Por *Beatriz Sanz y **Pedro Borges
Foto: Instituto Marielle Franco
Una semana antes del crimen de George Floyd, en Estados Unidos, el niño João Pedro Matos, de 14 años, fue asesinado por un gatillo fácil en Brasil. Un disparo de rifle le atravesó la espalda mientras jugaba con sus primos en la casa de su familia en el Complexo do Salgueiro, una ‘favela’ en São Gonçalo, región metropolitana de Río de Janeiro.
Neilton Matos, el padre de João Pedro, dijo que su hijo era un niño amoroso y que estaba siempre en casa o en la iglesia, nunca en las calles, por el miedo a la violencia. Pero las paredes no pudieron proteger a su niño de los más de 60 disparos que golpearon la casa.
Después del crimen, la policía llevó el cuerpo del niño al Instituto Médico Legal. La familia supo que João Pedro estaba muerto más de 17 horas después, por una movilización en las redes sociales.
En la tele, su madre, Rafaela Matos, lloró: “No pude darle un abrazo a mi hijo”.
La diferencia es que en el caso de João Pedro no había cámaras grabando. Pero los sospechosos de quitarle la vida a João Pedro y George son policías.
En el caso de Estados Unidos, los sospechosos fueron exonerados de la policía. Derek Chauvin, el hombre que asfixió a Floyd, fue arrestado. En Brasil, ni siquiera eso.
Te puede interesar:
Al racismo y al odio no lo miramos por tv
En 2019, sólo la policía de Río de Janeiro y São Paulo mataron a 2.526 personas. La policía en Estados Unidos mató a menos de la mitad: 1.011 personas.
Es innegable que la muerte de Floyd influyó en las protestas brasileñas, pero los movimientos negros, así como los marrones en Argentina, siempre se han manifestado en contra de los abusos de las autoridades y la violencia que sufren los cuerpos no blancos.
En 2019, las protestas por la muerte de la niña Aghata Félix, de 8 años, también en Río de Janeiro, se extendieron a varias ciudades como São Paulo, Recife, Salvador.
Cuando la mataron, Aghata se estaba protegiendo de los disparos en un auto. Aún así, el gatillo fácil la encontró.
A pesar de las protestas, circularon pocas noticias en la prensa brasileña y era como si la indignación que rodeaba el caso no existiera.
Es que la élite y el periodismo de los países sudamericanos, en su mayoría compuestos por personas blancas, eligen hacer la vista gorda ante el racismo que tiene lugar en su propio patio. Pero siempre se sorprenden de que un hombre negro sea asesinado brutalmente en el otro extremo del continente.
Además, las protestas brasileñas no pueden permitirse ser tan incisivas como las estadounidenses. Incluso si los actos comienzan y terminan pacíficamente, una simple botella plástica de agua arrojada al aire puede justificar una respuesta violenta por parte de la policía.
Los actos que tuvieron lugar este fin de semana en honor de João Pedro y George Floyd en Río de Janeiro y en favor de la democracia en São Paulo terminaron con escenas de abusos policiales.
Todo acto antirracista debe servir de inspiración para esta lucha que cruza las fronteras, pero siempre debemos recordar que la vida de Rafael Nahuel, Aghata Félix y João Pedro Matos tiene el mismo valor que la vida de George Floyd.
*Beatriz Sanz es periodista en UOL y miembro de Cojira-SP (Comisión de Periodistas para la Igualdad Racial en São Paulo). Es becaria de Cosecha Roja.
Pedro Borges es cofundador y editor jefe de Alma Preta. Periodista graduado de la UNESP, integrante de la Red de Periodistas de las Periferia, es columnista de Mídia Ninja y escribe para Yahoo Notícias. Es parte de la Coalición Negra por los Derechos y el director de comunicación de la escuela de samba Camisa Verde e Branco.
Ambos luchan por el periodismo antirracista en Brasil.