Por Juan Pablo Pettoruti*
¿Qué sucede cuando el arte toma la calle? Cuando no sólo se expresa en el espacio público sino también lo interviene, lo transforma.
Entonces no sólo es el espacio el que se transforma sino también las personas que lo transitan, el público (parte esencial del acto creativo/comunicativo), que da a la obra en cuestión un cierre interpretativo, una terminación.
En Hamburgo una populosa caminata “zombie” se desplaza por el centro en repudio del G20. En las calles de Méjico DF la obra de Pajaro trata el problema de la contaminación interviniendo de forma plástica cientos de bolsas de basura. Un “museo” a cielo abierto de grafitis en San Miguel (Chile). Una pila de cuerpos femeninos desnudos yace frente al Congreso de la Nación en Buenos Aires en repudio a la alta taza de femicidios en el país.
En la ciudad de La Plata los vecinos de un barrio nuevo deciden comunicar su preocupación frente a los prejuicios acentuados por excesivos y cortoplacistas operativos policiales, visibilizar un barrio aislado (problemas con los accesos, la luminaria, infraestructura, gas) y fortalecer su identidad a partir de una obra de arte comunitario, grafiteando los techos de sus viviendas para así poner un grito pintado en el cielo: “Violencia es mentir”.
En el llamado “Barrio Nuevo”, que limita con “El Mercadito”, vecinos, organizaciones sociales de la zona, extensionistas de la Universidad Nacional de La Plata y un grupo de artistas independientes llevaron adelante tres jornadas de intenso trabajo artístico para lograr, tal vez, una de las más ambiciosas obras de arte callejero de la ciudad. Tal como sucede con las obras de arte extensas, a simple vista la intervención no pareciera ser notoria, el cambio generado (como dijimos anteriormente tanto en el espacio como en la población circundante) no se encuentra en la superficie. La mirada debe tomar una nueva perspectiva, un punto de vista noconvencional: en este caso la superficie de la obra se aprecia desde las alturas, mediante imágenes tomadas por una cámara voladora, desde la comodidad de la visión satelital en internet, o desde el interior de un helicóptero. Desde lo alto el mensaje se esclarece, el secreto se devela: en grandes letras se logra leer sobre los techos del “Barrio Nuevo” inscripciones tales como: “Ningún pibe nace chorro”.
La pregunta que surge entonces es: ¿quién logrará ver las palabras si éstas se encuentran pintadas sobre los techos? Y es aquí cuando la obra toma nuevas y más profundas dimensiones. Tal vez en el trabajo del artista alemán Jochen Gerz podamos encontrar
una respuesta, o una forma de abordar ésta y tantas otras preguntas. Sus esculturas
antimonumentos tratan los temas más complejos incrustados en lo profundo de la
sociedad (alemana en su caso), temas de los cuales su mayor problema es que no suele
hablarse de ellos. Es por eso que Gerz apela a la invisibilidad de la obra, para que su
existencia radique en el verbo, el relato. Algunos de sus antimonumentos no pueden
verse, se han hundido o se encuentran ocultos en el envés de las baldosas de un patio.
Se los recuerda, se los comenta, se los pone sobre la mesa, se habla de ellos y las
problemáticas que abordan, se los “contempla” desde una perspectiva diferente, ya
que nombrar es también una forma de visibilizar.
“Dicen que en el Barrio Nuevo hay una gran obra de arte. Parece que se encuentra sobre los techos de las casas. Dicen que trata sobre la estigmatización, sobre los chicos en situación de vulnerabilidad, sobre el aislamiento de una comunidad. Está sobre los techos, no se ve, me lo contaron”.
Un aspecto a tener en cuenta para percibir la magnitud de este hecho artístico, es el valor comunitario que esta actividad conllevó. Los vecinos hicieron de la iniciativa gestada por equipos de extensión y organizaciones que conforman el Centro Comunitario de Extensión Universitaria N°6 “El Mercadito” algo propio. Tanto los mensajes: el contenido y la forma, como su implementación, fueron trabajadas en conjunto con la comunidad. La pieza, nacida del poder creativo colectivo, podría ser firmada por todos y cada uno de sus hacedores.
Una muestra más de que sin necesidad de operativos ni fanfarrias, el arte puede vincular al aislado. Puede abrir caminos y fortalece la identidad, y promover la inclusión social y la creatividad, herramientas fundamentales para la transformación positiva de la realidad que nos rodea.