La escena se repite siempre en Bailando por un sueño. La pareja, que está por ser puntuada tiene un momento para hablar sobre su performance. El bailarín Facundo Mazzei toma la palabra y dice que su compañera es una muy buena persona, muy sensible, que piensa que quizá no puede con todo, pero que sí puede y que es una mujer muy valiente.
—¿Sentís eso? ¿Qué no podés con todo? —pregunta Marcelo Tinelli a la modelo y bailarina Mery del Cerro.
El público grita y la anima. Ella se tapa la cara. La cámara la toma llorando. ¡Vamos Mery!
—Me voy a animar a hablar de algo que no lo sabe ni Facu (bailarín) ni Carlita (coreógrafa) —dice Mery.
La modelo dice que pasó dos días “muy difíciles” después de la denuncia de Thelma Fardín. Anteayer, después de nueve años de pareja, Mery le contó a su marido que sufrió un abuso sexual a los 11 años.
—No lo sabe nadie. Ni mi mamá ni mi papá —dice en cámara.
Ahora ya no llora. Le habla a las familias del otro lado para que estén atentos, que ella fue una niña muy cuidada pero igual le pasó, que puede pasarle a cualquiera.
Silencio en el set. Tinelli desconcertado.
Florencia Peña rompe el silencio: “Esto que sentimos que nos animamos a decir cosas que antes no nos animamos porque nos sentimos juntas, sentimos que nadie nos va a juzgar por lo menos entre nosotras y te bancamos a muerte y estamos acá para los que necesitamos”. Y va por más: “Y todavía hay muchas mujeres que no se atreven no se animan”.
Mery, Florencia y las mujeres que la rodean saben lo importante que es hablar. Los últimos días fueron difíciles: escuchar y contener a otras, valorar el proceso, sentirse expuestas y fuertes al mismo tiempo. Estar juntas sobre todo. La jurado Laurita Fernández pide permiso y van todas a abrazarla. Después la lógica de la televisión se impone, el certamen es de baile y ahora la pareja debe bailar. Arrancan, buen ritmo, las cámaras los enfocan, otro giro y vuelta. Se toma las manos en medio de la pista, se inclinan y Facundo cae al piso desmayado. No pueden terminar la coreo. Pide perdón porque él tendría que haberla contenido, que ella estuvo tan bien, pero él como caballero falló. ¿Falló? La pareja va al teléfono y será la audiencia la que decida.
Ayer la televisión fue tomada por las mujeres. Aunque la lógica del show siguió, algo cambió en el piso. Habló Jimena Barón, también Sofía Morandi. Hubo lugar para la contención, para las preguntas que se abren y también para la angustia. Esta semana el movimiento de actrices puso en pantalla lo que hace tres años se viene imponiendo en las calles. El patriarcado nunca estuvo tan expuesto. Y los espacios no terminan de estar preparados para escuchar.
El análisis de las violencias machistas en la lógica televisiva puede volverse reduccionista. Después de la denuncia de Thelma, la periodista Romina Manguel contó en Animales Sueltos que fue acosada por un invitado. Hoy, en televisión, hay lugar para que ella lo cuente pero no se sabe qué hacer con eso. No se reconoce que existen diferentes grados y formas de violencias. Todavía cuesta aceptar que no toda persona que haya sufrido violencias se reconoce como víctima y que no tiene la obligación moral de contarlo.
Este desfasaje lo mostró la entrevista a Juan Darthés en el programa de Mauro Viale. “Esta es una nota más cortita, pero veremos el impacto”, dijo Viale antes de presentar la grabación. Así como la denuncia pública que hicieron las actrices fue un acto político, la respuesta de Darthés fue un intento de disciplinamiento. Un mensaje para todas las que están pensando en denunciar. El problema no es sólo darle voz sino cómo: en su casa, en sus términos, sin preguntas, como si se tratara sólo de otra versión de un hecho. La violencia simbólica se impuso en la pantalla y desparramó. En horas el #JuanYoTeCreo fue tendencia en redes sociales y el acoso virtual a Thelma se intensificó. Mientras Darthés decía que fue ella quien lo buscó, la imagen mostraba el zócalo: “Si sos víctima de violencia de género, llamá al 144”.
¿Hay que darle voz a los acusados de violación y aceptar sus condiciones? ¿Hay que darles voz y establecer condiciones propias, como que quien lo entreviste tenga perspectiva de género? ¿Hay que darles voz en un estudio de televisión, en vivo y cuestionar su versión? ¿Hay una manera de hacerlo? ¿Un protocolo? ¿Están preparadxs conductores y panelistas de televisión para afrontar lo que ya está pasando? ¿No consideran la posibilidad de incorporar en sus paneles a periodistas feministas?
Lo que quedó al descubierto ayer es que no hay vuelta atrás: los relatos estallan en las casas, las escuelas, en los oídos de una amiga. Pero también en un vivo, en medio de un programa de entretenimientos, en un móvil, en un panel. La televisión entendió que no puede seguir ignorando los reclamos de mujeres y disidencias, ahora estamos pidiendo que estén a la altura. El show no se puede tragar nuestra revolución.