Desde hace 15 años en el balneario de Chapadmalal sucede un fenómeno nunca visto: 13 mil adolescentes de toda la provincia de Buenos Aires llegan a pensar, discutir y marcar su propia agenda de Derechos Humanos. La hija de María Eugenia Vidal y los pibes de institutos cerrados encuentran en Jóvenes y Memoria la posibilidad de conocer otra realidad, la de la participación colectiva: son los dueños de todos los espacios. Los que van quieren volver por siempre. Tanto que cuando terminan el secundario se inscriben en el programa de voluntariado para vivir por unos días al año una libertad de tal intensidad que cuesta explicar con palabras. “Chapa” o la magia de ser joven sin estigmas.
– ¡Vamos! ¡Arriba! No vinieron para quedarse así de brazos cruzados. Acá vinimos a participar, si quieren que los vayan a ver hoy tienen que ir a ver a los otros.
La docente está parada en el hall, al lado de la montaña de bolsos y mochilas. Llegaron a las 9 pero hasta las 12 cuando terminen de limpiar las habitaciones van a tener que esperar. Mientras tanto arenga a los suyos a que empiecen a socializar. Ochenta trabajadores de maestranza y sesenta cocineros y mozas repartidos en los Hoteles 7 y 8 del balneario apuran las tareas. Los días de recambio son agitados. Las tandas de Chapadmalal duran dos días y dos noches. Hasta el año pasado duraban tres pero la reducción de plazas aprobadas por el gobierno nacional obligó a achicar la estadía.
En “Chapa” todo el tiempo está pasando algo. Sentado en el pasto un grupo discute por qué #NiUnaMenos no puede pensarse sin debatir el aborto y el cupo trans; Adolfo Pérez Esquivel charla sobre comunidades aborígenes de Panamá; una marcha del orgullo gay espontánea invade los playones de los hoteles. En todos estos espacios los pibes y las pibas son los dueños absolutos. El único lugar posible para coordinadores, talleristas y profesores es el de proponer y guiar. Lo demás es potestad de la juventud.
Jóvenes y Memoria surgió en 2002. El área de Educación de la Comisión Provincial por la Memoria pensaba cómo transmitir las problemáticas ligadas a los Derechos Humanos a las nuevas generaciones, cómo salir del fracaso de las ofertas tradicionales (reparto de material en las escuelas) y la enseñanza del pasado reciente sin un abordaje concreto.
“La memoria es presente. Lo importante era que se hicieran la pregunta por lo que pasó y lo que pasa”. Sandra Raggio es Directora General de la Comisión Provincial por la Memoria y una de las creadoras del programa. La forma que la CPM encontró para generar esa picazón en los pibes fue la producción de conocimiento. Eran ellos los que iban a investigar. “Para transmitir una experiencia tenés que ligarla con otra experiencia, impactar en la subjetividad”, explica. Durante el año los equipos investigan, definen el lenguaje y el soporte, asisten a los regionales, se capacitan y en diciembre llega la recompensa. Y si bien el programa mutó a lo largo de 15 años la esencia es la misma: que los pibes aprendan a mirar otra realidad y entiendan que la memoria no es algo estanco, es una práctica social y sobre todo política.
El primer encuentro se hizo en el Hotel 4. Eran menos de 350 personas. Alguien preguntó si se podían ver las producciones de las escuelas. Uno de los videos era de una escuela de Pringles en el que los estudiantes de 16 años les preguntaban a sus vecinos por la última dictadura militar. Los testimonios resultaron reveladores: una de las maestras confesó que armaba listas negras que enviaba al quinto cuerpo del ejército con nombres de docentes ligadas a las monjas tercermundistas. Esa tarde se dieron cuenta de la potencialidad de la iniciativa.
Hoy la presentación de los proyectos es el eje del encuentro. Para eso se usan dos carpas en los laterales de los hoteles y el auditorio del Hotel 8, el más grande de todos. Con el correr del tiempo los proyectos fueron creciendo. No sólo en la calidad de las presentaciones y el manejo de los lenguajes que eligen (de los 1070 proyectos el 90 por ciento son cortos audiovisuales de 13 minutos), sino en las preguntas que se hacen: de la represión en el golpe a la problemática de género y la violencia machista, que apareció en Chapa mucho antes que existiera #NiUnaMenos. Este año los pibes y pibas de la Escuela Secundaria número 8 de Claypole presentaron un corto donde cuentan cómo opera el patriarcado al interior de las organizaciones piqueteras. “La sociedad todavía no reconoce la participación de las mujeres en la política. Esas desigualdades también se dan hacia el interior del movimiento”, contaron durante la presentación.
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Afuera hay 28 grados y el sol pica. Pero en el Auditorio 8 los pibes están sentados y en silencio. Ninguno está muy atento al celular. La creación colectiva empieza en la capacidad de involucrarse. En el escenario un spot recuerda las actividades del cronograma compactado: 11 horas apertura, 15 y 17 polémicas; 18.30 talleres de producción; 22 fiesta.
Juana y Lara se acomodan delante del micrófono junto a su grupo de compañeros. Juana explica con claridad de qué trata el video: despidos masivos en el Parque Industrial de Pilar. Todos los años la Comisión elabora una consigna como eje del encuentro final. La de 2016 es “A 40 años del Golpe, el camino de la Democracia es la Lucha por los derechos”. En el video una economista, un dirigente de la CTA y dos despedidos con la cara borroneada hablan de la falta de trabajo, la desesperación, las variables macroeconómicas. Muchos de los cien despedidos de la fábrica son los padres de sus compañeros. “Queríamos mostrar un panorama. Para eso aprendimos a hacer una buena comparación, a saber distinguir los datos y ver cuáles son las mejores fuentes de información”. Juana dice que el proyecto del año que viene va a ser mejor.
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Agustín, Gabriel, Malena y Alexis viven en Villa Caraza. Una de las fronteras de su barrio es el Riachuelo. Pero el miedo más grande no es la contaminación, es que un policía los mate. Los pibes y pibas de la Media 12 de Lanús vinieron a Chapa a denunciar los diez casos de gatillo fácil impunes de los últimos ocho años. En 2014 y 2015 asesinaron a dos de sus amigos, Ariel Almada y Franco Avellaneda. A Ariel lo mató una bala perdida de la policía; a Franco un policía de civil lo baleó de dos tiros durante un asalto. Fraguaron un enfrentamiento aunque no tenía ningún arma y la versión oficial dijo que Franco disparó primero.
– Si estás en la esquina y tenés visera, te paran, te cagan a palos. Ellos se creen dueños de todo.
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En la habitación 234 ya no entra nadie más. Un pañuelo azul cubre una lamparita y suena un tema de Ariel Minimal. Fue un día agotador. Algunos comparten una cerveza, otros hacen chistes que sólo ellos entienden. Aunque están cansados nadie se quiere ir a dormir. Son los voluntarios y talleristas del programa. Algunos se conocen desde hace mucho y se reencuentran una vez al año acá, donde la vida se mide en tandas. Nadie sabe exactamente qué fecha es, pero sí que es el día dos de la tanda siete. Otros se conocieron unas horas atrás cuando la combi los trajo a este micromundo de talleres y reuniones. La habitación que mañana olerá a cigarrillos armados es un espejo de lo que pasa en el encuentro. “La tanda 3 fue genial pero esta es un golazo, los pibes la rompen” y observaciones parecidas se mezclan con un “’¿alguien quiere más vinito?”.
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En la carpa enorme no vuela ni una mosca. Hace unos minutos se oyeron aplausos gritos y silbidos pero ahora apenas se escucha una tos en el fondo, una conversación tibia que alguien calla con un serio sshht. La orquesta Santa Clara afina un momento. Algunos se adelantan para acercarse a la partitura. La mayoría permanece con la espalda derecha, apoyada contra el respaldo. Sostienen los instrumentos como quien abraza un cuerpo frágil. El director los mira y levanta el mentón, como preguntando si están todos listos. Alza la batuta y entonces suenan los violines, los chelos y las violas.
Adrián Crocce arma orquestas infantiles en barrios pobres desde hace diez años. Para aprender cómo funcionan se fue a vivir a Venezuela, el país con más orquestas infantiles del mundo, más de 300. En 2011 el párroco de la iglesia de El Talar de Pacheco lo llamó para ver si podía replicar lo que logró en otros barrios. Adrián buscó los fondos, consiguió los instrumentos y empezaron. Hoy la orquesta Santa Clara trajo a Chapadmalal 25 músicos y músicas. El más grande tiene 22 años, el más chico 7.
El barrio donde viven los integrantes de la orquesta está controlado por bandas narcos que se dividen la zona entre los dos monoblocks que rodean las casas. El paco es como un fantasma que persigue a los pibes todo el día. Adrián está acostumbrado a crear orquestas en estos contextos. En Moreno uno de los que manejan la droga mandó a robar seis instrumentos. Al otro dia se los fue a vender.
– Yo no te voy a comprar eso a vos para generarte el kiosco. Andá y vendéselos a otro si podés. Al otro día se los devolvió.
– Para que veas que soy un buen tipo.
– Vos no sos un buen tipo. Sos un narco. Por tu culpa los pibes de la orquesta se pueden morir.
– Quedate tranquilo que no les va a pasar nada.
La primera noche de cada tanda hay una fiesta en la carpa grande. Es la forma que tiene la organización de darles la bienvenida. Bailar, transpirar y cantar unas cumbias es parte del reconocimiento de su identidad de jóvenes. A la fiesta no se puede entrar con alcohol ni con cigarrillos. Los voluntarios se turnan para controlar la puerta. En los 10 días que lleva el encuentro al momento que se escribe esta crónica, se hicieron nueve fiestas. No se registraron peleas y la ambulancia que durante todo el encuentro está estacionada en la puerta de la carpa no tuvo que atender ningún pibe alcoholizado.
Ariadna tiene 15 y es la primera vez que va a un baile. Esa noche canta, abre los ojos bien grandes y se ríe mucho. No lo puede creer. Al otro día, cuando hablan de la fiesta, el profe dice que le asombra que no hubo ningún disturbio. Ariadna lo mira y dice:
– ¿Sabés qué pasa profe?, cuando el hilo común es bueno, los resultados no pueden ser malos.
Fotos: Urania Recchioni
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