Una maestra de la escuela 46 de El Talar llamó a la mamá de un alumno de primer grado: hacía una hora que esperaba que lo fueran a buscar. Cuando la mujer llegó, la encaró, le gritó y le pegó. Las imágenes se viralizaron y las autoridades pidieron la detención de la madre. La semana pasada, la policía golpeó y detuvo a un docente por defender a los estudiantes de una secundaria de San Martín. En lo que va del año, la policía ingresó al menos ocho veces a instituciones educativas. En abril, una mujer golpeó a una maestra de Tunuyán, Mendoza, acusada de “tirarle el plato de comida” al hijo. Las situaciones de violencia en las instituciones escolares no son un fenómeno nuevo y están en las tapas de los diarios: ¿hay una escalada del conflicto?
La lista es larga. En agosto de la año pasado, en una escuela en Córdoba, una maestra denunció que la mamá de un alumno la golpeó y la abuela la amenazó. En 2015, en José León Suárez, una mujer le tiró del pelo y le dio una piña a una docente: la acusó de decirle “burro” al hijo. La última escena que trascendió en los medios fue el viernes, cuando una maestra llamó a la mamá de un nene porque nadie lo retiraba. “No es la primera vez que pasa pero nunca se había demorado tanto”, contó Vanesa Segovia, la maestra golpeada en la escuela de Tigre.
“Estos recrudecimiento del último mes y medio tienen que ver con el destrato que públicamente han tenido los funcionarios del gobierno hacia el gremio docente”, dijo a Cosecha Roja Patricia Romero, subsecretaria de Derechos Humanos de Suteba. “Lo mejor que puede ocurrir en la escuela es que haya lazos de afecto y confianza mutuos entre escuela y comunidad. Hace falta presencia del Estado para que esto ocurra, el maestro solo no puede”.
Desde el equipo provincial de abordaje de situación de conflictos de Suteba que conduce Romero, comenzaron un relevamiento de las situaciones violencias que afectan a las escuelas. Aunque aún no tienen cifras, pudieron tipificar el tipo de conflictos de acuerdo al nivel educativos. En jardín se repiten las denuncias por abusos; en primaria son los padres y madres quienes amenazan y agreden; y en secundaria las violencias se dan entre los adolescentes o de ellos y sus padres hacia los docentes.
¿A qué responden los golpes? “Si al maestro se le puede pegar (como en la represión en plaza Congreso) o llevar detenido por defender a los estudiantes, entonces todo está permitido”, dijo a Cosecha Roja Marisa Monteiro del Consejo Ejecutivo provincial de Suteba. Se refirió a los últimos episodios de violencia policial: hubo al menos ocho intervenciones de las fuerzas de seguridad en ámbitos educativos en lo que va del año.
María Fernanda Berti trabaja en dos escuelas de Ingeniero Budge. Ella cree que el fenómeno de la violencia es complejo. Sus estudiantes conviven con eso todos los días y las formas de resolver los conflictos -fuera y dentro de la escuela- son similares. “En los sectores más marginales, tienen vidas en las que permanentemente hay situaciones de violencia. Hoy mis alumnos me contaron que ayer, en un partido de fútbol, uno le quebró la pierna a otro y entre todos lo cagaron a palos. En el barrio escuchás tiros, te roban el celular y te dan un puntazo, celebran el día del Gauchito y hay un acuchillado. La escuela no está exenta de esa violencia”, dijo a Cosecha Roja.
En las comunidades escolares integradas por familias vulnerables, la escuela parece ser el lugar donde hacer reclamos. A veces es la falta de acceso a la salud, la mala alimentación, la inundación de la biblioteca o la caída de un techo lo que alza la voz de alerta. “El colapso se da dentro de la escuela porque es el lugar en donde muchas familias tienen la posibilidad de ver a un representante del Estado: se vuelve depositario de violencias, fracasos individuales, preocupaciones por los hijos”, explicó Monteiro del Consejo Ejecutivo provincial de Suteba.
Para Berti, las situaciones de vulnerabilidad se abordan de manera fragmentada: “Hay políticas que se ocupan sólo de los chicos: se hace la denuncia y se los sacan a una mamá que los quiere pero que es adicta y no se puede hacer cargo. Sin una mirada integral, es difícil entender qué pasa”.
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