Conocidas también como “drogas de diseño”, las drogas sintéticas se convirtieron en la nueva mina de oro de los narcotraficantes gracias a su facilidad de fabricación y transporte. Se elaboran a partir de diversas combinaciones de sustancias químicas, así que no requieren de grandes extensiones de cultivos naturales para obtener su materia prima, como sí ocurre con la marihuana, la cocaína y el opio. Basta con montar precarios laboratorios. En algunos casos, las organizaciones criminales han aprovechado lagunas legales para comprar los mismos precursores químicos que utiliza la industria farmacéutica, pero luego los desvía a la producción de valiosos e ilegales estupefacientes*.
Son las drogas del siglo XXI. Las más nuevas. Las más rentables. Las de moda.
Las Anfetaminas de Tipo Estimulante y las Nuevas Sustancias Psicoactivas, como las identifica de manera formal Naciones Unidas, se hicieron famosas a partir, entre otras drogas, de las metanfetaminas, que son más conocidas en las calles con nombres comerciales como Cristal, Hielo o Speed. En un principio fueron asociadas sólo a fiestas masivas maratónicas, pero después se convirtieron en una epidemia social con una compleja y cambiante clasificación debido a los permanentes experimentos que los narcotraficantes realizan con la inmensa variedad de precursores químicos que están al alcance de su mano.
Un farmacéutico estadounidense llamado Gary Henderson fue el primero en utilizar, en los años 60, el nombre de “drogas de diseño” para referirse a los estupefacientes que se fabricaban en laboratorios clandestinos y que se “diseñaban” con diferentes precursores químicos para tratar de conseguir los mismos efectos estimulantes que las drogas que provenían de vegetales (cannabis, hoja de coca o amapola/dormidera). La mayor parte de las sustancias utilizadas habían sido creadas por grandes laboratorios farmacéuticos que las descartaron por su alta toxicidad o ineficacia terapéutica. La ventaja para los narcotraficantes fue que, por ser nuevas, la mayoría de estas drogas no estaban sujetas a las cada vez más duras políticas prohibicionistas. No eran ilegales, en todo caso, desconocidas.
Una de estas nuevas sustancias es tan popular como antigua. Su verdadero y complicado nombre es metilendioximetanfetamina, pero fue sustituido por el comercial Éxtasis. El laboratorio alemán Merck la patentó en 1913, pero no la desarrolló ni le dio ninguna utilidad durante varias décadas, hasta que el químico estadounidense Alexander Shulgin experimentó y la popularizó en los años 70 para tratar la depresión, entre otros padecimientos. La droga, tomada en forma de pastilla, se propagó rápidamente en el mercado ilegal gracias a sus efectos alucinógenos que agudizaban los sentidos.
Estos nuevos estupefacientes formaron parte del movimiento rave que estalló en las discotecas de Inglaterra a fines de los años 80 y que luego se replicó en Estados Unidos. Se trataba de fiestas multitudinarias de música electrónica que, al amparo de la consigna “paz, amor, unidad y respeto”, rememoraban a los hippies de los años 60. El Éxtasis se transformó en la droga preferida de los raves, ya que permitía que los participantes tuvieran la energía suficiente para entrar en trance con la música y bailar hasta el amanecer. El riesgo, desde entonces, fue el de sufrir crisis de agotamiento y deshidratación. Por eso, la huella que dejan los raves cuando terminan es una alfombra de miles de botellas de agua vacías.
La Ketamina fue otra droga que se expandió gracias a los raves. Había sido sintetizada en 1962 y utilizada principalmente en la medicina veterinaria, pero luego fue distribuida para su uso recreativo e ilegal con los nombres de Especial K, Vitamina K o Polvo K. Es un polvo blanco que los usuarios suelen mezclar con marihuana, tabaco, cocaína, heroína, e incluso con el Éxtasis. Produce alucinaciones, pérdida del sentido del tiempo, sudor frío y los efectos pueden durar entre media hora y dos horas. Las sobredosis, comunes ante la subestimación de la droga, pueden provocar una reducción drástica y peligrosa de los niveles sanguíneos y respiratorios.
Hay drogas sintéticas que entrañan otro tipo de riesgos, sobre todo porque no se consumen de manera voluntaria. Es el caso del Rohypnol, una sustancia que es suministrada principalmente a mujeres para que no puedan resistirse a una violación. Como los casos se multiplicaron en los años 90, Estados Unidos optó por prohibir totalmente su importación. Los criminales la sustituyeron por el Clonazepam, otro fármaco hipnótico mejor conocido como Rivotril, que se puede obtener con receta médica.
También hay drogas semisintéticas con un aura casi mítica, como el caso del Lyssergic Acid Diethylamide, el famoso LSD o Ácido, que con sus intensos efectos alucinógenos quedó ligado a la contracultura de los años 60. Había sido sintetizada desde fines de los años 30 por Albert Hoffman, un químico suizo que experimentó personalmente con la droga. Hay incluso una fecha iniciática. El 19 de abril de 1943, Hoffman protagonizó el primer “viaje” de ácido de la historia. Y lo hizo, literalmente, en bicicleta. Había tomado 250 microgramos de LSD en su laboratorio para descubrir y analizar los efectos, pero de inmediato se sintió extraño, casi no podía hablar. Le pidió a su asistente que lo acompañara a su casa y se fueron en sus bicicletas, vehículo habitual en la época ante la falta de autos por la guerra. Las imágenes se distorsionaban, no sentía movimiento alguno, entró en un estado delirante pero tuvo rasgos de lucidez. Ya en su casa, las alucinaciones se multiplicaron, pero al otro día amaneció radiante, sin rastro alguno de resaca, salvo el cuerpo adolorido, lo que se compensaba con sensaciones placenteras que nunca antes había vivido. El LSD resultó ser una prometedora droga en tratamientos sicoterapéuticos, pero su uso recreativo y masificado por el movimiento hippie lo confinó a la lista de sicotrópicos prohibidos.
Drogas de diseño hay cientos, pero sólo una es la verdadera estrella del siglo XXI: la metanfetamina. De las 144 toneladas de Anfetaminas Tipo Estimulante que fueron incautadas en 2012 en todo el mundo, el 80 por ciento fueron las metanfetaminas que ya provocaron una epidemia en Estados Unidos y que se expandieron con rapidez gracias a sus poderosos efectos adictivos. Blanca y cristalina, ya sea en polvo o cristalizada, fumada, inyectada o inhalada, la droga provoca una inmediata sensación de bienestar, una mezcla de energía y confianza. Después viene la dependencia y acelerado deterioro físico de los adictos. El combate a las metanfetaminas enfrenta un problema derivado del capitalismo, porque los precursores químicos que se necesitan para su elaboración, como las legales efedrina y seudoefedrina, están presentes en los antrigripales y descongestivos que se pueden conseguir sin receta en muchos países. A los criminales les basta robar cargamentos de medicinas, o hacer compras “hormiga” en las farmacias para obtener sus precursores. Los laboratorios se han resistido a que las píldoras que contienen efedrina o seudoefedrina se vendan con mayores controles porque ello hace peligrar sus ganancias. El Informe Mundial de Drogas reconoció en su edición de 2014 que era muy difícil cuantificar la fabricación mundial de las anfetaminas, aunque por las toneladas incautadas y los 12,857 laboratorios destruidos ese año tan sólo en Estados Unidos, se podía sospechar de un nuevo aumento en la producción.
Se han detectado, además, 251 Nuevas Sustancias Psicoactivas, una cifra que ya supera las 234 sustancias que están sujetas a fiscalización internacional, lo que demuestra que los narcotraficantes están actuando con mayor creatividad y rapidez que las autoridades.
¿Sabías que en sólo dos años, entre 2011 y 2013, el número de consumidores de anfetaminas aumentó de 33 a 54 millones de personas?
El LSD o ácido es un líquido que se impregna en pedacitos de papel, cubos de azúcar, dulces o láminas tipo estampillas. A veces tienen dibujitos, lo que hace que parezca cualquier cosa menos una droga ilegal. Los usuarios se lo colocan debajo de la lengua y esperan, porque los efectos tardan en sentirse entre media hora y una hora. Las sensaciones se replican por lo menos durante 12 horas. Hay quienes se colocan el LSD en el ojo para que el “viaje” sea inmediato.
La historia de las drogas sintéticas involucra a personajes como Alexander Shulgin y Albert Hoffman, “padres” del Éxtasis y del LSD. Los químicos creían que estas drogas podían ayudar a los seres humanos a atravesar fronteras de su conciencia y sanar padecimientos al lograr un mejor conocimiento de sí mismos. Además del Éxtasis, Shulgin diseñó más de 150 drogas y defendió el peyote, el cactus sagrado mexicano. “La mayoría de las drogas no son adictivas, y ciertamente no son escapistas, pero son herramientas valiosas para la comprensión de cómo funciona la mente humana”, escribió. Ninguno fue criminalizado por sus descubrimientos. Hoffman, incluso, formó parte del Comité del Premio Nobel y la Academia Mundial de Ciencias. El consumo controlado de drogas sintéticas que hicieron durante toda su vida no afectó su longevidad: Shulgin murió a los 88 años, y Hoffman, a los 102.
En 2009, Naciones Unidas reportó una lista de 199 Nuevas Sustancias Psicoactivas, pero cuatro años más tarde, ya eran 234, lo que confirma la tendencia creciente e imparable de las drogas sintéticas en el mercado ilegal.
*Este texto es el Capítulo 11 de Todo lo que necesitás saber sobre narcotráfico.
0 Comments on "Drogas sintéticas, una mina de oro para el narco"