El 18 de enero de 2020, frente al boliche Le Brique de Villa Gesell, ocho rugbiers atacaron a puños y patadas a Fernando Báez Sosa. Le pegaron en la cabeza, en el cuello, en los riñones, en la panza y en el pecho. Lo dejaron tirado en el piso. No fue una pelea. Fueron ocho contra uno. Fernando murió por los golpes casi en el acto.
El crimen de Fernando fue captado por varias cámaras y celulares. Las imágenes permitieron identificar rápidamente a los asesinos: Máximo Thomsen, Ciro Pertossi, Luciano Pertossi, Lucas Pertossi, Enzo Comelli, Matías Benicelli, Blas Cinalli y Ayrton Viollaz. Los ocho cumplen prisión preventiva en el penal de Melchor Romero, en La Plata.
La fiscal Verónica Zamboni los imputó por homicidio con dos agravantes: alevosía y premeditación. Las pruebas no sólo fueron los videos del momento de la pelea, sino los mensajes de WhatsApp que se mandaron los rugbiers inmediatamente después del crimen. Todes recordamos el “Caducó”, de Lucas Pertossi, la foto de algunos comiendo en un Mc Donals como si nada y el mensaje final de Ciro Pertossi: “Chicos no se cuenta nada de esto a nadie”.
En uno de los allanamientos al chalet que alquilaban los rugbiers en Villa Gesell, la Policía también encontró una zapatilla ensangrentada que coincidió con una de las marcas que tenía Fernando en el cuerpo. Lo patearon hasta la muerte. La zapatilla era de Máximo Thorsen.
Fernando tenía 18 años y era el único hijo de Silvino Báez y María Graciela Sosa. Ambos paraguayos, él encargado de un edificio y ella cuidadora de ancianos. Fernando estudió en el Colegio Marianista de Caballito, gracias a una beca en la que quedó seleccionado entre 400 postulantes.
Era hincha de Boca y cuando terminó el secundario empezó a estudiar Derecho. Era solidario: participaba del “Proyecto Servir”, un programa donde hacía tareas de albañilería y construcción para organizaciones sociales, y colaboraba con la ONG “Seres vs Teneres” que ayuda a gente en situación de vulnerabilidad en la provincia de Buenos Aires.
¿Cómo es que ocho pibes de entre 19 y 22 años matan de manera premeditada y con alevosía a otro de 18? ¿Cómo es que después se van a sus casas, se cambian y salen a comer? ¿Por qué pensaron que iban a salir impunes? ¿Qué los habilita a atacar, matar y creerse impunes?
El asesinato de Fernando fue un crimen racista: varios testigos escucharon cómo los asesinos le gritaban “negro de mierda” mientras le pegaban. ¿Le habrían pegado igual si hubiese sido un pibe blanco como ellos? “Diez varones blancos de clase media no atacarían de la misma forma a una persona con rasgos indígenas que a una persona de clase media. El crimen de Fernando Báez Sosa tiene una matriz racista. Muchas veces las personas blancas sienten impunidad: se arriesgan a pegarle a uno entre diez porque hay algo que les dice que no hay nada malo en eso, que pueden ser impunes”, dice Alejandro Mamaní, de Identidad Marrón, en esta nota.
¿Y qué habría pasado si Fernando hubiese sido de clase media alta como ellos? El crimen de Fernando fue también clasista. ¿Cuál es la relevancia de que los asesinos sean rugbiers? La violencia, los abusos, los crímenes como el de Fernando no parecen ser aislados. No son “un grupito de rugbiers”. ¿Por qué los valores que se pregonan en el Rugby hacia adentro no parecen tener valor en la calle? ¿Quiénes mayoritariamente practican este deporte? ¿Cuáles son los códigos que manejan? En esta columna, Alfredo Fernández analiza las otras variables: la clase, el dinero, el alcohol y la responsabilidad de un Estado que, hasta ahora, parece ausente.
Y también fue un crimen machista. Lo que hicieron los diez rugbiers que mataron a Fernando, como explicó Rita Segato en Radio con Vos, fue “probarse a sí mismos mediante una víctima sacrificial que son hombres”. En este hilo Luciano Fabbri habla sobre cómo el crimen evidenció que existe una sensibilidad histórica en la sociedad que permite identificar que la violencia entre varones también tiene bases patriarcales.
Entonces ¿el problema es el Rugby? ¿Son todos los rugbiers violentos y asesinos? Ciervos Pampas Rugby Club demuestra que no. Es el primer equipo en América Latina que combinó diversidad sexual y rugby. Se hizo cargo de las contradicciones que encierra este deporte y pensó en cómo hacerle frente.
Este 18 de enero, a dos años del asesinato, la madre y el padre de Fernando pisarán por primera vez la calle donde los ocho rugbiers mataron a su hijo. En el Paseo 102 y Avenida 3 a las 19 realizarán una ceremonia de homenaje.