Que los diarios de papel van a desaparecer, que las personas sólo se informan por twitter, que el periodismo ha muerto. Frases que se repiten como mantras desde hace años anuncian el apocalipsis mediático. Sí, es cierto que los medios de comunicación ya no ocupan el lugar que ocupaban. Pero ¿cómo mantenerse vivo en el oficio? ¿Cuál es la clave para sobrevivir y destacarse en un océano de periodistas que hablan de lo mismo? ¿Cómo recuperamos la mística del oficio?
El libro “Futuro Imperfecto: ¿Hacia dónde va el periodismo?” que acaba de publicar Revista Anfibia y Unsamedita reúne a un dream team de directorxs y editorxs de los medios más influyentes de América Latina y España. ¿El resultado? Quince ensayos narrativos para pensar una profesión en crisis con optimismo crítico y pasión por seguir informando.
“Que quince líderes de medios de habla hispana escriban ensayos sobre el futuro del periodismo en el contexto de la pandemia global es una herejía divina. La idea de innovación se ha convertido en el santo grial de la sobrevivencia y en la moda de un nuevo deber ser en el periodismo. Futuro imperfecto es un intento de producir esa otra innovación, un camino colectivo de voluntades que se construye desde el compromiso y la mística del oficio”, dice en el prólogo Cristian Alarcón, director de Revista Anfibia.
Futuro Imperfecto es el primero de la colección Futuro Anfibio y está centrado en tres ejes.
Experiencias, con ensayos de Daniela Rea Gómez, editora de Pie de Página de México; Juan Camilo Maldonado Tovar, director de Mutante de Colombia; Alejandra Gutiérrez Valdizán, de Agencia Ocote de Guatemala, y Catalina May Trejo, de Las Raras Podcast de Chile.
Desafíos, con las reflexiones de Alejandro Gómez Dugand, director de Cerosetenta de Colombia; Elisa Lieber, jefa de contenidos para América Latina de Factstory, parte del grupo AFP en Uruguay; Silvina Heguy, directora de estrategia de elDiarioAR en la Argentina; Laureano Pérez Izquierdo, director de Infobae América (Argentina); Ben-Hur Demeneck, editor de Veneta en Brasil, y Sergio Rodríguez-Blanco, editor de Perro Crónico de México. Y
Redacciones, con textos de Ander Iñaki Oliden Guerra, director adjunto de elDiario.es de España; Tania Montalvo, editora de Animal Político de México; Luz Mely Reyes, directora de Efecto Cocuyo de Venezuela; César Batiz, director de El Pitazo de Venezuela, y Cecilia Lanza Lobo, directora de Rascacielos, Bolivia.
Como bien lo cuenta Alarcón en el prólogo, el libro es el resultado del programa de formación internacional Beca Cosecha Anfibia. Y por eso nos toca muy de cerca: porque esa experiencia fue, además, el broche de oro de la innovadora Beca Cosecha Roja.
La idea de una beca nació al calor de esa primera marcha de Ni Una Menos en Argentina y de las repercusiones que llegaban de otros países de América Latina.
Cosecha Roja venía trabajando desde 2010, primero como una red de periodistas judiciales y después ya conformada como medio de comunicación con perspectiva de derechos humanos y géneros. Encontramos otra manera de contar las violencias y narrar las desigualdades. Le dimos una vuelta de tuerca a la sección policiales y transformamos la crónica roja: sin golpes bajos, sin estereotipos, sin revictimización, sin reproducir la violencia que estábamos denunciando.
El sueño de que había otro periodismo por explorar se nos fue haciendo realidad en la redacción de Cosecha Roja. Nos dimos cuenta de que nuestra mayor herramienta era contar buenas historias, historias que pusieran el ojo allí donde ningún medio mainstream lo estuviera poniendo y que sensibilizaran a nuestras audiencias. Acaso como una manera de gritarles: “¡Hey! ¡Nos están matando!”. Y no hablábamos sólo de femicidios: hablábamos de crímenes de odio, travesticidios, violencia institucional.
Desde los inicios de Cosecha, contamos con una red de colaboradorxs y aliadxs del campo académico y referentes territoriales. Ellxs nos ayudan a pensar focos interesantes, innovadorxs, a veces con su propia voz, a veces en conversaciones, en idas y vueltas que después se transforman en notas.
Con la explosión del Ni Una Menos también vinieron cambios conceptuales. En los medios se dejó de hablar de crímenes pasionales y la palabra femicidio empezó a ganar titulares y tapas. Pero en la agenda diaria hacía falta desentrañar la violencia estructural, dejar de hablar de buenas y malas víctimas, transversalizar la perspectiva de género.
Desde Cosecha Roja sentimos el compromiso de aprovechar todo nuestro capital para hackear el periodismo tradicional. ¿Cómo? Rompiendo con las estructuras académicas tradicionales y apostando a la formación de periodistas que sean capaces de continuar con las claves del proyecto en los medios en los que trabajan y en el territorio en el que se mueven.
Con el respaldo de la Open Society Foundation, la ansiedad y el entusiasmo de las primeras veces, lanzamos en 2016 la primera edición de la Beca Cosecha Roja.
Convocamos a periodistas que trabajaran en redacciones de medios tradicionales de tres provincias de Argentina (Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe) y tres ciudades de Latinoamérica (Santiago de Chile, Asunción y La Paz). Se postularon 200 personas. Quedaron seleccionadxs 12.
Durante cuatro meses recibieron herramientas narrativas y teóricas sobre tres ejes: femicidios, crímenes de odio, juventudes y violencias. Lo innovador de la Beca no sólo fueron las temáticas de la formación: sino el acompañamiento virtual en el trabajo cotidiano de lxs periodistas.
Durante todo el proceso de las siete ediciones de la Beca Cosecha Roja, una de las claves que se mantuvo fue el formar a lxs periodistas desde sus propios territorios.
La experiencia fue tan exitosa y reconfortante que en la segunda convocatoria fuimos por más: la ampliamos a países de toda Latinoamérica. Con esa segunda camada de redactorxs y probada la efectividad del proyecto a la hora de transformar los mecanismos, las lógicas de producción, de investigación y de construcción de focos de los becarios, detectamos que una de las principales dificultades para cambiar el periodismo en las redacciones era la asimetría que se producía entre lxs becarixs y sus editores. Teníamos que formarlos también a ellxs.
Así que a partir de la tercera edición sumamos un taller de narrativas para editorxs.
Hacia sus últimas ediciones, la sexta y séptima, la Beca Cosecha Roja se fue actualizando e incorporó a sus contenidos teoría queer y a su formación práctica la experimentación del periodismo performático: una cruza entre el viejo oficio y las artes. Todos los textos y las producciones que se trabajaron en la Beca fueron publicados en Cosecha Roja y en los medios en los que trabajaban los becarixs.
En siete ediciones, la Beca acompañó a más de 140 periodistas de 85 medios de 19 países. Ningunx de ellxs puede decir que su paso por este laboratorio no cambió su forma de ver no sólo el periodismo sino el mundo, el territorio.
Empoderar. Eso produce la Beca. Ganas de seguir escribiendo, produciendo y moviéndose con otros prismas. La Beca no sólo transformó a periodistas y editores (que luego de su paso por ella ganaron premios, consiguieron mejores puestos en sus trabajos y hasta mejores oportunidades laborales) sino también a redacciones.
En Cosecha Roja la mayor ganancia es una red de más de 100 periodistas aliadxs de todo Latinoamérica y el Caribe que están siempre dispuestxs a colaborar y a intercambiar experiencias, textos, conversaciones con nosotrxs. Sin ellxs, nuestra cobertura diaria sería imposible.
Por eso es tan importante el lanzamiento de este libro: porque nos recuerda que hace cinco años confiamos en que podíamos transformar el periodismo formando periodistas sensibles y creativxs. Hoy Futuro Imperfecto nos demuestra que el trabajo está hecho. Pero no concluido. Hacia ese futuro vamos.