Un grupo de mujeres acusa de acoso sexual al vicecomodoro de la base de la Fuerza Aérea de Río Gallegos. El escándalo habilitó a que otras sumaran testimonios. Aseguran que los altos mandos estaban al tanto de la situación y no hicieron nada.
Cuando el vicecomodoro la llamó en plena madrugada para pedirle que le llevara algo de tomar a su habitación, a X el corazón le empezó a latir fuerte. Ya había tenido entredichos con su superior por insinuaciones y reclamos de masajes que rechazó y pagó con maltratos y sanciones dibujadas en asuntos de disciplina.
-Tome señor, acá le dejo la bebida que me pidió.
-Vení, vení ¿No me la querés chupar?
-Disculpe señor ¿Cómo dijo?
-Dale, si no nos ve nadie.
La base aérea de la fuerza militar está al sur oeste de la ciudad de Río Gallegos, un destino que enciende temperaturas bajo cero y ráfagas de vientos que en agosto alcanzan los 100 kilómetros.
En la base aérea militar, los rumores de acoso sexual existen hace al menos una década, pero no fue hasta hace un mes que una soldada hizo la primera presentación en la Oficina de Género que las FAA crearon por Resolución 1201 en 2009, para atender al personal femenino del Ejército, la Armada y Fuerza Aérea.
La mujer que denunció por acoso al vicecomodoro y que ahora está bajo tratamiento psicológico lo hizo después de un año y medio de hostigamiento. “Me escribía mensajes donde me decía que le encantaba charlar conmigo, que cuando no me veía me extrañaba, que quería tener secretos conmigo y cosas así. Yo no me animaba a enfrentarlo pero un día le dije que no estaba interesada y me empezó a castigar”.
Su denuncia quedó asentada en un expediente que pasó a manos del Jefe de Unidad pero a la semana la sacaron del destino y al acusado le habrían dado una sanción simple, que equivale a llevar los borcegos desatados.
En 2009, la entonces ministra de Defensa, Nilda Garré, impulsó la nueva Ley de Justicia Militar (26.394) que considera una falta grave y razón de destitución que un militar “efectuare un requerimiento de carácter sexual, para sí o para un tercero, bajo la amenaza de causar a la víctima un daño relacionado con el servicio o su carrera”.
Cuando vieron que la Fuerza Aérea no parecía tomarse el asunto en serio, las mujeres decidieron hacerlo público. Una de ellas no tiene más de 25, los ojos de mirada endurecida y comparte con el resto una belleza estereotipada.
-A mí siempre me llamaba a su oficina y bajaba la persiana. Me pedía que sonriera y que le diera besos, que lo abrazara. Cuando estaba en mi casa me llamaba a cualquier hora y si no contestaba me llamaba más, a propósito, y después me amenazaba.
-¿Con qué amenazaba?
-Con pedirme la baja.
Cuando los chismes después de la denuncia en Género se desplomaron sobre la base militar, desde los altos mandos hablaron con algunas de ellas para decirles que la cosa no saliera de ahí. “El Jefe de Unidad nos dijo que si nos pasó fue por algo. Siempre estuvo al tanto pero nos pedía que no hablemos con nadie, que pensáramos en la familia del vicecomodoro”, contó una de ellas.
Después de que el caso fue publicado por el diario TiempoSur, de Río Gallegos, otra mujer decidió denunciar en una comisaría, donde relató cómo el superior la acosaba y la amenazaba con dejarla sin trabajo.
En favor de un intento de defenderse, el militar habría echado mano al recurso del “complot”, una figura que podría significar la baja de las mujeres si acaso insisten en no escucharlas y se comprueba que se reunieron fuera de la base.
Historias como éstas surgieron también en redes, donde otras chicas que ya no están en el destino santacruceño aseguraron haber pasado por lo mismo. Una de ellas fue S.M.
“Hay muchas mujeres que son acosadas dentro de la Fuerza Aérea pero lamentablemente sus jerarquías pesan más que la voz de una voluntaria o una cabo recién egresada… si vos decís que no, se abusan del poder y empiezan a hostigarte para hacerte pasar un mal día”, dijo una de ellas. “Yo estuve de comisión en Gallegos y apenas me pasó, hablé con un suboficial que no hizo nada. No denuncié, pero no porque tenía miedo, sino porque nadie te escucha o te dan a entender que vos sos la que provocas”, contó.
Ana Chávez es una abogada integrante de la Plataforma Interamericana de Derechos Humanos. Según le dijo a Cosecha Roja, no hay posibilidad de justicia si el área administrativa donde se denuncia el acoso está dentro de las FFAA. “Habrá impunidad porque el poder, por definición, no se enjuicia a sí mismo. Solo un órgano civil autónomo e independiente puede aportar en la defensa de las mujeres miembras de las FFAA”, dijo Chávez, y agregó: “Las medidas urgentes como prohibición de acercamiento requieren de una remoción de sus funciones del abusador sexual, si esa medida no se tomó con la primera noticia del hecho, significa que la fuerza no ha resguardado el derecho de estas mujeres, y en ellas su defensa”.
En 2016 se conoció la historia de una marinera que denunció abuso sexual en el interior de la Base Naval de Ushuaia. El acusado era un suboficial que la doblaba en edad. El acoso arrancó en 2013 y ella habló con el teniente buscando ayuda, pero le respondió que no tenía rango suficiente como para que le creyeran. Fue echada después de realizar trabajo forzoso y en 2015 un amparo le devolvió el trabajo como civil. Al abusador no lo echaron y ella terminó con una carpeta psiquiátrica.
En 2017 se conoció que la Prefectura Naval debía indemnizar en 165 mil pesos a una cabo segundo en Puerto Madryn que se negó al acoso sexual de su jefe y lo denunció. Debido al tormento que soportó en la fuerza la mujer perdió un embarazo y fue despedida.
En mayo de este año, el Juzgado Federal 3 de Mar del Plata envió a juicio oral a un sargento primero del Ejército Argentino, acusado de abusar sexualmente de una soldado voluntaria en el Grupo de Artillería Antiaérea (GADA) 601.
En Río Gallegos, la base aérea todavía guarda silencio. Las mujeres ya no.