“El respeto a la víctima no es un favor: es un derecho”

La piba que fue víctima de la violación grupal de Palermo publicó una carta y fue clara: está harta de los medios. No le blurearon nunca la cara, tuvo que desconectar el teléfono fijo por el acoso de los periodistas y hasta los tiene en la puerta de la casa haciendo guardia. El llamado de atención número mil a cómo hablamos de violencia de género en los medios.

“El respeto a la víctima no es un favor: es un derecho”

Por Cosecha Roja
10/03/2022

Imaginate que menos de una semana después de ser abusada por seis varones, tenés que desconectar tu teléfono para que dejen de llamarte los periodistas y soportar que algunos se planten en la puerta de tu casa. Prendés la tele y en todos los canales están las escenas relacionadas al abuso. Googleás y hay una noticia por hora bajo el título “violación de Palermo”. Ves todo el tiempo las caras de los abusadores e incluso la tuya, que ni siquiera sale blureada. En los programas se habla de vos y hasta se dice tu nombre. Se conjeturan teorías sobre lo que pasó. Si consentiste, si estabas inconsciente, si sos torta, si los conocías o no. Eso en loop. Todos los días. A toda hora.      

Lo dijimos la semana pasada cuando la violación de Palermo copó nuestras agendas. Lo decimos ante cada caso de violencia de género, acoso y abuso sexual: hay que escuchar a las pibas. Y hay que escucharlas sin juzgar, sin poner en duda cada una de sus palabras, sus acciones, su pasado, su ropa, su clase social, si había tomado esto o lo otro, si se lo buscó. Hay que escucharlas sin hacer de lo que les pasó un morbo, una nota tras otra para ganar clicks, una revictimización hasta la eternidad. 

La piba víctima de la violación de Palermo habló hoy. No le habló a los seis tipos que la violaron en un auto a plena luz del día. No le habló a los varones en general ni a los feminismos. Le habló a los medios: nos habló a los medios. Y fue clara: “El respeto a la protección de la identidad de la víctima no es un favor, es un derecho”.

Compartimos la carta*

Me dirijo a ustedes con el motivo de invitarlos a reflexionar sobre los hechos ocurridos en las últimas semanas y su estrecha relación con los medios masivos de comunicación y la opinión pública. Para ello, los invito a mirar este vínculo desde mi perspectiva, la damnificada.

Desde el comienzo del hecho, la mediatización del caso y la opinión pública sobre el mismo fue constante debido a la gravedad de los daños causados sobre mi persona y el factor clave de que fue un hecho ocurrido en plena calle porteña, a luz del día, todo lo que ya sabemos.

Por un lado, me siento muy agradecida por la visibilización que se le dio a mi caso en sentido de la presión que se genera para que se haga justicia, gracias a ello varias personas se contactaron conmigo para solidarizarse y ofrecerme su ayuda en la medida de lo posible, sin embargo, por otra parte, casi desde el momento inicial de lo ocurrido, me sentí totalmente hostigada por parte de los medios.

Que se ponga en duda una víctima de agresión de género y abuso sexual no es una novedad, he crecido escuchando los cuestionamientos constantes hacia las mismas, y desde el momento en el que pude recobrar un poco de fuerzas no sólo estuve preparándome para el dolor y la angustia que me genera la situación ni todo lo que conlleva pasar por un momento así e iniciar una instancia penal teniendo veinte años, sino también preparándome mentalmente para lo que se venía: la exposición de un caso y de una víctima como un circo mediático.

Sinceramente, tanto de afuera (como televidente y ciudadana) como de adentro (víctima) jamás pensé que la presión sería tanta, estos días me he cuestionado muchas cosas que me gustaría compartirles.

Gran parte gracias a la exposición del caso y las cámaras de seguridad de la Ciudad, se ha podido visibilizar el caso y generarle celeridad ante la justicia, con la cual en este caso me toca resaltar que estoy muy agradecida por la seriedad y la velocidad con la que se está llevando a cabo la causa. Sin embargo, cuando las pruebas fílmicas ya están siendo investigadas, ¿por qué seguir televisando las imágenes una y otra vez?

Siento que con la sed de justicia social que hay (y bastante morbo en cierta otra parte), se deshumaniza a la víctima de cierta manera.

He visto mucha indignación en las redes y medios a favor de mi persona, que pobre chica, que sufrió un infierno, que la apoyamos, que repudiamos lo que le pasó, que ojalá esté bien… 

Sin embargo, a pesar de ello, no he visto que ninguno de los medios que transmitieron ese mensaje de “apoyo” hayan blureado mi imagen al 100%, creo que ni siquiera se cuestionan (o no quieren hacerlo) que el hecho sea transmitido todos los días en todo momento es revictimizante y me genera mucho dolor ya que claramente lejos de ayudar más que nada hace que me remita al hecho constantemente, cosa se imaginarán, no es para nada saludable luego de una experiencia así. (De hecho he tenido que tomar medidas como desconectar el teléfono de mi casa porque me llamaban constantemente para que dé una nota o incluso se presentaban periodistas en mi domicilio).

De todas formas, no me sorprendía tanto que se repitan constantemente las imágenes de mi persona en una situación vulnerable y realmente difícil, como dije anteriormente he visto este mismo mecanismo perpetuado a lo largo del tiempo cuando la agredida era otra mujer.

Lo que realmente me sorprendió y me duele muchísimo al punto de generarme terror y una angustia indescriptible (además claro, de la situación vivida) es la poca responsabilidad que han tenido los medios con la protección de mi identidad.

Estos últimos días no sólo han trasmitido en directo un video en el cual se ve mi rostro al descubierto sin ningún tipo de autorización, sino también que hoy en un canal han dejado ver mi nombre en un panel, sin ningún tipo de blureo ni nada por el estilo.

En el momento que sucedió, mi abogado, Hugo Figueroa, quien me está prestando sus servicios desinteresadamente, estaba por dar una nota en el canal, les indicó a los panelistas que no tenían bajo ninguna circunstancia el derecho de develar información sobre mi identidad y sin embargo, los mismos comenzaron a discutir, incluso tapaban mi nombre con la mano, mostrando un nulo grado de respeto, hasta que sacaron la imagen del expediente y comenzaron a decir que “imposible reconocer a alguien con sólo un nombre de pila” cuestionándolo tanto a él como a mí en consecuencia, sin demostrar ningún tipo de remordimiento, diciendo que la causa es de carácter público y “contraactacando” con que él mismo en otra nota, había expuesto mi orientación sexual. 

Esto último, fue totalmente consensuado y autorizado de mi parte y, por si no quedó claro, no tengo ningún problema en manifestar que mi inclinación sexual implica que no tengo interés sexoafectivo con hombres, lo tomo como hecho de conocimiento público y estoy totalmente orgullosa de ello, y de hecho, el comentario expuesto por mi patrocinante resultaba importante para reafirmar la posición de que no presté consentimiento alguno en la situación (sin contar el examen toxicológico en el cual se advirtieron drogas que tampoco fueron consumidas bajo mi consentimiento).

Sinceramente, jamás pensé que habría una falta de respeto de tal magnitud, tanto hacia mí, como a mi patrocinante que reitero, desde el primer momento me brindó sus servicios desinteresadamente.

Si me preguntan cómo estoy a partir de esta situación, si antes me daba miedo salir a la calle, ahora me da pánico, tengo episodios de hipervigilancia y angustia desmesurada, tengo un diagnóstico de estrés post-traumático y lo único que quiero es poder recuperarme para continuar con todos los proyectos que tenía planificados y en la medida de lo posible retomar la vida normal que tenía antes de ser violentada.

Me gustaría que se dejen de transmitir las imágenes que respectan al caso en las que aparezco, ya que muy a pesar de lo que puedan opinar los demás, más de uno y más de dos me han reconocido con el simple hecho de mirar las imágenes con mi rostro difuminado (ni hablar ahora con mi rostro y mi nombre al descubierto), sin embargo, si eso no les mueve un pelo, les pido que difuminen la imagen de mi persona en un 100%, y si en ese caso, tampoco les parece relevante el dolor, la angustia y todas las emociones negativas que conlleva ver un hecho traumático en mi vida como tal trasmitido una y otra vez perpetuando mi revictimización y remitiéndome constantemente a aquel momento, y deciden continuar alimentando el morbo, los invito a hacerse algunas preguntas que me hice durante estos días tanto como víctima como consumidora.

Si la causa claramente avanza, los registros fílmicos de las pruebas ya están en los expedientes y la justicia de la que tanto se remarca la ausencia en algunos casos, aquí está accionando: ¿por qué seguimos consumiendo los mismos videos una y otra vez dando opiniones personales e incluso hablando de inconsistencias donde las fuentes son dudosas o no hay fundamentos? ¿Cómo se sentirá la víctima y su familia al ver un episodio traumático y doloroso de su vida expuesto una y otra vez como un trailer de un policial? Si estamos del lado de la damnificada, ¿por qué permitimos que se filtren su identidad? (nombre, rostro, fisiología). Si lo que queremos es la recuperación de la víctima, ¿por qué se le pone en un rol de mártir en el que parece que la víctima no es una persona sino más bien la situación de abuso que sufrió? Si lo que se busca es justicia, ¿por qué los medios no se ciñen a lo técnico y se convierte en un espectáculo del horror y dolor ajeno basado en opiniones y conjeturas sin argumentos? Si la situación es aberrante y todos coincidimos con que debe haber justicia y estas cosas no deberían pasar jamás, ¿por qué sigue trasmitiéndose constantemente el hecho y cuestionando el mismo en vez de dedicar ese tiempo para concientizar y hablar de la cultura de la violación? La víctima, ¿es sólo víctima del hecho y debe lidiar con las consecuencias y el dolor que conlleva el mismo?¿O también ahora es víctima de la perpetuación del dolor que se transmite constantemente?

Esta vez fui yo, pero no me gustaría que el día de mañana la dañada sea otra y luego de una situación tan dolorosa deba sufrir también la exposición a que la gente diga lo que le dé la gana y haga de una vivencia horrible, traumática y todos los adjetivos que creo hasta ustedes saben utilizar más que yo, un espectáculo pochoclero que sólo alimenta morbo y genera más dolor. El respeto a la protección de la identidad de la víctima no es un favor, es un derecho. 

*Las negritas son nuestras.