Cosecha Roja.-
“La velocidad de un rayo y precisión quirúrgica”. Así describían los medios al boxeador pampeano Víctor “El Lince” Purreta. El cuerpo de su primera mujer nunca apareció. El hijo declaró en Cámara Gesell: contó que le pegaba a la mamá con un rebenque y que la última noche la vio en la bañera “morada y desmayada”. En 2005, un año después de que no se supiera más de Andrea López, lo condenaron no por el crimen sino por obligarla a prostituirse. Estuvo preso, en 2007 salió en libertad y volvió a pelear. La prensa especializada festejó el regreso al ring de “su magia chaplinesca”. Estuvo tres meses con otra mujer, se casó y de nuevo estalló la violencia. Otra vez cayó preso. Y desde adentro sedujo a una nueva víctima: terminó prostituyéndose. Recién ahora, diez años y dos parejas después, lo juzgan por el homicidio de su primer mujer.
En la cárcel le dicen “el poronga” y lo quieren porque da clases de boxeo y organiza competencias. En el pabellón de la Unidad 4, si alguien le pregunta por la historia de Andrea López dice que es todo mentira y que se escapó de la casa. “Tiene doble personalidad: mientras estaba la familia presente era un gatito y cuando estaban solos, una fiera”, dijo Julia Ferreira -mamá de López- a Cosecha Roja. Desde que en 1998 Andrea se casó con Víctor, Julia la refugió en su casa decenas de veces. Hicieron varias denuncias en la comisaría 2nda de Santa Rosa. “Yo no sabía que tenía que llevarme una copia, ahora no hay registro de nada”, contó.
“Venía a refugiarse, llegaba con la cara destrozada porque él era boxeador. La hizo dejar el trabajo en una fábrica de zapatillas y dejó de estudiar secretariado comercial porque él decía que era celoso”, dijo. En realidad, la hacía prostituirse. Al principio la llevaba a la ruta y después a un cabaret en Pehuajó. “Él ponía las chicas y un socio -que apareció ahorcado con una cinta en la boca hace 7 años- la infraestructura: tenía una habitación para que trabajen las chicas y otra donde Purreta dormía. Una de las tres mujeres a las que llevaban declaró que los clientes eran los policías del pueblo”, dijo a Cosecha Roja Omar Gebruers, el abogado de la familia López.
“El hijo era su arma”, dijo Julia. Andrea se escapaba pero volvía a su casa porque Víctor se quedaba con el nene. Cuando desapareció, el niño tenía 5 años. El testimonio que dio en Cámara Gesell en 2011 -a los 12- es clave en el juicio: contó que el papá le pegaba a la mamá “con un rebenque contra una punta” y que le daba piñas y patadas. Dijo que la vio en la bañera “toda morada, como si estuviera desmayada” y que el papá la acostó en la cama y lo mandó a la cocina. Tres años después de la desaparición de Andrea, Julia se quedó con la tenencia del nieto. “Un día le metió la cabeza en un fuentón de agua como castigo y fue el límite”, contó.
El primer juicio que afrontó Purreta fue en 2005. La Cámara en lo Criminal 1 de La Pampa lo condenó a cinco años de prisión por ser el proxeneta de su pareja desaparecida. Estuvo preso dos años y medio en la Unidad 4 y en 2007 obtuvo la libertad condicional. No tardó en conocer a Alejandra Analía Gómez, casarse de nuevo, obligarla a prostituirse y golpearla ferozmente.
En la declaración, la segunda mujer contó que se enteró de que era “Purreta” un día antes del casamiento. Dice que le preguntó por Andrea, que él le dijo que “era todo mentira” y que siguieron adelante. Unos meses después lo denunció. Él le había pegado trompadas, la había golpeado con un palo, le había quebrado costillas y le había hecho “tener relaciones sexuales con desconocidos”. En 2010 la misma Cámara en lo Criminal 1 lo condenó a un año y medio de prisión por “lesiones leves calificadas por el vínculo”. Tuvieron en cuenta que Gómez estaba embarazada y que él era boxeador.
En 2008, mientras Purreta enfrentaba su segundo juicio con prisión preventiva, pidió la excarcelación. La jueza Verónica Fantini evaluó que ya tenía una condena y una medida restrictiva del Juzgado de la Familia y el Menor -no podía acercarse a la denunciante a menos de 300 metros- y que estaba procesado por un “delito que vulnera la integridad física de la mujer”. Y consideró que, si recuperaba la libertad, ponía “en peligro la integridad física de la mujer presunta víctima, no existiendo pauta alguna que permita deducir que este imputado se refrenará en su accionar”
“La tercera denuncia que tiene es de Érica Ingrass. A ella la hizo trabajar desde la cárcel. Su único medio de producir dinero es vivir de las mujeres, no labura de nada. Los testigos dicen que no se le conoce profesión”, contó Gebruers.
El abogado reconstruyó el día en el que -se sospecha- Purreta descartó el cuerpo de Andrea, su primera esposa. El ex boxeador viajó a Pehuajó con tres mujeres y su hijo en una camioneta. En la parte de atrás llevaba bolsas de residuos negra y tres perros. “Eran de caza y los tenía para que nadie se acerque a la parte de atrás. A las chicas les cargó los bolsos él y dejó a los animales toda la noche”, contó.
Esperan que le den perpetua: “Para nosotros hay un homicidio con alevosía”, dijo el abogado, “porque era boxeador y su superioridad física y de fuerza era importante: ella no tuvo ninguna posibilidad de defenderse y era obrar sobre seguro”.
Foto: La Arena
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