Yaco y Pablo se conocen hace como 2 años, pero la pandemia que nos aísla a ellos los enamoró y están juntos desde marzo. Ahora que en la Ciudad de Buenos Aires la cuarentena se flexibilizó decidieron mudarse y convivir.
Para celebrar el arranque de este proyecto, se juntaron el martes a tomar unas cervezas con amigas en un bar de Plaza Serrano, en Palermo. A eso de las 22 se despidieron de ellas y comenzaron la vuelta a casa caminando por la calle Soler. Iban abrazados y se dieron un beso. Cuando doblaron en Aráoz, aparecieron tres varones, uno de ellos con un palo en la mano.
“Aparecieron de la nada, intentando separarnos y gritándonos insultos. De ‘putos de mierda’ para arriba, todo lo que puedas imaginar”, contaron ambos en una conversación con Cosecha Roja.
Yaco sólo pensó en proteger a Pablo, así que se interpuso y por eso recibió un palazo en la cabeza y cayó a la vereda. Ambos empezaron a gritar y pedir ayuda. Desde los balcones de los edificios empezaron a asomarse personas que se les unieron en el pedido de auxilio y llamaban a la policía. Eso amedrentó un poco a los agresores, pero no tanto como para que se fueran. Se quedaron a unos metros viendo qué pasaba.
“A pesar del griterío en toda la cuadra y de que llamamos al 911, la policía no aparecía”, cuentan. Justo pasó por ahí un patrullero y los agresores salieron corriendo. Dos mujeres policías se acercaron a Yaco y Pablo y les dijeron que los habían visto pasar corriendo, pero que no podían hacer nada porque tenían que identificarlos.
Ya en la comisaría 14 a, Pablo y Yaco pasaron dos horas esperando que les tomen la denuncia. Y eso que no estaban más que ellos dos esperando.
Mientras Pablo declaraba, Yaco se quedó en la sala de espera, porque estaba golpeado y dolorido: le pidió a un policía que llamara al SAME.
-No creo que vengan, por todo esto del Covid. Además, tampoco estás tan golpeado- le contestó.
La denuncia, que terminó siendo por “lesiones leves”, la redactaron tres veces porque ponían mal los datos. En la declaración, Pablo insistió en que fue un acto homofóbico.
Cuando volvieron a sus casas, releyeron la denuncia: “No les robaron nada y sólo fue un acto homofóbico”, escribió el policía. “Una clara muestra de cómo estigmatizaron y minimizaron todo. Tenemos que agradecer que ‘por suerte’ no nos robaron”.
“Fallaron todas las instituciones. Pero ahora queremos ver si tenemos justicia, si va a haber algún responsable más allá de la visibilidad mediática”, dicen. Por eso hoy van a hacer la denuncia en la Fiscalía en lo penal y contravencional de faltas N° 8. “Ahora tenemos que dar una lucha cultural en el Poder Judicial. Queremos que la carátula de la causa sea “lesiones por odio por orientación sexual”, cuentan.
“En lo personal nunca nos habían atacado de esta manera. Pero por supuesto que es estructural y sistemático”, aseguran. “Si vamos solos por la calle, no pasa nada: cumplimos con los estereotipos de la masculinidad: varones cis, blancos, de clase media, profesionales”.
Juntos, abrazados y dándose un beso, es otra cosa. “Fue un mensaje aleccionador y disciplinador. Nos golpearon el cuerpo, pero también nuestra identidad”, dicen.
El horror y la discriminación siguió en las redes sociales, como respuesta a la publicación que hicieron denunciando el ataque. “Nos encontramos con un montón de mensajes homofóbicos. Estamos muy cansados. Nos sentimos vulnerados y vulnerables en esta sociedad heteropatriarcal que habilita esta violencia de odio”, dicen.
Hoy, tres días después del ataque, están “como pueden”. Contenidos por amigxs, familia y organizaciones LGBT+ que se acercaron para apoyarlos. No sólo hubo mensajes de odio en las redes, también hubo mucho amor. No están solos.