Por Saulo Dalmasso*
Foto: @fundeps
“Escribo para que el agua envenenada pueda beberse”
Chantal Maillard
Aclaraciones por si no nos conocemos: Me identifico dentro del espectro no binarie (NB). Desde hace dos años inicié el trámite para el cambio registral (sin obtener una respuesta favorable) en Rosario, Santa Fe. Participé en distintas agrupaciones y espacios de militancia, actualmente en la “Liga Mostrix”. Suelto estas palabras con el anhelo de que sean fructíferas para poder pensarnos como comunidad.
Arranquemos:
Eran las 21: 05 del martes 20 de julio y comenzaron a explotar los grupos de WhatsApp con capturas de pantalla de las redes sociales que anunciaban que en la mañana del día siguiente el presidente iba anunciar “la puesta en marcha del DNI para personas no binarias”. Una pregunta se repetía con insistencia dentro de los grupos “¿Alguien sabe algo?”.
Debo reconocer que inicialmente no se me activó la pregunta ¿cómo puede ser que inviten a algo de los que las mismas personas implicadas no están al tanto? Al principio se me encendió una emoción, de esas que aparecen cuando se torna real algo del orden de lo utópico. ¿Cómo sería ese DNI no binario que los medios de comunicación comenzaban a vitorear? en algunos países (por nombrar algunas estrategias) se suma a la F (femenino) y la M (masculino) la identidad “no binaria”, en otrxs se agrega otro listado de identidades, y también los hay en los que directamente se retira el casillero que aparece como “sexo”. No tardaron en llegar datos de que lo que habían decidido y determinado era agregar una “X”. Y ahí mismo floreció la primera angustia, y luego una intención vana de acompañarla desde el humor: “¿Quién de las personas que iniciamos el trámite de cambio registral solicitó una “X” y porque justo a él, ella o elle le hicieron caso y ahora nos lo iban a imponer al resto?”. Porque la mayoría nos hemos cruzado en espacios NB y en las solicitudes pedíamos que no se consignara el sexo, que se agregara la categoría “NB”, u otras identidades como “Feminidad travesti” (por mencionar como siempre un arbitrario top tres). Y entonces, ¿Por qué nos salían con esto?
La segunda angustia apareció cuando me empezaron a escribir allegadxs que están al tanto de mi solicitud y que me saludaban felicitándome por lo que habían leído en los medios. El discurso del gobierno de “esto es un éxito histórico”, “Argentina es el primer país en Latinoamérica en tener un DNI No Binario”, había sido replicado (generando una suerte de muralla comunicacional) en forma casi literal por la mayoría de los medios de comunicación “masivos” e “independientes”, desde aquellos que no tienen perspectiva de género, hasta lxs que se presentan como feministas y LGBTIQ+; habiendo poquísimos casos (por no decirlos nulos) en donde días después en una muy breve aclaración se dejaría constancia de que existían “colectivos inconformes” con esta medida (más en un afán de cumplir con lo políticamente correcto que en desarrollar esas implicancias).
Escribí, entonces, en el celular una respuesta que fui reenviando: “Para algunas personas esto es motivo de celebración. Para otras de tristeza. Yo estoy en el segundo grupo”. Y entonces preguntaban ¿por qué? La primera explicación fue a mis hermanas y me alegró que por estar acompañándome desde hace tiempo comprendieran con rapidez que no había una suerte de capricho por la “X”, y entendieran que lo que necesitaba no eran preguntas sino contención. Pero en las siguientes explicaciones, en dónde en las repreguntas había malestar por mi devolución, se activó la tercera angustia de tener que manifestar una “fundamentación” que luego era interpelada y terminaba en discusiones con personas que decían haber acompañado nuestra lucha pero ahora parecía que no entendían nada (y esto no les impedía tener en claro y expresar sus opiniones sobre lo que consideraban que era lo mejor para un colectivo del que no forman parte). Y por eso mi respuesta se transformó en otro mensaje copiado y pegado: “No quiero hablar ahora”.
Como se imaginaran el WhatsApp de la Liga Mostrix estaba on fire en un torbellino de enojo, tristeza y amor-contenedor en el que cada tanto circulaba la pregunta ¿y ahora qué hacemos? Rápidamente comprendimos que teníamos que recibir juntxs la transmisión de la presentación oficial que iba a suceder en la mañana siguiente. Intenté dormir pero la desazón no me lo permitió, lo primero que me afligió fue sentir que nuevamente me estaban imponiendo algo (y sin embargo el mareo de ese entonces no me dejaba pensar en ¿qué iba a ser ahora de mi situación registral personal?), y luego me rabió entender que aquello por lo que muchxs estábamos luchando ya no iba a ser posible.
Sólo pude dormir dos horas, porque cada 15 minutos refrescaba la página del boletín oficial para tener “la posta”. Cuando pude leer el decreto 476/2021 se incrementó la furia (junto a la cuarta angustia) de ver una predominancia de tratados en donde parecía que lo más importante no era haber escuchado nuestros pedidos y respetar nuestras identidades sino que pudiéramos viajar al exterior (como si esa fuera nuestra prioridad o como si el DNI se transformara extrañamente en un documento de viaje). Citando incluso convenciones internacionales que hablan tristemente en términos de identidad de género “real o percibida”.
Para quienes aún no lo entiendan no estábamos pidiendo ninguna “ampliación”. Reclamábamos por la plena implementación de la Ley n°26.743, que desde el 2012, reconoce el Derecho a la Identidad de Género, pero que hasta la fecha el Estado seguía incumpliendo, al reconocer únicamente a aquellas identidades que se encontraran dentro del binarismo. Por lo tanto el paso siguiente no era ampliar, sino reconocer y hacer efectivo lo que no se estaba cumpliendo, y el riesgo yacía en terminar obturando esa amplitud maravillosa que habíamos conseguido en la ley, que es lo que finalmente sucedió en el efecto de aglutinar todas las identidades bajo una “X”. Esto no solamente nos vulnera a las identidades que estamos por fuera del binarismo, esto revoca un derecho ya conquistado por la incansable lucha del movimiento de disidencias sexuales, de los feminismos y en especial de lxs compañerxs travestis y trans. Por eso a quienes luego me decían “este es un comienzo para ir por más”, intentaba explicarles que esto es, en realidad, un triste retroceso para todxs.
La quinta angustia emergió en la mañana al ver las redes sociales. Al discurso de que esto era un avance comenzaban a sumársele expresiones de repudio. Y entonces los mensajes que llegaban empezaron a ser del orden “vi la publicación de Noah y entendí que no está bueno lo que está pasando”. Compartimos con Noah un afecto de amistad y militancia y le agradezco profundamente que mientras transitábamos esa noche cada unx con su torbellino, se pusiera a producir memes. Una de esas gráficas que hizo circular (mi favorita) era una plantilla de la escena de la película “El hombre araña” dividida en tres partes. En la primera Peter Parker está junto a Mary Jane y le dice con felicidad: “El Estado va a reconocer mi identidad en mi DNI”. En la segunda Mary Jane le dice: “Peter, va a decir solo una X”. En la cuarta Peter aparece con una mirada perdida entrando en el horizonte de la decepción.
¡Esa era la sensación! La de sentir que nos habían corrido la línea del horizonte ¿Y ahora qué?
¿Cómo se puede decir (y repetir) con tanta seguridad que existe una ampliación o reconocimiento de derechos cuando no participó en la misma el colectivo de personas implicadas? No somos ingenuxs, conocemos los detalles de aquello que en la militancia llamamos “la rosca política”, sabíamos que los Ministerios del Interior y de las Mujeres, Géneros y Diversidad estaban trabajando para resolverle al Estado el problema de que cada vez existían más presiones por presentaciones de judicialización en torno a cambios registrales NB en los Registros Civiles y en el Registro Nacional de las Personas (ReNaPer), por no cumplir con algo ya contemplado en la Ley de Identidad de Género. Estábamos también al tanto de que habían convocado a abogadxs que parecen ser siempre quienes ejercen una suerte de tutelaje y dictaminan lo posible, con un dejo de neutralidad y verdad absoluta.
Reitero la pregunta ¿En la elaboración de aquello que se dice una ampliación de derechos, no hay un capitulo en dónde participan las personas involucradas? Bueno, para quienes no lo sepan esto no sucedió, desde distintos espacios colectivos se pidió una mesa de enlace que tan rápido como se iba a abrir, se cerró. Y eso no debería ser festejado sino denunciado. Resulta al menos sorprendente que hoy en día, transitando una institucionalización de la disidencia sexual y los feminismos en la que muchxs compañerxs de lucha ocupan cargos asesores dentro del sistema que siempre queremos cambiar (valga la aclaración de que aún con contradicciones respeto profundamente su trabajo) y algunxs incluso son “especialistas” en nuestras identidades, nadie haya logrado abrir y sostener un espacio de diálogo de forma amplia, democrática y participativa para con nosotrxs (eso deja un fuerte sabor a ¿decepción?).
Llegando al mediodía un montón de espacios de militancia cercanxs y medios de comunicación ya estaban festejando públicamente el anuncio sin siquiera haberse preguntado qué significaba esa resolución para los espacios NB más próximos para los que este suceso se presentaba como una herida. Entiendo desde mi condición anarcoide (que puede coquetear con lo partidario sin terminar en una relación monogámica) que desde el oficialismo asuman esa posición porque así funcionan los espacios partidarios, esa es su lógica y la entiendo, pero dolía verlo de agrupaciones relacionadas con el activismo feminista y la disidencia sexual, ¿cuál era la urgencia? ¿Por qué si decían haber acompañado nuestra lucha no se les habían activado algunas contradicciones?
El clima de a poco se fue caldeando, mientras algunas organizaciones guardaban un prudente silencio (que se agradece) otras salían a celebrar. Algunas figuras del mainstream de la militancia (en su privilegio de visibilidad) expresaban con discursos poéticos y académicos la hazaña estatal. Todo el mundo tenía algo para decir. Feministas interpelaban nuestro rechazo “¿pero entonces que quieren?”, y dentro de la disidencia sexual aparecían planteos de “¡esto es un avance histórico para el movimiento!”, “después pueden luchar por más”, como si eso fuera fácil y posible. Sabemos que una vez que él-Estado dicta sentencia con un decreto o una ley, pierde interés en el tema y es una hazaña que bordea lo imposible volver a ingresarlo en su agenda. La urgencia estaba más en expresarse en las redes sociales que en profundizar en los argumentos y en entender las dimensiones políticas de lo que se compartía. Porque ni siquiera cuando se expresaban de manera positiva ante la medida de la “X” (en su mayoría) lo hacían replicando las voces de personas o agrupaciones NB.
Esto deja en evidencia algo que ya veníamos intentando compartir, que nunca entendieron nuestros procesos, las situaciones de violencia y discriminación a la que muchas veces estamos expuestxs, la implicancia de lo que significa nuestro devenir identitario y lo más duro: que los feminismos siempre se relacionaron con la militancia NB con una suerte de desconfianza porque para un sector no formamos parte de su sujeta política. Y desde la disidencia sexual hay otra desconfianza porque tampoco cristalizamos en las históricas identidades de lucha. En estos días comienza a resonar otro discurso: “Este suceso fue muy importante porque al fin y al cabo permite abrir un debate”. ¡Qué pena no! que sólo podamos habilitar la palabra desde el dolor ajeno.
No me dolieron las expresiones violentas e indignadas de siempre que se burlan del lenguaje neutro, que salían en defensa de los cromosomas, de aquello que creen son hormonas sexuales y en los comentarios decían otra vez “¡están gastando mis impuesto en esto!”. De esas personas no esperaba otra cosa. Dolieron las expresiones de lxs compañerxs y espacios de militancia que no fueron capaces de acercarse y acompañarnos en nuestra angustia, que se subieron a celebrar la conquista de un derecho sin preguntarse por lo que realmente estaba sucediendo en términos colectivos (e incluso sabiéndolo no les importó).
Vimos el acto, y sólo diré que hubo cosas que resultaron del orden de lo grotesco y la banalización, que podrían habernos ahorrado. Se agradeció fuerte la intervención de lxs compas no binaries expresando el “No somos una X” (que incluso intentó ser tristemente “tapado” por la locutora de turno). Para la mayoría que venimos luchando desde hace años por el cambio registral ese gesto fue lo más próximo a lo representativo. Luego desde la Liga Mostrix armamos un texto titulado “identidad X” que pueden encontrarlo en el Instagram y me gustaría compartirles un fragmento:
“Es comprensible que no pudieran consignarse todas las identidades que existen y las por venir, ¿pero no habría sido al menos posible reconocer al paraguas identitario del espectro no binarie en lugar de ofrecer una “X” que tiene sabor a etcétera? ¿Si es tan fundamental consignar en los DNI las identidades que aparecen como “M” o “F”, en la cual ya se autopercibe gran parte de la población, es la “X” la representación de una identidad? Seguramente dirán que allí se consigna todo “lo otro”, pero muches no podemos dejar de sentir que en ese “todo” está la invisibilización y la nada. Nuestras voces no estuvieron presentes en la construcción de esta medida que aparece como un avance, pero que sólo le resuelve un problema administrativo al Estado. Nuestra lucha es otra y no supieron escucharnos.
Como dijimos con anterioridad, siempre existe una instancia de negociación en la que obviamente hay diferencias. Si el Estado se hubiera tomado el trabajo en este proceso de consultar al menos a todas las personas que iniciaron el trámite en el país y, de no ser posible esa proeza democrática, abrir un espacio de diálogo, realizando una convocatoria pública participativa, tal vez el resultado sería el mismo, pero se habría escrito otro capítulo en esta historia. Tal vez estaríamos pudiendo festejar en lugar de sentir que se nos impone y asigna, nuevamente, algo ajeno. Hoy la historia nos excluye, no participamos todes por nuestros DNI”.
Fue vital para mí compartir ese duro viaje acompañada por lxs compas de la Liga Mostrix. Carli, Casta, Chefu, Merlín, Meru y Noah (y también Camile que se nos fue para otras tierras) les amo infinitamente. También quiero agradecerle a los afectos y personas que estuvieron bancando con mensajes de apoyo y se animaron en esa contienda “a favor” o “en contra” a acompañar nuestras voces.
Cuando llegué a casa pensé que iba a poder dormir pero nuevamente mi cabeza no paraba. Intenté esbozar mensajes de felicitaciones para las personas NB que estaban contentas con la resolución, incluso en el dolor tengo en claro que “esto” no debe dividirnos, pero no pude enviarlos porque temía que generaran intercambios que nos hicieran mal. Como se dice cursimente, pero no por eso es menos verdadero, una parte mía está feliz de corazón de que haya quienes estén felices y sientan que lograron ver materializados sus deseos personales. Más allá de que dentro del colectivo NB hay distintas posturas en tornos al tema del DNI, quienes comenzamos la instancia del trámite veníamos sorteando una larga contienda burocrática y se entiende que para muchxs esta medida les permita poder ejercer una ciudadanía que por muchos entrecruzamientos venía siendo vulnerada.
Me acordé que tenía que comer y descansar porque ese día era mi franco de trabajadora “esencial” en el rol de cuidado, pero no tenía hambre. Para ese entonces decidí huir de la hostilidad de las redes sociales para refugiarme en la ficción de lo real. A los mensajes que me preguntaban cómo estaba les respondía: “Me siento rota, pero tengo que permitirme estar así, tengo la certeza de que cuando vuelva a armarme no voy a ser la misma, pero voy a estar bien”. No sabía que la cosa iba a ser tan dura, que amanecería con una torticolis y cefalea que no cedería por varios días y me habitaría un llanto intermitente que lograría soltarse en grito en una asamblea NB (5 días después) en dónde me quebraría al encontrarme con el dolor y la indignación de otrxs pares de Argentina que estaban en la misma, y también de Abya Yala que temían que este tan festejado “avance” llegara a sus tierras.
Mientras intentaba dormirme y no podía hacerlo, recordé esa herramienta que afortunadamente tengo que es la escritura y decidí comer palabras. Empecé a escribir en mi mente un texto que iniciaba con la pregunta ¿somos una comunidad? Y me di cuenta de que lo que había dolido más (por sobre todo) era la quinta angustia, la de las disputas y divisiones que surgían en los espacios de militancia (que ya me venían desgastando). Paradójicamente, en este tiempo en el que los argumentos ceden a las consignas, parecía que sólo había un binario (y en términos morales): ¡Esto está bien! o ¡Esto está mal!
Desde hace tiempo siento que la pregunta del párrafo anterior no circula dentro de aquello que se llama movimiento LGBTIQ+ y dentro de los feminismos (que en mi mente se funden sin tajantes divisiones). Acepto que no puedo renunciar a un ideal romántico para pensarnos. Y sé que puede molestar porque muchxs prefieren mirar para otro lado a la hora de historizar y analizar nuestras contradicciones. Pero eso, para mí, hace que construyamos un futuro sobre arenas movedizas. Siento que hemos desarrollado una relación codependiente y “” con él-Estado olvidando otras instancias necesarias de construcción colectiva. Solamente queremos conseguir y celebrar febrilmente por nuevos derechos sin que importen los procesos y las formas de cimentación de ese devenir. Es que, ¿todo vale?
No tengo miedo en expresar toda esta fragilidad. Pueden acusarme de ser demasiado sensible (ya lo han hecho), y/o decir que no estoy bien ¿qué le hace otra patologización más al tigre? Pero no tienen una idea de lo duro que es cuando el resto habla, opina y tiene el poder de decidir sobre tu proyecto de vida, sobre algo que atraviesa tu cuerpo individual y colectivo.
En la distancia que me permitían los sucesos del día pude pensar como me hubiese gustado que fueran las cosas. Y me imaginé que todxs lxs compas, periodistxs y las organizaciones cercanas de la militancia se permitían el tiempo de escuchar las voces de las personas no binaries que celebraban la resolución y de quienes estábamos angustiadxs por esta abrupta imposición. Y podían luego entender las complejidades y no les apuraba el expresarse virtualmente ni armar la dicotomía #teamapoyolaX vs #teamrepudiolaX ni nos cargaban con sus perspectivas del asunto o nos reducían en la silla de la inconformidad. Porque se daban cuenta, de que para ser comunidad, tenían el duro desafío de tener que poder acompañarnos a todxs.
Y así me dormí. Despiértenme cuando esto suceda…
Sauli
*Saulo Dalmasso trabaja desde hace 15 años en el cuidado en el ámbito de la salud pública y se identifica dentro del espectro no binarie. En su trabajo busca líneas de fuga al pensamiento hegemónico médico-biologicista-androcentrista y normalizador que moldea el ámbito sanitario.