sosa

Por Luciana Rosende – El Argentino Zona Norte .-

Sabina Sotelo tiene los ojos hinchados de tanto llorar. No durmió en toda la noche. Desde ayer, su teléfono suena sin parar. Así se enteró que el asesino de su hijo, el ex (¿ex?) policía bonaerense Héctor Eusebio Sosa, está activo en el Centro de Operaciones Tigre (COT). Tan activo está, que el jueves se viralizó un video que lo muestra tomando del cuello a un hombre derribado, un repartidor de harina que terminó ensangrentado y con una fractura tras discutir y ser golpeado por miembros de la fuerza de seguridad tigrense. El grandote que lo sostiene con el brazo trabado alrededor de su cuello es el que mató a Víctor “El Frente” Vital. Sabina Sotelo, su mamá, no lo puede creer.

El dato fue revelado por la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional (Correpi). “El inspector del COT que agredió a un trabajador que sólo le pidió que corriera su patrullero para poder sacar la camioneta es el mismo que, como cabo 1º de la Bonaerense, fusiló tres pibes entre 1999 y 2006”. El primero fue el Frente Vital, de 17 años, el hijo de Sabina. Los otros dos, Jonathan Lorenzo, de 19, y Jorge Andrés Martínez, de 24. Iban en moto con un tercer chico cuando Sosa los empezó a perseguir con el patrullero. Descargó sobre ellos su cargador y el del arma de su compañero.

“No sabía que estaba en el COT. Esto me genera indignación, una indignación terrible. Si yo voy a buscar trabajo de mucama, lo primero que hacen es ver dónde trabajé, pedir referencias. ¿Cómo puede ser que para algo así no lo hagan? Él tiene alma de asesino. Se ve en el video cómo lo agarra: si hace un movimiento más, lo desnuca. ¿Quién controla eso? Ahora van a tener que dar respuestas. Yo no tengo pelos en la lengua. A mi hijo no lo voy a recuperar y no me van a hacer callar”, dice Sabina, y su tono pasa de la tristeza al enojo. “Quiero hacer una marcha, quiero que salga del COT. Agredió a un hombre trabajador que no implicaba riesgo, ¿por qué tanta saña? ¿Qué pasa si es un pibe, un adolescente? ¿Adónde está el legajo de él? Es un asesino, tiene deseo de sangre”, repite.

La versión del COT indica que dos agentes “fueron golpeados por un grupo de personas en una estación de servicio de Benavídez, ubicada en ruta 27 y ruta 9” cuando “fueron increpados por el conductor de una camioneta, enojado porque el auto policial le obstaculizaba el paso (…) Posteriormente se produjo una pelea, hasta que llegaron otros móviles policiales para reducir a los agresores. Por la pelea recibieron heridas los dos agentes del COT, y el conductor de la camioneta, quienes fueron trasladados al Hospital de Pacheco”. El relato agrega que “el inspector Sosa se encuentra internado en terapia intensiva con una costilla rota, traumatismo de cráneo y un hematoma en el abdomen. La imagen que se viralizó en las redes sociales es del momento en que uno de los policías tiene retenido a uno de los agresores”. La foto de Sosa, internado y sin ninguna marca visible de golpes, también circuló.

Sosa: internado pero sin golpes visibles.

Sosa: internado pero sin golpes visibles.

Con una herida abierta por haber recibido un culatazo en la cabeza y con un tobillo fracturado, el repartidor de harina Jorge Ojeda, de 57 años, pasó toda una noche preso. Igual que tres personas que trataron de ayudarlo –dos compañeros de trabajo y un playero de la estación de servicio-. “El jueves lo atendieron en el Hospital de Pacheco y de ahí lo llevaron a la comisaría de Benavidez. A él y a los tres que lo intentaron ayudar, los llevaron porque no quisieron firmar la declaración policial que decía que le habían fisurado la costilla al del COT y que el playero le había intentado sacar el arma. Como ellos se rehusaron a firmar eso porque era mentira, los dejaron a los cuatro toda la noche en la comisaría. Los largaron sólo porque fue un montón de gente y por las cámaras”, relató Daniela Ojeda, hija del trabajador, que deberá operarse por la fractura de tobillo.

Igual que Sabina Sotelo, la familia Ojeda se enteró ayer que el hombre del video era Héctor Eusebio Sosa, el asesino del Frente Vital. “Da impotencia saber que estamos al cuidado de gente que ya mató y sigue haciendo maldades. Da mucha bronca saber que no les importa poner gente así al cuidado de los ciudadanos”, expresó Daniela, preparándose para marchar la semana que viene por lo que le pasó a su papá. Hasta el sábado al mediodía, cuando habló con este medio, nadie del Municipio de Tigre se había comunicado con la familia.

 “Que entreguen los legajos de los agentes”

“Exigimos que despidan del COT al policía que asesinó al Frente Vital”, expresó mediante un comunicado la Campaña Nacional Contra la Violencia Institucional. Uno de sus referentes, el diputado Leonardo Grosso, dijo a El Argentino ZN: “Estamos consternados al igual que Sabina. No podíamos creer que era el mismo personaje. Pensamos que estaba completamente retirado, jamás pensamos que iba a ser parte de una fuerza de seguridad. Y estamos preocupados porque no sabemos si el COT lo contrata y si tiene además vinculaciones con la Bonaerense. Queremos pedir explicaciones a la Policía y al COT, que informen cuáles son los criterios con los que incorporan gente a esa fuerza”.

Lo cierto es que ya se le preguntó al Municipio de Tigre, en más de una oportunidad, cuáles eran esos criterios. Hubo por lo menos tres requerimientos en los últimos dos años. En abril del año pasado, por caso, el bloque del Frente para la Victoria en el Concejo Deliberante pidió al Ejecutivo local que informara “Misiones y funciones del  COT; Protocolo de intervención; Convenios con fuerzas de seguridad policial, si los hubiese; Condiciones de ingreso del personal, si las hubiese; Encuadre laboral del personal; Reglamentación  y control del funcionamiento de los móviles”. No hubo respuesta. Como tampoco la obtuvo este medio al intentar comunicarse con el área de Protección Ciudadana del distrito.

“Las autoridades provinciales y municipales deben aclarar la situación laboral de Sosa, es grave si sigue en la Bonaerense y es más grave aún si forma parte del COT municipal que no tiene poder de policía. Hay que frenar la práctica de persecución y abuso institucional contra la comunidad. Tienen que informar los legajos y la forma en que capacitan a los agentes”, advirtió el edil kirchnerista Federico Ugo. Su par de Peronismo Para la Victoria, Carmen Lizu Salcedo, se pronunció en el mismo sentido y pidió una reunión con el intendente, Julio Zamora.

“¡Estamos en el horno!”, tituló su comunicado la Comisión por la Memoria, la Verdad y la Justicia de Zona Norte, tras confirmar que el agresor del repartidor de harina era Sosa. “Esto deja expuesto lo que venimos sosteniendo: las prácticas de violación de derechos de las fuerzas de seguridad son estructurales, se han sostenido en el tiempo con la legitimación de algunos actores judiciales que no las sancionan, no las investigan, no escuchan a las víctimas y priorizan la versión policial de los hechos. Cuando se justifica el abuso del arma en la persecución de los delitos contra la propiedad. Cuando las autoridades responsables, en este caso del Municipio de Tigre, hacen caso omiso a los antecedentes y contratan a personajes oscuros y siniestros para brindar (in)seguridad a los vecinos en los barrios”, alertaron. Y plantaron que “debería crearse un registro nacional del personal exonerado, por violaciones a los derechos humanos, de las fuerzas de seguridad, policía, servicio penitenciario e inhabilitarlo para ejercer cargos en la seguridad pública o privada, la propuesta fue presentada en el Congreso pero no fue tratada ni votada”.

Prontuario completo: gatillo fácil, violencia institucional y de género

Sabina Sotelo, la mamá de El Frente Vital

Sabina Sotelo, la mamá de El Frente Vital

El 6 de febrero de 1999 cayó una lluvia torrencial sobre el norte del conurbano bonaerense. En los pasillos del barrio San Francisco, en San Fernando, los vecinos decían que eran las lágrimas de Víctor Frente Vital. Para entonces tenía 17 años, pero a los 13 había empezado a acercarse a la droga y el delito, cuenta su mamá. Acumulaba anécdotas como la del robo a un camión de La Serenísima, tras el cual repartió quesos y yogures por el barrio. Se había ganado fama en la zona por distribuir sus botines, como un Robin Hood local. Aquella mañana de 1999, tras un robo y una persecución, el cabo Héctor Eusebio “El Paraguayo” Sosa lo fusiló cuando estaba desarmado y escondido bajo una mesa. Ese día, el gatillo fácil terminó con su vida. Y marcó el comienzo de una leyenda.

El Frente Vital se convirtió en un ídolo pagano. Su historia fue retratada en el libro Cuando me muera quiero que me toquen cumbia, de Cristian Alarcón, un clásico de la crónica periodística. “Hay un chico del barrio San Jorge que dice que el Frente le ha curado el corazón. También hay una chica que no quedaba embarazada y le pedía a él, y después tuvo hijos. Vos escuchás esas cosas y decís ‘pucha, ¿puede ser?’. Pero ellos dicen que el Frente los ayudó”, contaba Sabina Sotelo el año pasado, cuando se conmemoraba un nuevo aniversario del crimen del Frente. Sobre su tumba, en el cementerio de San Fernando, nunca faltan las flores plásticas y los regalos de sus fieles.

Un año después del crimen una pericia probó que el Frente estaba agachado bajo la mesa con las manos en alto cuando Sosa le disparó. El policía fue detenido, acusado por homicidio, y se fijó fecha de juicio. Pero en 2001, una semana antes del inicio, el fiscal y la defensa hicieron un acuerdo de juicio abreviado por homicidio “en exceso de la legítima defensa”. El Tribunal 1 de San Isidro admitió el trámite abreviado y además absolvió a Sosa. La Correpi –que ayer descubrió a Sosa en el video del COT y echó luz sobre este prontuario- interpuso recurso de Casación y se anuló el fallo. Pero el nuevo juicio, ante el Tribunal Criminal nº 3, volvió a absolverlo. Y Sosa siguió en la Policía Bonaerense.

En diciembre de 2006 volvió a matar. Jonathan Lorenzo y Jorge Andrés Martínez, junto a un tercer joven, pasaron en moto delante del patrullero, que empezó a perseguirlos. Sosa lanzó más de 20 disparos. Jonathan recibió tres en la espalda y Jorge, otros tres en la espalda y nuca. El tercer chico recibió la misma cantidad de impactos, pero sobrevivió. La causa fue archivada. “Durante la gestión de León Arslanian Sosa habría sido exonerado de la Policía Bonaerense”, señala el comunicado de la Campaña Contra la Violencia Institucional, pero reclama que se investigue si mantiene vínculos con esa fuerza, luego de que trascendiera que es inspector en actividad en el COT.

Como si todo esto fuera poco, El Paraguayo también fue denunciado por abuso sexual y violencia familiar. “Me separé de él porque siempre fue una persona violenta. Aunque se puso más autoritario y peor cuando empezó a ser policía y cuando empezó a matar chicos –contó una ex pareja de Sosa, según consta en el libro Un mar de castillos peronistas, de Alarcón– Nos amenazaba con armas. A mi hija llegó a correrla con una escopeta. Me volvía loca diciéndome: ‘Ya maté a esos negritos, ¿te creés que no puedo matarte a los tuyos?’. Yo le tenía terror, pensaba que sí, que era capaz de matarlos”.

Cuando la hija de esa mujer tenía 24 años se animó a contarle a su madre que Sosa la violaba desde los 13. Era en 1999, el mismo año en que asesinó al Frente Vital. Consultada por El Argentino ZN, la abogada que representó a madre e hija advirtió que la causa por abuso nunca avanzó, que en la Fiscalía de Escobar durmieron el caso porque había pasado demasiado tiempo desde las violaciones, y que sólo se impuso una restricción de hogar por las denuncias de violencia familiar. Pero Sosa violaba la perimetral, volvía a merodear y se acumulaban nuevas denuncias.

Cuando conoció esta parte del prontuario del asesino de su hijo, Sabina Sotelo, junto a la familia víctima de violencias y abusos, más vecinos, militantes, amigos del Frente Vital y tantos otros escracharon a Héctor Eusebio Sosa hace cinco o seis años. Por esos días no usaba uniforme policial sino eclesial: era pastor en la iglesia evangelista Rey de Reyes, en Garín. Fue la última noticia que se tuvo de él hasta esta semana, cuando su imagen con el brazo alrededor del cuello de un repartidor de harina ensangrentado en el piso de una estación de servicio de Tigre desempolvó su historia.