La reina trans era una luchadora por los derechos de la comunidad LGBT. Tuvo que exiliarse de su pueblo natal por las amenazas de los paramilitares. La policía la baleó cuando defendía a una compañera y menos de un año después apareció asesinada en la habitación de un hotel.

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La primera vez que Oriana Nicole Martínez se vistió de mujer en público tenía 16 años y todavía usaba nombre de varón. Se había anotado en un concurso de belleza sin decirle nada a la mamá y a las tres hermanas. Aquella tarde volvió a la casa convertida en reina trans.

Oriana nació en un hogar de mujeres en Sincelejo, en el departamento de Sucre, en el Caribe colombiano. Durante varios años ejerció la prostitución junto a otras mujeres trans en una zona de camioneros del barrio El Maizal, en el pueblo que la vio crecer. Su suerte parecía no ser muy distinta al resto de la comunidad. “La mayoría de las mujeres trans de esta zona del Caribe son peluqueras o se dedican al trabajo sexual”, explicó a Cosecha Roja Jesús Fragozo Caro, integrante del colectivo LGBTI Caribe Afirmativo.

Fue trabajadora sexual hasta que ella y otras 15 de sus compañeras tuvieron que  abandonar la zona por las amenazas de un grupo de paramilitares. Las caras de algunas de ellas aparecían en volantes que repartían a los vecinos para intimidarlas. El miedo era fundado: entre 1983 y 2016, en el marco del conficto armado, en Colombia fueron asesinadas 142 integrantes de la comunidad LGBTI. Los datos son del Observatorio del Centro Nacional de Memoria Histórica.

Para escapar se instaló en Medellín, donde vivió poco más de un año. Al volver a su ciudad natal se casó con un español que había conocido por internet y se convirtió en la primera mujer trans en casarse en el departamento de Sucre. “Fue una relación muy abierta, se tenían mucho respeto”, contó su hermana Cristel a diario El Tiempo. Uno o dos años después la pareja se divorció.

Desde aquella tarde en que la había visto convertida en reina, su madre siempre la acompañó, aunque nunca dejó de llamarla por su nombre de varón. Todavía guarda las fotos de la infancia donde aparece con el pelo corto, sonrisa y ojos entrecerrados, como riendo a carcajadas.

En Sincelejo la mamá la vio convertirse en una luchadora por los derechos de la comunidad LGBTI. Organizaba encuentros y ayudaba a otras chicas. Pronto transformó la casa materna en un albergue para chicas trans sin hogar.

“Muchas de las personas trans y gays naturalizan la violencia y no la denuncian”, contó Fragozo Caro. Oriana, en cambio, logró reunir a las 15 compañeras trans que habían sido amenazadas por los paramilitares y presentó la denuncia en la Defensoría del Pueblo, donde funciona el Sistema de Alertas Tempranas para advertir las situaciones de riesgo de la población civil en el marco del conflicto armado. Al poco tiempo fue herida de un disparo al quedar en medio del ataque policial contra una compañera con la que trabajaba en El Maizal.

Desde aquel día en que se convirtió en reina trans, Oriana había soñado con operarse las tetas. Lo hizo luego de cumplir 32 años. Unas semanas después se fue unos días con unas compañeras a Valledupar, a unos 130 kilómetros de Sincelejo. Durante el viaje un cliente la contactó por internet, donde ella tenía un perfil público.

El 17 de agosto de 2016 entró al hotel Vivi con dos hombres. Al día siguiente los empleados del hotel vieron que salía sangre por debajo de la puerta. Los policías encontraron el cuerpo tendido de espaldas. Tenía dos heridas de arma blanca en el cuello y en el brazo derecho. Junto al cuerpo quedaron prolijamente acomodados dos pares de zapatos de mujer. En la habitación encontraron botellas de cerveza y aguardiente.

La Justicia logró identificar a uno de los hombres que habían estado con ella. Dreiler de Jesús Arias Martínez, de 27 años fue detenido en noviembre de 2016 y lo liberaron ocho meses después. El crimen todavía sigue impune.