Melisa salió de su trabajo en el galpón municipal, en la esquina de 32 y 17, en La Plata. Un compañero la invitó a tomar mate a su casa, a unos cuatro kilómetros de allí. Ella aceptó y fueron. Esa fue la última vez que vieron a la chica hasta el lunes a las seis de la mañana, cuando apareció en el mismo galpón, desorientada y con la mirada perdida.
Durante todo el fin de semana, Melisa había sido violada.
Desde el sábado, la familia esperaba que regresara del trabajo. Eran ya las cinco y media de la tarde cuando empezaron a ponerse muy nerviosos. Ella jamás desaparecía, siempre avisaba con una llamada o un mensajito. Los papás hablaron con sus compañeros de trabajo. Algunos dijeron que la habían visto sola en la parada de colectivos, otros que se había ido con un compañero. Ninguna versión era igual a otra.
A la medianoche del sábado, no había señales de Melisa y sus padres decidieron ir a la Comisaría 11° de Ringuelet. “Nos tomaron la denuncia en seguida pero no hicieron las cosas bien”, dijo a Cosecha Roja Jorge de Benedetti, papá de Melisa. “A mí me tendrían que haber subido a un patrullero y hacerme recorrer la zona. Capaz si lo hubieran hecho a mi hija no le habría pasado nada”.
El domingo, la familia continuó la búsqueda. La madre y las tres hermanas de Melisa fueron a un ciber para imprimir fotos de ella y empapelar la zona. Gastaron 700 pesos en panfletos. En la calle, mientras los repartían, le mostraron la foto de Melisa a un policía. Él no sabía de quién se trataba. Entendieron que desde la comisaría no habían informado del caso.
“A la una de la madrugada del lunes empezamos a recibir llamadas de un número privado. Nos pedían plata. ‘Te mato a la nena’, nos decían”, contó Jorge. Recibieron 31 llamados iguales, todos desde un número privado.
A las tres y media de la mañana efectivos de la Brigada de Desapariciones fueron a la casa de los Benedetti. “Nos investigaron a nosotros y nos preguntaban porque Melisa se podría haber ido, en vez de buscarla”, dijo el papá.
Melisa apareció a las seis y media de la mañana del lunes. Le dijo a su familia que se había ido de la casa porque estaba enojada con ellos pero sus padres y sus hermanas sabían que eso no era cierto. “Ella es tierna, dulce. La conozco. Nunca podría estar dos días dando vueltas por la calle”.
La Brigada de búsqueda de personas no la llevó al hospital. La dejaron en la casa y dieron el caso por cerrado. “Pero Melisa no nos hablaba y cuando decía algo no parecía ella. Estábamos muy preocupados”.
-Melisa, por favor decime que pasó. Te quiero, soy tu papá y quiero ayudarte.
-No. Tengo miedo.
La chica se había duchado y se quería ir a trabajar. Su mamá había puesto a lavar su ropa. Pero había algo que no estaba bien. Por eso sus papás volvieron a insistir para que contara qué era lo que en verdad había pasado.
Melisa se quebró. Comenzó a llorar. Les dijo que se acordaba muy poco. Que había llegado el sábado a la casa de Patricio, que iban a tomar mates. Pero él la obligó a fumar y la drogó. A partir de ahí, todo es borroso. “Recuerda que en algún momento él se le subió encima”, contó su papá. Se despertó casi 30 horas después, desnuda y con Morales al lado, dormido, sin remera. Confundida, todavía atontada, salió como pudo y fue hasta el galpón. Melisa terminó el relato y se desmayó.
Enseguida, la familia la llevó al cuerpo médico de La Plata, en Avenida 38. Pero se negaron a hacerle la revisión tocoginecologica. Tampoco le dieron el cóctel de pastillas para evitar cualquier contagio.
El martes a las cuatro de la tarde confirmaron la violación en la oficina de abusos de la Delegación Departamental de Investigaciones y sólo entonces Melisa recibió la atención necesaria. “Está tirada todo el día, no come. Vomita. No se quiere levantar”. El papá habló con los secretarios del fiscal Marcelo Romero, quien lleva la causa. “No lo agarran a Morales y no sé por qué. Tienen todas las pruebas. Su familia nos amenaza por facebook y whatsapp”.
Los padres de Melisa fueron al galpón municipal donde ella trabajaba para ver si podían averiguar algo más. “Nos ofrecieron plata para que nos callemos. Cuando les dijimos que no, uno de los encargados le quiso pegar a mi esposa”, contó Jorge de Benedetti.
“Lo único que queremos es justicia. Yo a mi hija la voy a recuperar de a poco, con terapia. Pero esto le puede pasar a cualquiera. Si este tipo sigue libre puede volver a violar. Necesitamos que esté preso”.
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