000- tuviera asfalto, escuelas, hospitales y casas de material. Hoy Pancho Vargas, uno de los punteros políticos más importantes de Quilmes, está detenido acusado de formar parte de una organización dedicada al narcomenudeo. Él jura que es una causa armada por funcionarios de Cambiemos, policías y transas. “En el barrio todos saben que soy un preso político”, dice mientras ceba mates dulces en la sala de visitas de la Unidad 27 de Florencio Varela.
Pancho Vargas se crió entre ocupaciones y líderes barriales. Su madre era delegada de la manzana 5 del barrio San Martín, tomado por los vecinos de Solano durante la dictadura. Empezó a trabajar de chico, vendiendo en la calle o en los colectivos. Fue changarín en el Mercado Central hasta que con un amigo pusieron un mayorista de golosinas.
En plena crisis económica, política y social, el 31 de marzo de 2000 acompañó a los vecinos de Solano que ocuparon unos terrenos en una zona baja e inundable que la Provincia había comprado para levantar viviendas sociales que nunca se hicieron. Pancho Vargas era uno más. “Fui a hacerles el aguante porque me conocían. Pero yo cero política, no me gustaba”, cuenta ahora desde la cárcel.
Con el tiempo fue asumiendo responsabilidades y se hizo cargo de la comisión de organización, una de las tantas que crearon para resistir el desalojo. Uno de sus trabajos era recorrer el terreno para ver quiénes vivían realmente y quiénes habían ocupado las casas para hacer negocios a futuro. “Dábamos vueltas y al que no estaba tres días seguidos lo sacaba”.
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A partir de ese nuevo rol se fue acercando al Estado y conoció al que luego sería su padrino político: el entonces secretario de gobierno de la provincia, Aníbal Fernández. Vargas se acercó a pedirle infraestructura para el barrio. El funcionario le ofreció 30 planes Barrios Bonaerenses que el referente barrial repartió entre jóvenes de La Matera y los puso a limpiar zanjas.
El liderazgo de Vargas fue creciendo. Llegó a conseguir 300 planes y trabajo para la gente del barrio en las constructoras privadas que tenían obras en la zona. Con la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia construyeron más de 900 viviendas sociales, asfaltaron calles, levantaron una sala de primeros auxilios, jardín, escuela primaria y secundaria y construyeron los accesos al barrio. También armaron cinco comedores.
La obsesión de Vargas siempre fue la estación de bombeo, una obra para poder evitar que el barrio -ubicado en una olla que bordean dos arroyos- se inunde con cada lluvia. A lo largo de estas dos décadas los vecinos vieron cómo el agua arrastró casillas, destruyó muebles y se llevó todo lo que tenían.
Vargas construyó vínculos y se enemistó con cada uno de los hombres que ocuparon la intendencia de Quilmes. En 2011 intentó su propia carrera política y se presentó como candidato a concejal de Quilmes como cabeza de una lista que avaló Aníbal Fernández. Los 18.400 votos que sacó no le alcanzaron para ocupar una banca. Aunque siguió militando en política no volvió a presentarse como candidato.
De cara a las elecciones municipales de 2015 se acercó al entonces candidato de Cambiemos a la intendencia Martiniano Molina. Aunque él seguía siendo peronista, cuenta que lo hizo para “pelearlo al Barba Gutiérrez”, con el que estaba enemistado. Pero se bajó cuando Aníbal se lanzó como precandidato a la gobernación.
Aníbal le ganó las internas a Julián Domínguez y se convirtió en el candidato del peronismo en la provincia. En Quilmes el vencedor fue el Barba Gutiérrez. A Vargas no le quedó otra que militar para su antiguo enemigo. Se juntaron, se dieron la mano y se comprometieron a trabajar juntos. El resultado electoral es conocido: Aníbal perdió la provincia y el Barba la intendencia.
Vargas cuenta que hizo algunos trabajos políticos para la gente de Cambiemos y que le habían ofrecido cargos para su gente en diferentes reparticiones municipales. “No me dieron nada de lo que me prometieron”, dice.
“Yo en La Matera soy el comisario, el bombero, el enfermero, la casa de sepelios. Yo traje Direct Tv al barrio”, dice en la sala de visitas del penal. Y repite: “En el barrio todos saben que soy un preso político”.
Vargas cayó preso en marzo de 2018 en un operativo antidrogas.
—¿Qué te encontraron?
—En mi casa de Solano 30 bolsitas (de cocaína) y en el local político otras 38. Me las pusieron ellos —dice.
“Ellos” son los policías de la división de Drogas Ilícitas de Bernal. Vargas cree que la detención fue un armado entre el municipio, la policía y algunos transas del barrio que él había denunciado. ¿Por qué? Por las denuncias públicas que hizo -incluído un informe en televisión unos días antes- sobre el abandono del barrio.
“Cuando caí preso me crucé con todos los transas que yo había echado del barrio. Yo no dejaba que nadie vendiera paco. Ahora es un desastre”, dice.
Hace unos días Vargas se tuvo que cambiar de pabellón por una pelea entre presos. Ahora duerme en el piso de una celda con otros cuatro detenidos. Mientras espera que se defina la fecha del juicio en su contra. Él está confiado: dice que si la jueza le permite presentar los testigos, ellos confirmarán su versión y podrá volver a su casa con su mujer y sus hijos.